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Entrevista de Covadonga Carrasco
Fotografías (c) cortesía de Relabel
Perder a tu mejor amiga es devastador. Sin embargo, cuando, a pesar del dolor, decides rendirle homenaje y recordar su figura tal y como merece, convertir tu duelo en un montaje de imágenes, recuerdos y anécdotas sobre su vida te convierte en una narradora generosa… pero sobre todo, valiente.
Azucena Rodríguez no ha dirigido un documental en el que la figura de Almudena Grandes sea un recuerdo. La protagonista está, es ella la que se va a encargar de contarnos lo que la hace reír, lo que la cabrea o lo que la asusta. El resto de los testimonios sólo refuerzan sus palabras y nos muestra que lo que más le gustaba en este mundo era escribir en zapatillas de andar por casa.
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Te tengo que dar las gracias por el regalazo que nos has hecho con este documental. Un ejercicio de generosidad.
Es que era mi amiga del alma.
Hay que ser muy fuerte también para hacer algo así. Precisamente por eso, porque era tu amiga del alma. En un momento tan duro como es el de pasar el duelo de una persona a la que quieres tanto, ver constantemente imágenes y recordarla permanentemente ha debido de ser algo muy duro.
Gracias, sí. Te agradezco que lo entiendas, porque ha sido muy duro. Yo creo que no he hecho el duelo todavía. O sea, que yo estoy todavía en carne viva, ¿sabes? A veces algunos amigos me decían: «A lo mejor te vale para hacer el duelo». Y a mí para lo que me vale es para cabrearme más todavía porque no está aquí.
Entiendo que tiene que ser todavía más duro cuando la primera idea de este documental no era esta, sino que de alguna manera lo que se iba a celebrar era su vida.
Claro, cuando yo lo pensé, ella estaba sana, sanísima. He pasado por muchos procesos. Hice un primer montaje donde no aparecía su muerte. Yo me negaba a aceptar que no estaba. Y de pronto decía: «Vale, pues no. Pues es solo ella y se la ve a ella y nada más». Y entonces, entendí que eso no podía ser así y que lo que había que partir era precisamente de que no estaba. No me quiero hacer la víctima, pero sí, ha sido muy duro, la verdad.
Bueno, pero lo que sí has conseguido es un documental repleto de amor, muchísimo respeto y sobre todo alegría. Y dicho esto, el mayor logro y probablemente el más bonito es que Almudena está, es decir, no es un documental en el que su figura la sientas lejos. Es ella la que te lo está contando…
Qué bueno eso que me dices, porque eso era lo que yo buscaba. Por eso, en la primera fase, yo quería que solo estuviese ella, que solo apareciese ella, pero claro, no tenía material… No se me sujetaba. Además yo tenía que combatir… Precisamente por nuestra relación, tenía acceso a haber rodado cosas que cualquier otra persona no habría tenido. Momentos muy divertidos o muy locos. Pero claro, ese material no lo tenía ya, no podía tenerlo. En fin qué duro, pero bueno, si te ha gustado y si a la gente le llega, eso es lo más importante.
«Era una escritora, sobre todo, una escritora con un cable de tierra»
Muchos lectores sentimos su muerte como si fuese de nuestra familia y como ella dice: «Cuando conectas con un escritor al final sus historias están contando tu vida». Con este documental se ha conseguido que los que éramos sus lectores hayamos certificado la imagen que teníamos de Almudena sin conocerla.
Es precioso eso que me dices. Es que es tal cual… Me encanta porque mi objetivo todo el rato es ella, ¿sabes? Cómo mostrarla, decir eso, presentársela a quien no la ha conocido. Que la gente pase un rato con ella y que luego se vayan a su casa a leerla. Pero que sea ella…
En ese sentido yo no quería ninguna floritura artística por mi parte sino poner todo el empeño en que estuviese ella presente.
Esos primeros planos de los cuadernos, cómo estructura con los post- it de colores los personajes o las acciones… ¿Tuvo miedo en algún momento cuando le planteaste el rodaje del documental que se cruzase alguna línea?
No, ella se abandonó, o sea, cuando yo planteé el documental, además me acuerdo que fue en una presentación de ella, lo hice fundamentalmente porque yo, aparte de amiga del alma, era una admiradora, una loca de su literatura.
Pienso que tiene una dimensión brutal como escritora, tiene una calidad literaria, tiene una dimensión muy muy grande aquí en España y fuera y tiene a la vez una cosa que no todos los que tienen esa dimensión logran, que es que tiene cientos de miles de lectores. Eso era una mezcla muy interesante que yo creo que venía claramente por cómo era ella, por lo de verdad que era. Era una escritora, sobre todo, una escritora con un cable de tierra. Siempre con la gente, con sus lectores pero sobre todo con la gente.
