PerfileX: Paloma Chamorro


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Texto de Reyes M. de la Sierra

La filósofa de la acción

«Yo nunca he querido montar follones, crear polémicas, ni nada parecido. Mi único interés fue ensanchar los límites de la libertad de expresión. Lo hice durante la dictadura franquista y lo he seguido haciendo toda mi vida».

En 2004 nació ExPERPENTO. En 2005, se repuso La edad de oro en la televisión pública. Los inicios de los dosmiles eran tiempos de añoranzas. Quienes habíamos crecido con frases como «Viva el mal, viva el capital» éramos pequeños para ver La edad de oro, así que queríamos saber más de aquel programa mítico de variedades culturales que comenzó con una actuación de Kaka de Luxe y que seguramente, fue semilla para la idiosincrasia de la juventud en la que encajábamos, que teorizaba de cosas pedantes compartiendo un mini de calimocho, tirada en cualquier plaza.

Vi varios capítulos de la reposición y me enganché a Paloma Chamorro. Yo era adulta, periodista, hacía una revista cultural y me dije: «Quiero ser como esa tía». No hablo de inspirarme en Paloma Chamorro, sino de copiarla. De copiar su formato y trasladarlo a una revista de principios del siglo XXI. Y también de copiar su actitud. En aquel plató alguien enseñaba el pubis y Paloma Chamorro permanecía inalterable. No he encontrado la cita para transcribirla de manera literal, pero enmendaba la plana a un entrevistado —juraría que era David Johansen, pero seguro que me equivoco—. Le dijo algo así como que si quería escandalizar a alguien en España, lo llevaba claro.

Paloma Chamorro era incómoda. En la dictadura, hizo Trazos e Imágenes, dos programas de arte. Entrevistó a Dalí cuando el pintor estaba cancelado por la progresía. Estaba obsesionada con Robert Mapplethorpe (que la fotografió). Se dice que hay decenas de entrevistas sin montar en el archivo de RTVE. No era ni mediocre ni una impostora, era una curiosa, le interesaba conocer la mente de todos esos artistas marginales y marginados que hacían por hacer y no sabían hacer otra cosa.

He estado leyendo un montón de artículos de la época para este perfil. Supongo que cuando Paloma Chamorro falleció en enero de 2017 los grandes medios enchufaron el obituario al becario. Por vergüenza, más que nada. Mientras los periodistas internacionales flipaban, en España eran letales con la mujer que había hecho tocar en directo para nuestra televisión pública a The Smiths, Bauhaus y Lou Reed. Estuvo pendiente de juicio desde el 84 hasta el 93 por haber mostrado la imagen de un crucifijo con la cabeza de un cerdo. Ni era un crucifijo ni una cabeza de cerdo. Tras el fin de La edad de oro, hizo algún digno programa más, en un ambiente «chamorrofóbico». Al ser preguntada por «la movida», dijo: «fue publicitada después, cuando ya había muerto». Me preguntaba si no había pasado lo mismo con ella.

Cuando dudo de si el periodismo cultural puede cambiar el mundo —es muy punk hablar de música pop con un genocidio en Gaza—, pienso en Paloma Chamorro. Aunque ella acabó desencantada. En una entrevista, le decían que por qué no montaba una galería de arte y ella respondia: «No solo no abriría una galería de arte, abriría una empresa para acabar con las galerías de arte».

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