Violeta Veinte nos presenta [Alorí]


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Entrevista de Reyes Muñoz
Fotografía cortesía de Emana Comunicaciones

Se da un extraño fenómeno. Hay artistas que despiertan un no sé qué poético en los y las periodistas, como si para hablar de ellas, o de la música que hacen, tuviéramos que tirar del Gustavo Adolfo Bécquer que llevamos dentro y demostrar que su creatividad y su belleza inspira bonitas entradillas para las entrevistas. Violeta Veinte es el caso, y me he tenido que parar a respirar tres veces antes de ponerme cursi y hablar de mixturas y emociones.

Alorí es el primer disco de Violeta Veinte, un EP en el que sobre todo hay trabajo, sabiduría y talento y no hay nada habitual: ni ritmos, ni melodías, ni acordes, ni instrumentos, ni la forma de tocar los instrumentos… ni siquiera la voz se ajusta a lo que debe ser. Para que entendáis el fenómeno «musa» de esta mujer, os animo a ver el ExVITA, y para bajarla a tierra, leed la entrevista completa.

Violeta Veinte en ExVITA:

Háblame del nombre del disco, Alorí, que es una historia bonita.

«Alorí» es una palabra que decía mi abuelo Arjimiro, para jugar al escondite. Decía: «Alori que te vi» y entonces tenías que contestar algo. Y de hecho nos hemos estado saludando con «alorí» en lugar de «hola» durante muchísimos años. En la familia nos saludamos diciéndonos a «alorí»… y me parece una palabra muy bonita. Quería ponerlo para hacer un homenaje a mi abuelo, pero es un homenaje también a las provincias, a la gente del campo… aunque luego la música de este proyecto no es puramente folclórica, ni muchísimo menos.

Soy de Castilla y sí que estás tocando con tu música algo que tengo ahí dentro. Me resulta extrañamente reconocible…

Siempre me cuesta hablar de estas mixturas. Yo creo que es como una mezcla de músicas actuales como el indie mezclado con jazz, porque tiene un poco de improvisación, pero tampoco es jazz, y se mezcla con un poco de folclore. Pero que tampoco es folclore… simplemente al final, una suelta lo que ha escuchado. Entonces, yo me he alimentado de todo eso, y es lo que ha quedado ahí.

Mira, en «Color Sierra Guadarrama», cualquiera que comparta una experiencia cultural o vital similar, aunque sea en tiempos diferentes, sabe lo que está escuchando. A mí inmediatamente me viene gente bailando la jota a la cabeza, ¿entiendes?

Justo en esta canción es verdad que, por alguna razón, cuando la compuse, ya me estaba imaginando lo que la acompañaría. Sobre todo el ritmo del paloteo, que es muy poco convencional en estas músicas, que consiste en hacer simplemente tran, tran, tran, ¿no? Es una percusión simple… que no se escucha en muchas músicas… Ya me imaginaba el soniquete cuando lo compuse… por eso van así los golpes. Y claro, como me lo imaginé pues dije, «Hombre, en el vídeo tienen que salir danzantes de paloteo». Y nada, hablé con un grupo de danza de Segovia, que se llama La Esteba, y que son muy buenos. ¡Eh, no dudaron en apuntarse al lío! ¡Y se animaron un montón! Y con muy buena disposición. Lo hicieron fenomenal, la verdad. Con los trajes tradicionales… todo estuvo muy bien.

Y te has planteado a lo mejor en alguna ocasión especial, yo que sé, que te llaman para tocar en Segovia, lo que sea, llamarles para el concierto…

Claro que lo he pensado, lo he pensado un montón de veces. Sí, y tengo pendiente una conversación, de hecho. Sí, sí. De repente le sumas danza a la música y como que abres otra puerta, ¿no?

Ese sitio interior que aparece en el videoclip, ¿qué es?

Es una maravilla (risas). Ese sitio se llama La Casa del Esquileo. Está en Segovia, en un pueblo de Segovia. Es una antigua casa de esquileo, literal, donde hacían la lana, porque Segovia tenía una gran industria pañera allá por el siglo XV… Me lo invento (risas). La familia propietaria se lo vendió a otra familia y ellos lo tienen como para bodas. Es un sitio enorme, superchulo, precioso… y hacen allí pues eso… bodas, banquetes y celebraciones. Para eventos culturales lo ceden, porque si no me hubiera costado un pastizal. Me lo cedieron. Superchulo, el sitio es una pasada…

¿Hay alguna relación entre la música y tu carrera profesional? Te licenciaste en Ciencias Ambientales, lo pones en tu presentación, en tu bio… así que no sé si debemos pensar que hay conexión…

Lo estudié, lo que pasa que no me he dedicado a ello jamás. En cuanto lo terminé les di un disgusto a mis padres, porque les dije «mamá, papá, echo de menos la música, voy a retomar el violín», y sí, me puse a estudiar como una loca, hice el superior de de jazz en en ESMUC, en Barcelona y hasta aquí… hasta hoy sigo dedicándome a la música y es lo que me gusta.

