Amaral: Hacia lo salvaje


Entrevista de Vicente Martín
Fotografías cortesía de Promociones sin fronteras

Después de cinco minutos en blanco me he dado cuenta de que soy incapaz de hacer una entradilla un poco original. Les conocéis de sobra y muchos de vosotros os sabréis sus canciones ¡sin tener el disco en casa! Aceptada la derrota, me voy al extremo opuesto, al de lo manido… y enmarcamos lo que sigue con un… y hablamos con Juan Aguirre, un tipo cercano, que parece encantado de hablar de su grupo, de su música y de su disco…

¿Qué supone o que esperáis que suponga Hacia lo salvaje en vuestra trayectoria?
Pues la verdad es que nosotros no nos planteamos las cosas en términos de que un disco vaya a suponer algo. Sólo pensamos en lo que queremos expresar, lo componemos, lo grabamos y a partir de ahí el disco se escapa. Ahora viene la parte del directo, que nos apetece mucho porque estamos deseando que la gente lo escuche. Eva y yo no somos de analizar las cosas, somos muy impulsivos en lo que se refiere a nuestra música.

Este verano en el coche escuchaba «Revolución» y pensé… se adelantaron a Hessel en años… En éste nos encontramos con canciones como «Como un martillo en la pared». ¿Os ha influido el 15-M o ya lo llevabais de serie?
No lo sé. Para que te hagas una idea, las canciones están compuestas desde hace un año y medio. Quizás el sentimiento de decepción, de sentirse fuera de un sistema no es algo extraño, está en el aire. Respecto a la letra de «Revolución», es muy curioso lo que dices. Eva cuando me la enseñó me comentó que había pensado en Galileo, en sus dificultades, en como los poderes establecidos se pusieron en su contra… habla de la búsqueda de la verdad y la lucha contra lo establecido. Igual es que hay una serie de temas que son universales.

El disco se terminó en Nueva York. ¿Quedó impregnada la ciudad en el sonido del disco o podíais haberlo terminado en Estocolmo y sería el mismo?
Nueva York no está en el disco, pero no porque no sea una ciudad atractiva y atrayente. Las canciones están escritas de antes y se nota que está compuesto en nuestras dos ciudades, Zaragoza de donde venimos y Madrid, la ciudad en la que vivimos. Los motivos del viaje fueron técnicos. Michael (Breuer) tenía allí su estudio, su artillería… y por eso fuimos allí a acabarlo.

Habéis estado en los Electric Lady Studios… por allí flotarán los sonidos de Hendrix o de Dylan… ¿Los sentisteis?
Obviamente sabíamos que pisábamos un sitio mítico. Vimos todos los discos por las paredes y la enorme sala donde grabaron sus discos Led Zeppelin y un montón de artistas. Pero no somos un disco muy nostálgico. Somos muy fans, nos gusta mucho la historia clásica de la música, pero no elegimos el estudio por esas cosas, sino pensando en el sonido que queríamos conseguir.

Por cierto, ¿después de lo de Alcalá de Henares siguió la relación con Dylan? Y hablo de algo personal, no profesional porque en 2004 ya no necesitabais empujones…
Digamos que nosotros no valoramos las oportunidades a nivel profesional, como tú decías, sino a nivel emocional. No vemos la música con la frialdad de una profesión. Cuando nos propusieron tocar para Dylan dijimos que sí con los ojos cerrados. Fue un subidón. Dylan no es sólo un músico con talento, con una gran carrera, es un icono de la música de los siglos xx y xxi. Si te piden que toques delante de Dylan y dices que no, ¿delante de quién vas a actuar? Hubo gente que se sorprendió de que aceptáramos, porque en aquella época ya estábamos vendiendo muchos discos. Nos preguntaban ¿porqué lo hacéis si ya no lo necesitáis?. Y yo decía «mira, no me voy ni a molestar en explicarte lo que esto significa para nosotros. Lo hicimos con verdadero respeto.