Entonces quería contar eso y su proceso creativo… Ella me contaba las novelas, y para mí era flipante. Íbamos por la calle y yo decía: «y esta pobre gente, que irá a sus trabajos, a sus casas… ¿Se darán cuenta de que esta mujer está pariendo una obra de arte mientras caminamos por Barceló cruzando la calle?». Mi impulso era ese, abordar la dimensión literaria porque tenía mucho que ver con cómo era ella, lo de verdad que era, lo genuina.
Teníamos mucha confianza y nos conocíamos muy bien, yo lo que quería era hablar de la literatura de una escritora maravillosa. Esto lo digo porque no sé si me decías esto por si me quería meter en cosas personales.
Entiendo que la primera idea es la de hacer un documental, cuando ella está sana, de una manera y de pronto tienes que cambiar de idea completamente. No sé si ella, cuando hiciste el primer planteamiento, te pidió que no entrarais en más cosas que en el plano literario o confiaba tanto que te dejó hacer.
Sí, sí. También quizás porque estaba claro en nuestra relación que yo lo que quería era literatura. Entonces, los aspectos más personales para mí no venían a cuento. Más allá de las cosas biográficas, no las más íntimas, ni las más cercanas. Que a la gente que se preguntaba: «¿Cómo era ella?», pudiese ver que era una genia. Tú podías estar en un sitio con ella donde había gente muy importante y ella no estaba allí. Ella estaba con una chica que estaba vendiendo los libros para no sé qué, que tenía una prima que no sé cuántos. O sea, ella estaba donde estaba la gente. No había ninguna impostura, no había condescendencia…
«Ella buscaba a la gente normal, claro».
Eso se refleja claramente en el documental. Ella habla de justicia, de conciencia de clase, del pueblo. Lo hace todo el tiempo y da la sensación de que eso está presente en su vida en todas las formas.
Ella buscaba a la gente normal, claro. Me encanta que se vea así. ¿Sabes que me pasa a mí? Que yo llevo mucho tiempo con el documental y pierdo la perspectiva. Cuando te oigo me encanta porque son esas cosas que yo quería contar.
Es que era muy de verdad, en serio. Era una persona muy de verdad y era muy honesta y muy guay con todo el mundo, pero de verdad. La peluquera era su colega y le contaba si tenía problemas con su hijo y no sé qué… No había ninguna impostura.
Eso era muy fascinante en ella, por eso quería hacer el documental. Yo siempre pensaba: «Esta mujer con la que estamos aquí de charleta tan natural, con cualquiera, es una escritora como la copa con un pino». Hay una historia muy bonita, yo tengo una hija ya de 33 años, pero conoció a Almudena desde que era muy pequeña y para ella Almudena era la amiga de su madre. Cuando empezó a leer su literatura de pronto me dijo: «¡Pero mamá…! ¡Mamá… es la hostia, la tía como escribe!». Eso era lo bonito, esa importancia como escritora y esa importancia maravillosa como persona.
Por cómo habla de ella misma y de su literatura, parece que nunca fue consciente de hasta qué punto era así de grande. Porque una de las cosas que más fascinantes, por ejemplo, es que no hay que hacer ningún esfuerzo por imaginar lo que está contando sus descripciones. Siempre decía que a ella la salvó la literatura, pero ella creo que no era consciente de que también salvó a muchos también…
Claro, puede ser. Ella tenía una devoción por los lectores genuina. Decía: «Me dan mi libertad. Gracias a mis lectores puedo escribir lo que quiero, no lo que quieren que escriba o lo que podría interesarle a alguien que escribiese. Escribo lo que yo quiero y ellos me dejan».
Cuando tú lees sus novelas, una de las sensaciones que yo tengo como lectora es como que ella ordena el mundo de un modo, aunque el mundo sea muy bestia y muy cruel. Toda la parte de Los episodios de una guerra interminable, ella de algún modo, comprende a los personajes, los analiza…
Hay gente mucho más pagada de sí misma. Cuando yo pensaba el documental en el origen, lo que quería que se viese era como esa mujer que va en el metro y que hace la compra… Escribe lo que escribe, con la misma naturalidad. Una mujer de verdad maravillosa.
«No se quejaba nada de nada. Le podía pasar lo peor y tiraba para adelante»
Hay varios momentos en los que ella cuenta como a lo largo de su carrera, tiene varios bloqueos. Cada vez que termina una etapa de su literatura, es un: «Bueno, ¿y ahora qué?». Y cada vez que se enfrenta al vacío, vuelve a crear otra cosa todavía más perfecta que la anterior. Sin embargo, ella lo vive como un momento de «Madre mía, ¿y ahora qué? ¿Qué hago?». En el fondo esa mujer que veíamos fuerte, feroz, como decía ella, también resultó ser mucho más mansa y más vulnerable de lo que podía aparentar.
Claro, sí, sí, eso era así. Era tan guay… Pero se lo comía ella solita. Almudena resolvía por dentro las cosas y bueno, compartía… Obviamente con Luis, tenía al lado a alguien muy importante en su vida, como pareja y como escritor. Pero sí, es que ella no se quejaba. No se quejaba nada de nada. Le podía pasar lo peor y tiraba para adelante.