Igual es que leí la bio antes, pero te prometo que al ver el videoclip de «Color Sierra Guadarrama» quise ver una defensa de ese ecosistema…

Bueno, a ver, o sea, sí… Es que es verdad… Yo estudié Ciencias Ambientales por algo. A mí esas cosas, pues me gustan, yo soy muy campera. Soy muy paseadora, muy montañera. Me encantan los animales… Pero al final, eso no tiene nada que ver con la música que hago, yo creo. Es una cosa de mi personalidad, no diría que está ligada a mi parte profesional musical.

¿Cómo empieza una a tocar el violín tan pequeña? Es decir, ¿te gustaba? ¿Te obligaron tus padres?

Pues mira, a mí me encantaba la música. Yo era una niña friki. Bailaba Las estaciones de Vivaldi en el salón de casa. Y me encantaba, me encantaba… Mis padres me llevaron a clase de piano. Me metí a cotillear en una clase de flauta… y cuando me metí a cotillear en la clase de violín dije, «Yo quiero este». ¡Y en qué momento! Aunque es un instrumento maravilloso, es un instrumento del infierno, también. Te exige mucha dedicación.

La verdad es que yo lo disfrutaba mucho… pero jamás de los jamases, siendo pequeña y adolescente, me planteé dedicarme a la música… nunca. Y además, en el conservatorio los profesores me suspendían, nadie me animaba a estudiar música. Sí que hubo un profesor en el instituto que me dijo, «¿Por qué no estudias música?»… Tenía muy buen oído, sacaba mucha música de oído.

Pero no sé, no estaba dentro de mis planes… También es verdad que yo no sabía que podía hacer esto. Yo sabía que los músicos, que los violinistas tocaban música clásica, y eran concertistas, y tocaban orquestas sinfónicas, y hacían conciertos… pero de música clásica. Me encanta la música clásica hoy en día, pero no era una cosa que yo me viera haciendo en ese momento… ni ahora tampoco.

«¡Es que no puedes verte las cuerdas vocales!»

¿Y la voz? ¿Cuando descubriste que tenías ese instrumento?

Pues por puro aburrimiento de este otro (enseña el violín)… Yo creo que un día dije… ¿Qué otros instrumentos puedo tocar? Y toco un poco piano, la mandolina… La voz es un instrumento que tenemos todos. Y jolín, me cuesta también controlarla bien, es difícil. Yo no he cantado de pequeña, hay gente que lleva cantando toda la vida y que lo tiene superintegrado… Pero para mí, no es así, necesito a veces… ¡Es que no puedes verte las cuerdas vocales! Pero bueno, sigo trabajándola y me gusta mucho, me lo paso muy bien cantando, la verdad.

No sé sí es porque te sale así, pero usas la voz como un instrumento, me parece, en modo session…

Sí, es lo que me sale, yo creo. Me sale un poco ¿raro? Pues eso, hago un poco mezcla…

Haces con la voz lo mismo que con el violín, lo hemos visto en la sesión ExVITA… Tocas el violín de manera tradicional, pero también lo agarras como un ukelele, al pobre… Esto es muy del jazz, creo… o yo qué sé…

Claro, por eso te digo. La voz tiene el handicap de que no puedes ver las cuerdas, no ves donde pones los dedos, como en el violín o en el piano. Las notas están un poco más… son más difíciles de distinguir, yo creo. Yo ahora lo he hecho improvisando, cantando… porque me he montado este set. Si lo hago con la banda, no improviso cantando, improviso con el violín básicamente.

Hablé con Silvana Estrada.

Ay, por favor, qué maravilla.

