[Cuando cae el otoño] de François Ozon


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Texto de BiPaul

Dirigida por François Ozon, con guion de François Ozon y Philippe Piazzo
Con Hélène Vincent, Josiane Balasko, Ludivine Sagnier, Pierre Lottin
Francia, 2024

Troto a los cincuenta: me imagino joven y me siento mayor. Los últimos diez años han sido especialmente duros, y me han dejado unas cuantas cicatrices; y creo que ese es el motivo por el que han pasado volando. Por el medio, agradezco que estoy vivo. Tiendo a manosear una teoría de Milan Kundera que mantiene que la velocidad nos ayuda a olvidar.

Otro de los efectos secundarios de la pitopausia es que me quejo mucho, me quejo de bobadas, aunque me quejo poco de lo que debería quejarme. Fijaos, estoy aprovechando esta columna para quejarme y es porque he visto Cuando cae el otoño.

Más allá de si me gustan o no las películas de François Ozon debo decir que me pasa con él lo mismo que con Milan Kundera: me cae muy bien porque explica sus miserias sin justificarlas, ni esperar respuesta. Tampoco voy de adalid de nada, que a mí me guste o no me guste algo, es una cuestión menor y no es me considere insignificante, es que pienso esto de todos los críticos: me la pela si a Bollero no le gustan las pelis de Almodóvar. Me suelo fijar más en las distribuidoras de las pelis que en las críticas de las mismas. De hecho, suelo hacer un proceso inverso: busco las críticas después de ver las películas por ver si coincidimos. Caramel distribuye Cuando cae el otoño y la peli es francesa. Yo sé que esta distribuidora elige muy bien las pelis francesas que trae para España. (Dos párrafos sin decir nada sobre el film debería puntuar como buen crítico ¿no?)

La película nos cuenta la historia de dos señoras que viven en un paraje rural, ambas con una relación complicada con sus vástagos. Ellas son Michelle (Hélène Vincent) y Marie-Claude (Josiane Balasko) que con más de setenta años están como rosas. Michelle está cabreada con su hija, que no la deja ver a su nieto tantas veces como le gustaría. El hijo de Marie-Claude está en la cárcel. Nos situamos en el momento en el que Valérie (Ludivine Sagnier) aprovecha las vacaciones para llevar al niño a ver a su abuela que coincide con la salida de prisión de Vincent (Pierre Lottin). Unas setas venenosas son el macguffin de este film que transita por los géneros del telefilm bestia y el thriller rural y resulta en una comedia tan negra como la noche. Lo dejo dicho: me ha encantado.

¿Quién soy yo en la peli de François Ozon? Soy los hijos. Detecto en la arrogancia de Valérie el rasgo de quien trata como un estorbo a su madre sin pensar en que el tiempo pasa y no se recupera. Pero a Valérie su madre no la estorba, sino que la repugna. Ozon crea motivos a Valérie para estar enfadada, que son motivos no justifican nada. También detecto en Vincent la culpabilidad de quien la pifia y anda arrastrándose no tanto por la pifiada como por la sensación de haber defraudado a su madre. Cargándose de buenas intenciones, la pifia mucho (mucho, mucho) más. ¿Quiénes son las protagonistas de la película? Los hijos no. Son las señoras, en concreto Michelle.

François Ozon me parece un especialista en grandes finales. En Cuando cae el otoño es un gesto muy sencillo: la abuela le da las llaves de su casa al nieto. Cuando la veáis, pensad en todo lo que representa. Y es aquí cuando me iba a poner a traducir a François Ozon, pero he descubierto que la distribuidora ha incluido una preciosa entrevista en el dossier de prensa.

Basada en datos autobiográficos:

«Mi historia personal. Cuando era niño, una de mis tías organizó una comida familiar para la
que preparó setas recogidas por ella. Durante la noche nos pusimos todos enfermos, excepto ella, que no las había probado. El incidente mefascinó y sospeché que mi tía, tan amable y generosa, había querido envenenar a toda la familia (un poco lo que yo deseaba muy dentro de mí)».

El foco de Ozon

«Vuelvo a tocar el tema de la culpabilidad y el asesinato, pero con otro tono, en un ambiente más al estilo de Simenon, un autor que siempre me ha gustado. He querido que la puesta en escena fuese sencilla y amable a la vez, pero que estuviera atravesada por una corriente de tensión y de suspense por lo mucho que hay en juego para cada uno de los personajes, que se enfrentan a casos de conciencia complejos, más allá del bien y del mal».

«Quería fundir en la narración la dificultad que representa envejecer con un aspecto de thriller. Decidí dejar numerosos elementos fuera del encuadre y dejar muchas cosas sin explicar, lo que permite al espectador construir su propia película y su propia interpretación en cuanto al comportamiento de Michelle o de Vincent, el hijo de Marie-Claude, y del que
solo sabemos que ‘hizo tonterías’. La vida nos ofrece a menudo e inesperadamente el cumplimiento de algún deseo de lo más secreto».

Los prejuicios

«Tendemos a santificar e idealizar a las personas mayores, a olvidarnos de que han vivido un pasado más complejo de lo que parece, que tienen una sexualidad y un inconsciente… Quería plasmar la ambigüedad del deseo de Michelle por volver a ver a su nieto. Nada de lo que hace es totalmente claro ni proviene de su propia voluntad. Están las circunstancias, la casualidad, la inmanencia».

«La idea de la amistad, de la sororidad, ya estaba presente en Mi crimen, con las dos chicas que se ayudan mutuamente. Aquí se trata de dos mujeres mayores, dos mujeres que han compartido un trabajo, un pasado… Me apetecía filmar cómo disfrutan estando juntas. Michelle y Marie-Claude son lo más parecido a dos hermanas, aunque es obvio que una lo pasó peor que la otra. Marie-Claude no tiene la fuerza de Michelle, ni su falta de moral. No sabe acomodarse a la realidad; para ella son auténticas bofetadas que duelen, y acaba enfermando. Se siente responsable por su hijo, que ha pasado un tiempo en la cárcel, se siente culpable y se pregunta qué hizo mal como madre. Pero Michelle se consuela con mayor facilidad: ‘Hicimos lo que pudimos’».

Sobre los hijos

«El pasado de Michelle y de Marie-Claude es una china en el zapato de sus hijos. Me documenté en profundidad, y por lo que vi, hay dos reacciones: o bien el hijo opta por defender a su madre pensando que es una víctima, que debe ayudarla a tener una jubilación, etcétera… O bien rechaza a la madre porque lo que hizo le choca y le parece inmundo. Los comportamientos de Vincent y de Valérie representan un poco los arquetipos de las reacciones, aunque sean bastante más complejos».

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