Era una escritora maravillosa por eso es una putada, bueno por todo es una putada, que se haya ido tan pronto, porque tenía ya dominio de su arte. Si hubiese seguido, la tía habría hecho maravillas.
A día de hoy con lo que nos ha dejado con su legado todavía creo que no ha llegado el momento de que la gente la valore realmente como debería. Hay una deuda con Almudena importante, por decirlo de forma suave.
Sí, yo también lo creo, y de hecho como te decía, mi primer impulso para hacer un documental era ese. Lo que pasa es que en 80 minutos tienes que ceñirte a una cosa. Pero sí, pelearemos. Yo pienso pelear toda mi vida porque se haga más justicia, desde luego.
«Luis es un hombre maravilloso, un amigo maravilloso y un compañero impresionante para ella».
Podría haber sido muy fácil caer en el sentimentalismo cuando se habla del amor con Luis. Sin embargo, logras sacar la belleza del dolor, en ese momento en el que Luis dice: «Te pasa cualquier cosa y no tienes a nadie a quien llamar». Qué difícil también hacer esa parte de ese documental.
Luis es un hombre maravilloso, un amigo maravilloso y un compañero impresionante para ella. Tengo mucho material grabado con Luis y la parte final en ese paseo que hacemos ya dice muchas cosas, es suficiente, no hacía falta sacar más. Por eso me encanta lo que dices, porque no quería caer, o sea, quería por un lado, no caer en esto, porque la vida y la muerte son muy duras como para andarse con pamplinas, y no quería perderla a ella de vista nunca.
De hecho, el documental, en la estructura, ella está presente y la alegría que hay siempre que está ella, y luego, claro, la parte final, pues, desaparece porque desaparece ella y desaparece la alegría.
Pero, bueno, tenía momentos, y de hecho tengo momentos que no he montado, cosas de Luis que impresionan. Pero me parecía que era mejor ese camino, porque además es un camino que ella hubiese querido y es un camino que Luis también quiere. El dolor va por dentro.
Pero me encanta que lo digas. Que eso es así. Que se vea así.
Con este documental se llora mucho, pero también se ríe mucho, especialmente con la anécdota que cuenta Mauro y que, siendo una escritora como era ella, de repente la tía va y se lee Cincuenta sombras de Grey y se molesta porque al final se casan…
Sí, sí, sí. Es que se cabreaba de verdad, jajajaja.
Hay otra cosa que llama la atención en el documental, que son sus manos. Almudena tenía unas manos preciosas.
Preciosísimas. Preciosísimas.
Y cómo las mueve, lo que dice con las manos, lo que crea con ellas…
Sí, es muy bonito. A mí me emociona Elisa cuando enseña las fotos. Elisa lleva los anillos de Almudena. Y cuando enseña las fotos a mí me gusta mucho verlos. Lleva la alianza y lleva el anillo, en fin… Pero sí, las manos de Almudena eran muy preciosas, muy preciosas. Pues como el resto de ella, supongo.
«Ahora podría hacer cuarenta mil versiones, pero si eso a la gente le llega, si sienten que han estado un rato con Almudena…»
Cuando haces el primer visionado, cuando ya está montado definitivamente. ¿Qué piensas?
Pues mira, el primer visionado, la primera persona a la que se lo enseñé fue a Luis, porque si no tenía el ok de Luis, no lo enseñaba. Entonces lo vi con Luis y con Gerardo Herrero y Mariela Besuievsky, que son los productores.
Lo vimos en la sala de montaje. Fue muy impresionante porque yo estaba sentada al lado de Gerardo, un hombre tranquilo, comedido… Y entonces Gerardo me dio un abrazo llorando y dije: «¡Por Dios, pero Gerardo!». Él había producido casi todas las películas de Almudena. Y al acabar Luis y yo habíamos hablado de irnos a comer, pero me dijo: «Perdóname, me tengo que ir a casa, no puedo». Entonces… En ese momento, bueno, lloré. Yo soy de llanto difícil, aunque ahora me está pareciendo que no, porque ahora me emociono enseguida. Pero bueno, pensé, si llega…
Luego se lo enseñé a Elisa, a Mauro… los primeros fueron ellos. Y cuando vi lo que ellos sentían me di cuenta de que lo que quería que se viese estaba, ella estaba.
Había un momento en el que tenía que parar, porque me podía haber tirado… Todo era perfeccionable, el caso es que, cuando terminé, cuando lo vi, y cuando vi estas primeras reacciones, pensé: «Bueno, como lo que yo quiero es que Almudena esté ahí…». Me dije: «Vamos, es esto».
Ahora podría hacer cuarenta mil versiones, pero si eso a la gente le llega, si sienten que han estado un rato con Almudena…
A Almudena la define su propio apellido, Grandes. Y a sus amigas también… Para sus lectores siempre será infinita.
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