Me estás recordando mucho a ella en tus ¿filosofías? Ella también tiene una formación jazzistica y la usa como le da. la gana… y también evita improvisar demasiado con la banda…

Ya, la banda que toca conmigo son músicos de jazz… o por lo menos que se han formado en jazz, entonces todo tiene un deje. Yo les he llamado a ellos porque quiero músicos de jazz y no llamaría a otra gente. Porque músicos buenísimos hay un montón, pero cuando son músicos de jazz, miran la música diferente, ¿sabes? Saben que tienen un espacio donde ellos tocan, que está dentro de una partitura que tiene los acordes… ellos saben que son un poco libres para improvisar acompañando. Dentro de unas claves y unas directrices y demás, pero eso me gusta…

Yo no tengo tampoco la capacidad de llevar siempre la misma banda. Para poder hacer eso tienes que ofrecer un número de conciertos alto, que ellos se guarden las fechas. Entonces, yo casi para cada bolo, estoy llevando a músicos diferentes, pero bueno, con todos ya he tocado más veces. ¡Y me gusta mucho! Es más curro, pero me gusta mucho, porque cada uno de ellos toca las canciones de una forma diferente. Al final, las canciones son las mismas siempre, pero algo tienen diferente… Entonces, es como que esa canción solo va a pasar esa vez, con esos músicos, y de esa manera.

¿Volvemos al disco? ¡Que sólo hemos hablado de «Color Sierra Guadarrama»!

¡Sí! Son cinco canciones. La más folclórica, por así decirlo, es «Color Sierra Guadarrama». Las otras tres son «Azahar», que es la otra que he tocado. «Sonriéle» , «Disfraz de ganador» y «Jornada de reflexión». Creo que las he dicho todas.

¿Empezamos por «Jornada de reflexión»? ¿Hay algo político ahí?

Va precisamente de una jornada de reflexión. Es una canción política, lo que pasa que es bastante metafórica. A mí me gusta mucho usar las metáforas en las canciones. Para mí tienen un tono poético, pero la gente que las escucha, pues muchas veces no entiende de qué estás hablando. Yo creo que en esta, si ya ves el título, pues puedes entender de qué va el resto de la letra.

«Disfraz de ganador» no tiene nada de político… aunque por el título lo parezca.

Como «Jornada de reflexión», no tiene estribillo, son canciones que escribí sin estribillo. Es una canción es como solo una estrofa. Es como… ¿Sabes los romances que no tienen estribillo? Que es una estrofa que se repite y se repite pero con letra diferente, pues es un poco este rollo. En «Disfraz de ganador» solo es la melodía la que se repite y no es siempre igual. Se va cambiando un poco, pero al final, no, es otra melodía, no es un estribillo. No sé si me estoy explicando. Me estoy explicando fatal.

….

….

A ver, es que explicar la música es una cosa complicada… Yo creo que es mejor que la escuchemos para entenderte…

Pues eso… es un tema que no tiene estribillo, que tiene mucha parte de improvisación en la parte instrumental. Y que habla justo de cuando en una ruptura de pareja, hay como una competición a ver quién está mejor de los dos, ¿no? Y entonces por eso hablo del disfraz de ganador, tú te pones un disfraz, el otro o la otra se pone otro, y en realidad es solo un disfraz. Y me falta «Sonríele»…

….

….

Y «Azahar». Pero háblame ahora de «Sonríele»…

El estribillo básicamente dice, «Si no pues con el enemigo sonríele.» Y ya está. Y «Azahar» es la canción que toqué en la sesión, antes.

Que tiene también un poso muy político, ¿no?

No, no es exactamente política. Bueno, a ver, si lo piensas todo es político, pero yo tengo en mi vida cerca a una persona que tiene una salud mental bastante delicada. Entonces, vivirlo cerca es muy complicado porque te estás debatiendo todo el rato entre cuidar de esa persona o cuidarte tú. Nos pasa a mucha gente y es un tema del que se habla poco. Todos tenemos a gente cerca que tiene problemas de salud mental, si es que no los tenemos nosotros mismos.

