Entrevista de Arantxa Hernández
Fotografías cortesía de María Isla de MGC & CO
Ya hace años que presentó Estas no son las noticias con Quequé pero parece que aún no quiere dejarse engullir por el desánimo televisado. Porque de cobardes está lleno el mundo y para ella, que ha crecido entre improvisaciones, es un concepto que no cabe en el vocabulario. Por eso ahora presenta Las Rusas, para demostrar que a todos nos pueden pasar grandes cosas, aunque igual no sean las que esperamos.
Para emprender ahora mismo en teatro, ¿hay que amarlo mucho o estar un poco loco?
Es el momento de no tirar la toalla. Nos están ahogando con impuestos y la gente puede ir menos al teatro. Que nos quiten el presupuesto para hacer sueños no tiene que empequeñecerlos, los tiene que hacer el doble de grandes. Nos tenemos que buscar las vueltas para seguir haciendo a la gente soñar, por la mitad de precio o al coste que sea, pero no nos podemos venir abajo.
Al público le ofrecéis, literalmente, un delirio soviético-cañí, ¿por dónde se coge eso?
¡Es nuestro lema! Hemos montado una obra que sucede en la década de los 80 porque lo de «España va bien» todavía era verdad y es un gran momento para irse a soñar, donde todo era posible. Cañí porque es muy nuestro, tiene copla, flamenco, de la España profunda, Marisol, todos esos grandes iconos que nos dan como vergüencita y orgullo a la vez. Y soviético porque aparece una prostituta soviética que les mete en un par de problemas… ¡y no voy a desvelar más!
Pero ¿qué esperanzas de éxito pueden tener dos cupletistas en La Movida?
Creo que uno de los puntos más cómicos de la obra es que precisamente se dé en los 80, que es el momento del punk, del heavy y es el peor para resucitar la copla. Estas dos pobres mujeres tienen más ganas que inteligencia para hacerlo, por eso eligen el peor momento y van como un salmón en contra de la corriente.
¿Cómo fue lanzarte a escribir la obra?
A mí me gusta mucho escribir, he escrito pequeñas piezas que he representado y dirigido, pero nunca me había metido a hacer una obra entera. Esto es como el primer niño, me siento como si ya hubiese cuidado a los niños de otros pero ahora me toca a mí. Además es una comedia negra, que es un género que en España conocemos muchísimo, ¡todo el mundo dice que en un funeral el primero en hacer un chiste es el español!
Y hablando de todo ese proceso, ¿cómo ha sido la elección de actores? ¿Se tira de agenda o se hacen castings?
Lo bueno es que tengo amigos que son actores excepcionales y productores increíbles, o directores con muchísimo talento porque si no no les podría pedir que hiciesen las cosas que hacen por el precio que les pago. Pero también he tenido que hacer pruebas para personajes con un perfil muy concreto y creo que el casting es el peor momento de todo actor, el que todo el mundo odia hacer. Yo he intentado que el tempo lo pongan ellos, que salgan de verdad diciendo «si no me lo dan es porque no me tocaba, no porque no me hayan dejado enseñar lo que sé hacer».
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Y una prueba clara de dejar hacer al actor es la impro, ¿qué ofrece la improvisación al público? ¿Hay algún reto imposible?
No, ¡no hay nada imposible! Además el que según lo lees piensas «¿y esto cómo lo hacemos?» suele ser el mejor. La impro es una técnica muy concreta que trabaja mucho con la demanda del público y es muy molón que puedas decidir de qué quieres que hablen, sobre todo en una época en la que no nos dejan hablar mucho.
Tuviste tu propia sección en BFN, ¿cómo es trabajar con El Terrat?
Es como trabajar con el mejor equipo de primera división de fútbol. El Terrat es la crème de la crème en guión, en dirección y en compañeros, porque yo llegué el primer día y tenía a Berto a un lado y a Andreu al otro, ¡imagínate!
En la obra también está esa reivindicación de los que quedan en segundo plano ¿No crees que hay gente muy buena que queda fuera?
¡En realidad piensa que casi todos somos eso! Las Rusas habla de tres chicas normales, como la gente, que es la que va a ir al teatro, no va a ir un superhéroe o el presidente del gobierno. Las protagonistas viven una historia épica, pero son dos marujas y una pobre prostituta. Se ganan la vida como pueden. Al final somos nosotros, la gente pequeñita, la que quiere que le pasen las cosas grandes.
¿Qué parte hay de talento y qué de suerte para estar en primera línea?
Hay un porcentaje completamente imprevisible de los dos factores: hay gente que está allí porque se lo merece, hay gente que se apellida X, está también el que se ha despistado y se ha quedado ahí en primera línea como en la guerra, que se da la vuelta y se ha ido todo el mundo. Es azar, no puedes criminalizar ni glorificar a nadie por tener éxito. Es muy caprichoso y casi nunca te lo mereces.
Tú has estado en ambos lados, ¿es más complicado salir cada día en televisión?
¡Es súper divertido! Hacer televisión es muy divertido, como ir a un colegio en el que solo hay recreo. Es verdad que son muchas horas de trabajo pero es una gozada poder trabajar y pasártelo extremadamente bien a la vez.
Ahora colaboras en Visto lo visto, un programa online, ¿tiene mucho que ofrecer internet a la hora de hacer reír?
Internet se parece al teatro en eso. Se pueden contar muchas cosas que en la tele no. La televisión entra en tu casa sin permiso y hay que tener cuidado, no sabes quién te está viendo, pero el teatro es más selectivo, como internet. Por eso creo que da la oportunidad de contar cosas que en otros medios no podrías decir, porque no puedes seleccionar al espectador.
Entonces ¿se puede hacer humor de todo, dependiendo de dónde?
Las únicas claves para el humor son el tiempo y la elegancia. Son dos cosas que no hay que perder ni para ir a comprar el pan. El humor es eso. Es saber cuándo es el momento y que se pueda hacer sin que te duela a ti, sin que tú te ofendas. Luego ya que se ofendan otros no lo puedes evitar.
Has sido una peculiar presentadora de noticias en dos programas. ¿Qué te gustaría ver en un telediario?
El año pasado estuve en México haciendo festivales de teatro y en Puebla fui a ver una obra de un amigo que tenía capacidad para 300 personas y había otras 400 fuera gritando «queremos cultura, déjenos pasar». Ojalá yo vea algún día algo así en España.
¿Tan poco valoramos el teatro aquí?
Hace falta más visibilidad. Eso se combina con que en el cole nos trauman porque nos llevan a los 6 años a ver un tostón. Hay teatro comprometido, entretenido, misterioso, loco, de aventuras, mágico y solo por eso hay que darle otra oportunidad.
Y para acabar, con tu faceta de ilustradora y diseñadora, ¿qué logo pondrías a la situación actual del teatro?
Yo pondría a un niño pequeño gritando muy fuerte rodeado de un montón de adultos hablando muy bajito, creo que eso es lo que le pasa al teatro: tiene un discurso muy interesante pero hay que hacerle más caso.
Más información en http://www.gruposmedia.com/cartelera/las-rusas-ana-morgade/
Puedes leer la entrevista en la versión on-line de ExPERPENTO en papel: