Lorenzo Silva, el escritor incansable


Entrevista de Marcos Pinedo
Fotografías de Arduino Vannucchi ©

Estudió derecho e incluso llegó a ejercer la abogacía, pero lo suyo, desde bien pequeño, es escribir. Su productividad e imaginación para inventar historias de niños feroces, bolcheviques con flaquezas y sabuesos de la Guardia Civil le trajeron el reconocimiento del público y la crítica ya desde finales de los 90. No se puede decir que le haya ido mal en su carrera, con más de 40 obras publicadas, un Premio Nadal y el Premio Planeta aún reciente. Por si todo eso fuera poco, también ha tenido la amabilidad de responder a nuestras preguntas.

¿Cómo acaba un abogado de empresa ganando el Premio Planeta?
Escribiendo desde pequeñito, desde mucho antes de estudiar Derecho y mucho antes de tener ese oficio que mencionas; sin dejar de hacerlo cuando fue a la universidad o mientras hacía lo que tenía que hacer para que le pagaran su sueldo de abogado; y, cuando llegó el momento en que había que elegir, optando por la literatura y aparcando la abogacía.

¿El premio, aparte de prestigio, le da a uno los medios y la libertad para asumir proyectos arriesgados como, en su caso, el de abrir una editorial?
Yo vivo de esto, así que me da para ser retribuido por mi trabajo y tener algo más de holgura para mantener a mi familia, que es numerosa. Lo otro, es una apuesta que quería hacer desde hace tiempo, y desde luego el riesgo lo asumo ahora mejor, pero mi aspiración es convencer a los lectores de que los libros que editamos merecen la pena y que la empresa flote por sí sola.

¿No cree que poniendo este proyecto editorial en marcha empuja a jóvenes escritores a despegar, en la línea del profesor Lázaro de Niños feroces?
Desde luego. Necesitamos voces nuevas, que el cuento no sea el mismo de siempre contado por las voces de siempre. En Niños feroces hice el ejercicio (osado, tal vez) de recrear una de esas voces que no son la de mi generación, y a las que creo que deberíamos escuchar más.

¿La realidad del mundo editorial es agresiva, o abundan personas como Lázaro dispuestas a ayudar a los escritores a cumplir su sueño?
Aquí hay de todo, como en botica, y no faltan los mezquinos, los envidiosos ni las puñaladas traperas. Pero también hay mucha buena gente y no poca generosidad. De lo otro, en realidad, más vale olvidarse. Vamos, que yo apenas pienso en ello.

Cuando casi terminaba Niños feroces nacía el movimiento 15-M. ¿Son de alguna forma comparables las dificultades que viven los jóvenes en la actualidad con las que vivieron los de generaciones anteriores?
Todas las generaciones enfrentan sus propias dificultades. Yo salí de la universidad en una época en la que era un milagro encontrar trabajo de lo tuyo. De mi grupo de amigos, fui el único que tuvo trabajo en seguida, y no fue de abogado precisamente, aunque sí me sirvió para poder trabajar de eso un año después. Y si pensamos en la juventud de mi abuelo… Bueno, el que quiera saber lo que les tocó que lea El nombre de los nuestros, que recoge entre otras cosas sus experiencias como combatiente forzoso en la guerra de África. Cada generación tiene el deber de superar sus dificultades, enmendar los errores que cometieron sus mayores y, a la postre, meter la pata para que vengan otros a sacársela.

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Niños feroces

Un joven que se confiesa incapaz de superar las veinte páginas se apunta a un curso. El profesor le «regala» una historia de guerras y falangistas, para que aprenda a cazar y a exprimir musas. En el proceso, conocemos a jóvenes, de la misma edad y en distintas épocas y entendemos que con 20 años uno puede ser más o menos adulto en función del daño infringido y del dolor sufrido.

¿Internet facilita la labor de documentación necesaria o al final supone una sobrecarga de información que lleva mucho tiempo filtrar?
Es una herramienta más, muy útil y potente si se la sabe usar, pero desde luego hay que aprender a no dejarse marear por ella y a no creer todo lo que ofrece. Siempre hubo desaprensivos, también con la imprenta, pero Internet lo pone a huevo y los multiplica.