Y entonces «Azahar» habla de eso: «Tú y tu galaxia de guerra civil, tú capitana de la tierra hostil». Pues eso es una persona que no tiene la culpa, de que los que estamos a su alrededor, sintamos mucho dolor, muchas veces… y ella siente la que más. Eso es así. Pero bueno, pues eso, como yo no estoy en su cabeza…

Con este punto de vista, me parece más preciosa, si cabe. El otro día estuvo por aquí Xerach. Al poco, me enteré que ibas a venir tú, y al poco me llegó «Si yo soy Chavela, tú eres Frida», en cuya grabación has colaborado…. ¿Crees que hay una escena diferente? ¿Que se está generando algo? Yo lo estoy percibiendo, grabando aquí: mujeres muy formadas, multinstrumentalistas, con una visión súper abierta de la música…

Tengo la sensación de que este año estamos moviendo y sacando proyectos, un montón de amigas mías, músicas, no solo cantantes… instrumentistas y a veces también cantantes. Marta Mansilla ya tenía proyecto antes, pero Clara Gallardo, Xerach, Paula Vegas… en fin, somos un montonazo de gente y estamos como, todas a la vez, presentando los discos y me hace muchísima ilusión, porque efectivamente parece que que está pasando algo, ¿no? Sí, no sé, siento que a lo mejor es nuestro momento. Llevamos tanto tiempo cociéndolo… y ha salido justo todo a la vez.

«Yo utilizo la música como algo terapéutico, por eso siempre me suelen salir canciones tristes».

Pero es que además es muy particular lo que estáis haciendo… No hay una corriente, un sonido o una idea… Hacéis piececitas de un puzle grande. Son como postales de música, ¿no?

Postales musicales, sí, es verdad. Este disco no nació con intención de ser ningún disco. Yo tuve una época en la que trabajaba bastante menos que ahora, por suerte y por desgracia. Y entonces tenía más tiempo para componer. Yo utilizo la música como algo terapéutico, por eso siempre me suelen salir canciones tristes. ¡No haces terapia cuando estás de puta madre, ¿no?! Haces terapia cuando estás un poco jodida. Entonces, ahí es cuando me salían más las canciones. Las empezaba a componer con la mandolina y yo creo que es lo que ha generado que las canciones estén conectadas entre ellas. Yo creo que sí, que es el instrumento con el que las compuse, la mandolina, y la voz.

Y esa es otra. Hemos hablado del violín que ya dentro de la música independiente es raro. Y tú vienes con una mandolina. ¿Cómo llegas a la mandolina? Cuando me enviaste el rider… me sonó a instrumento del medievo o algo así… ¡Y tienes una mandolina eléctrica!

Pues mira, claro, es que si eres un poco friki, pues te acabas enterando de estas cosas… Esta es una mandolina eléctrica, que tiene cuerda simple, que no tiene cuerda doble, que es como son las habituales… Y resulta que es que la mandolina tiene la misma afinación que el violín. Los acordes son diferentes, porque en el violín, en principio, no se hacen acordes. Estaba un poco cansada del violín. Y… ¡porque molaba el nombre! También mola el nombre de mandolina eléctrica.

Es verdad, mandolina eléctrica mola. Es muy minion. ¿Vamos al proyecto? Porque tú has estado de gira con gente que mueve mucho… y ahora te enfrentas a un mundo nuevo, a levantar tu proyecto desde cero, con tu violín, tu mandolina y tu talento… ¿Cómo ves el futuro? ¿Te ves en el Wizink?

No, ni muchísimo menos.

¿Por qué no?

No, no, y menos poniéndole mi nombre a un proyecto. Si eso sucediera, me encantaría que fuera algo compartido, no mío. Creo que ahí es donde los artistas a veces empiezan a peligrar, cuando le ponen su nombre propio a un producto que se convierte en su persona… Entonces, sé que hay gente que lo pasa verdaderamente mal con esto y que tiene un poco de conflicto interno de quién soy yo, ¿soy yo o soy mi música? No, no, no me gustaría. Prefiero que sea con los proyectos de los demás.

¿Cual es tu sueño?… Supongo que sí que te gustaría que todo el mundo escuchase tu música, ¿no?

Eso sí, claro… ya que grabas un disco y te dejas ahí la piel, pues mola que lo escuche la gente y que cuanta más gente lo escuche… Hombre, y que si tengo que llenar el Wizink lo lleno, ¿eh? De momento voy a ver si lleno el Café Berlín, el 18 de mayo.

Que el Café Berlín es muy bonito y suena mejor que el Wizink…

Es verdad, ¿no? A nivel sonido, que es que el Wizink retumba, es como un polideportivo. Te hace una rever y una bola… en el Café Berlín eso no pasa…
Pero sobre lo que preguntabas de los sueños… Me gustaría poder tocar el disco más y tener un poco de continuidad… Me gusta tocarlos con gente diferente siempre, pero también me gustaría poder darles a los músicos que me acompañan más bolos…

A mí me pasa una cosa. Cuanto más tocas las canciones ajenas, más las amas, se hacen tuyas… Me gustaría poderles dar ese espacio a los músicos, para que hicieran ellos también más suyas mis canciones. Todos los conciertos que puedan salir, fenomenal. Yo estoy loca por tocar siempre. Me gusta tocar con los demás y las cosas de los demás también. No me gustaría tener que dejar de hacer eso por tocar lo mío, creo que me cansaría un poco. Me gusta la variedad.

«Variedad, yo creo que ahí, en ese punto, es cuando te lo pasas pipa en la música».

A mí me encanta como lleva su carrera Rozalén. No descansa… Y ahora, me has hecho pensar que igual apoya a tantísimos artistas de una forma tan tremendamente generosa, para no aburrirse…

Eso, eso, es es lo que a mí me gusta. ¿Tú sabes quién son los Fetén Fetén?

Sí, claro…

Yo veo que curran muchísimo, muchísimo. Cada vez que sacan la típica lista con los bolos de verano, es que no hay un día que libren. Es una pasada. Pero a mí me encanta, porque ellos están todo el rato tocando con gente diferente y no hacen nunca el mismo repertorio. Van cambiando mucho y de repente les sale esto, les sale lo otro… O sea, variedad. Variedad, yo creo que ahí, en ese punto, es cuando te lo pasas pipa en la música.

En el concierto del Café Berlín estarás muy bien acompañada…

El concierto del Café Berlín el 18 de mayo… con Erika López al piano… teclados, Javi Rubio, guitarra y coros, Mario Carrillo en el contrabajo, y Marc Piñol a la batería. O sea, un montón de gente y luego colaboraciones sorpresa… No te la digo,  es sorpresa, y si te lo digo, no es sorpresa (risas).

¿Y el repertorio?

Vamos a hacer las canciones del EP, pero también vamos a hacer otras canciones, alguna versión del repertorio popular y otras canciones que he compuesto que no están dentro del EP, que son un poco diferentes… pero que al final también tienen un poco de continuidad.

Es decir, hablan del futuro.

No es que hablen del futuro, sino que al final, como lo compongo todo yo, pues algo se tiene que parecer…

¿Quieres hablarnos de algo más? Por ejemploo, de quienes te han acompañado en el disco…

Ay, sí, ay, ay. Eso es importante. Carlos González de Barcelona grabó los contrabajos, menos en «Color Sierra Guadarrama» que los grabó Javier Moreno. Borja Barrueta grabó las percus, menos en «Color Sierra Guadarrama» que grabó Rodrigo Muñoz. ¿Quién más? Lucas de Mulder grabó la guitarra en «Disfraz de ganador»… Luis Soler grabó la trompeta en «Sonríele». Y luego también para «Color Sierra Guadarrama», grabamos un cuarteto de cuerdas Alejandra Ureña, Milena Brody, Blanca García y yo.

Y lo grabamos todo en un estudio que se llama Fania Estudios, cerca de Alonso Martínez con Mario Carreón, que es baterista. Estaba él como técnico de estudio a los mandos y me ayudó muchísimo editando pistas… Julio hizo un trabajo de edición muy muy bueno y luego la mezcla la hicieron Sergio Fernández y Manuel Pájaro, que es un tipo estupendo… hay un tema que lo salvó él… Si no llega a estar él, «Sonríele» no sale. Hizo una mezcla espectacular, porque había muchísimas pistas y entonces él hizo ahí su magia.

¿Y cómo cómo surge todo eso? Es decir, ¿tú les conocías?

A los músicos, los conocía a todos, pero a los técnicos que hicieron, no. Fue un poco por recomendación de los músicos mirando agendas…

Y coordina todo eso, claro… Me has dicho que te gusta ver lo que surge, ¿les pasaste los temas cerrados?

Por ejemplo, para el cuarteto de cuerdas, sí que escribí yo un arreglo. Pero para todo lo demás, yo escribía la canción, con los acordes y la melodía, y ahí ya los músicos… Como son músicos de formación de jazz, ya saben ellos más o menos lo que tienen que hacer o van probando… Tú les puedes decir: «Pues un poco más tal», o «un poco menos cual». «Llénalo un poco más» o «vacíalo». Por ejemplo, en «Jornada de reflexión» dije: «Yo me imagino como si fuera una marcha, con los militares ahí…» Son muy buenos músicos, tienen muy buena oreja, han entendido muy bien qué es lo que pedían las canciones… porque eso no sucede siempre.

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