Su relación con la benemérita le ha funcionado muy bien. Además de conseguir el Premio Planeta y la mención de Guardia Civil Honorario, ¿ha tenido alguna anécdota con algún guardia en concreto que le haya dado las gracias por desmitificar en sus novelas esa imagen algo rancia y antigua que aún se le atribuye al cuerpo?
Esa imagen rancia y antigua (fuera del tricornio, que es algo tan simbólico como anecdótico), no se corresponde en absoluto con la realidad, y que perviva aún en muchas personas dice bastante de la defectuosa información que recibimos los españoles. Guardias que se me hayan acercado, muchos. Incluso alguna vez le he regalado algún libro a algún guardia que me paró por exceso de velocidad (cuando aún yo hacía esas cosas, correr con el coche), y el hombre no solo me lo agradeció sino que me dijo que lamentaba haberme cazado.

Bevilacqua iba para psicólogo platense y acabó convertido en el más castellano de los guardias civiles; usted iba para abogado de empresa y acabó convertido en reconocido novelista. Supongo que piensa que nunca es tarde para gastar un segundo cartucho…
No, yo iba más para escritor, lo otro fue un desvío provisional, como dicen en la carretera. Y yo creo que Bevilacqua, con todo lo que rezonga, tiene más madera de picoleto que de loquero.

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El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000)

La segunda aventura de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro llevará a la pareja a investigar el asesinato del trabajador de una central nuclear de Guadalajara cometido en circunstancias de lo más inverosímil. Ambos tendrán que trabajar a contrarreloj para desenmarañar este quebradero de cabeza –desde Madrid a Málaga, pasando por la Alcarria–, y vérselas con mujeres misteriosas, representantes y abogados de palabrería fácil, peces gordos con sus esbirros y matones rusos fortachones pero sensibles. Retrato de los bajos fondos patrios con grandes dosis de ironía que dejará al lector impaciente por saber más sobre este sargento y su compañera.

La marca del meridiano (Premio Planeta 2012)

Año 2011. La crisis lleva ya un tiempo campando a sus anchas por España. Bevilacqua ha alcanzado el rango de brigada y, aunque no es ajeno a las estrecheces, sobrevive razonablemente con su sueldo de funcionario. Los problemas llegan al hallarse el cadáver de un excompañero y viejo amigo de nuestro protagonista colgado de un puente en una carretera. Bevilacqua asumirá el caso, acompañado de la sargento Chamorro y el guardia Arnau y ante la reticencia inicial de la viuda. Cataluña es el escenario de esta última entrega de la serie negra de Silva.

Ha pasado bastante tiempo desde sus primeras novelas y desde aquel Premio Nadal de El alquimista impaciente. ¿Siente que ha evolucionado como escritor? ¿Le gusta releer fragmentos de lo que escribió en el pasado?
Supongo que habré evolucionado, porque si no, en qué habría gastado todos estos años. Cada vez uno es más dueño de lo que dice y cómo lo dice. No suelo releer mucho lo antiguo, pero cuando lo hago, no me avergüenzo. No reniego, hoy por hoy, de nada de lo que he publicado. Lo que no me satisfizo, no vio la luz: escondido está y escondido seguirá.

Ha tenido la ocasión de traducir para su nueva editorial. Traduciendo usted interpreta lo que otro escribió antes. ¿Es quizás comparable a la interpretación de sus textos que un director lleva a cabo cuando transforma sus novelas en películas?
Comparable en cierto sentido, muy diferente en otro. Un idioma es una forma de ver el mundo, pero en ambos casos se trata de palabras. Yo he procurado que mi español transmita lo que transmite el inglés de T. E. Lawrence, con la ventaja de que, en lenguas distintas, ambos usamos la misma herramienta. El cine es otro lenguaje, juega con otras cartas.

Al final de cada libro usted incluye las fechas y ciudades donde lo escribió. ¿Escribe sobre lugares que ya conoce o imagina primero la historia y luego visita sus escenarios para ambientarse?
Ha habido de todo. Pero cuando describo un lugar real, prefiero haberlo pisado. Y he viajado muchas veces para poder escribir sobre lo que he sentido al pisar y ver el terreno, que siempre es mucho mejor que hacerlo de oídas. De hecho, eso me ha aclarado mucho las ideas en algún momento en que tenía dudas sobre la historia.

Es usted un escritor muy prolífico y, además, sus obras conllevan una exhaustiva documentación previa. ¿Cómo se organiza su jornada laboral para escribir tanto y tan bien documentado?
Para lo que te gusta, no hay horas ni horarios. Y a mí esto, qué le vamos a hacer, me gusta mucho. Eso sí, procuro planificar lo que voy a hacer, eso permite aprovechar mejor el tiempo.

Lee esta entrevista en el especial de ExPERPENTO y Booket para la Feria del libro:

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