Ha habido cierta polémica con el disco este verano… Se dijo que Hacia lo salvaje iba a ser un disco más eléctrico, con guitarras más marcadas y finalmente el sonido ha sido más duro… ¿Cómo fue la evolución?
Se ha hablado mucho de eso y nosotros sólo dijimos que iba a estar más centrado en las guitarras. A partir de ahí se especuló mucho con que si iba a ser un sonido más duro, más así, más asao. En realidad es muy fácil de explicar. Cuando actuamos, Eva está en el medio, tiene al batería detrás, a la izquierda suele tener el bajo y a la derecha suelo estar yo y la otra guitarra. Un día dijo que se había fijado en que cuando escuchaba desde ese lugar las canciones con las guitarras más altas, le resultaba un sonido más personal, fuera una guitarra cañera o eléctrica o una más melancólica o suave. Ella quería escuchar las guitarras más arriba y me dijo que le gustaría ponerlas así en el disco. El resultado es que es un disco muy centrado en las guitarras. Me dijo, no necesitamos nada más que la batería, el bajo y las guitarras que tu grabes y en esa identidad es sobre la que quiero que se apoye mi voz. Por tanto, el punto de partida fue una percepción de Eva en el escenario. Hemos subido las guitarras, aunque luego hay momentos que están muy arriba, que son muy luminosos y trepidantes y otros más melancólicos. Todo cabe en un disco porque como en la vida hay diferentes estados de ánimo.

¿Y no os parece que curioso que se haya montado tanto rollo con lo del endurecimiento del sonido? Amaral siempre ha sido rock…
En realidad nosotros tenemos muchas influencias, no sólo el rock. Escuchamos todo tipo de cosas, algunas tienen que ver con el rock y otras no. Escuchamos desde música electrónica, música brasileira, reggae… músicas del mundo. Tanto Eva como yo conocimos el flamenco en Madrid, seguimos sin tener ni idea, pero nos entusiasma y cuando hemos coincidido con algún artista flamenco, lo hemos flipado. No nos gusta pensar en Amaral como un grupo cerrado, todo nos puede influir.

Antes me hablabas de Michael Breuer… ¿Cuál ha sido su aporte más palpable en el disco?
Nosotros ya le llevamos las canciones terminadas grabadas en pistas. Hay varias pistas para cada instrumento, cada arreglo va en una pista diferente. Nosotros hicimos un esbozo de cómo queríamos que sonara el disco. Él llevó a cabo el trabajo técnico para conseguir que todo eso sonase bien. Es un tío con muchísima experiencia y eso fue lo que nos aportó, su experiencia en el estudio. Él sabe hacer que todo lo que nosotros hemos grabado suene mejor, tenga un sentido sonoro. Yo lo comparo con una película, el director dirige sobre un guión, pero para que salga bien hay iluminadores, un tío que se encarga de la fotografía, otro que está en el montaje. Digamos que Michael es todo eso con respecto a lo que nosotros le entregamos.

¿Cómo ha sido el proceso de creación del disco? Porque hay temas cañeros y otros más sosegados…
Las canciones se eligen solas. Cuando Eva y yo juntamos las listas y las comparamos, más o menos coinciden. Eso es porque las vemos más terminadas, porque hay una unidad, o simplemente queremos que el público las escuche. Hay canciones que aunque nos gustan, las dejamos reposar porque aún no sabemos qué es lo que falta por quitar o por añadir. Es un proceso misterioso. Yo sé que tengo que intentar contarte como es nuestra forma de trabajar, y ni siquiera sé yo si nosotros lo entendemos. Es como cuando se va la luz en una casa y tienes que caminar a tientas. Vas buscando las habitaciones palpando, poco a poco. Así elegimos las canciones, así las escribimos y así hacemos casi todo.

¿Y el orden de las canciones también lo hacéis instintivamente?
Eso ya no. El orden lo hicimos pensando en grabar el disco en vinilo, con una cara A y una cara B. Intentamos que tuviese una unidad lógica, que nos gustase escucharlo de esa forma. Así sí que fuimos más racionales, pero eso ya fue cuando las canciones estaban completamente terminadas.

En el disco hay una canción que se llama «Hacia lo salvaje»… ¿El single es una pieza más del disco o reúne toda la esencia?
Es una pieza más. No pensamos en discos conceptuales ni en conciertos de singles. Sí que «Hacia lo salvaje» tiene un espíritu que nos hacía querer que la gente comenzara a escuchar por ahí el disco, pero no es un resumen.

 

«Hemos subido las guitarras, aunque luego hay momentos que están muy arriba, que son muy luminosos y trepidantes y otros más melancólicos. Todo cabe en un disco porque como en la vida hay diferentes estados de ánimo»

En este disco, al que se le prevé una larga vida, hay cuatro canciones que podrían ser las cuatro ruedas del 4×4, por decirlo de alguna forma… «Hacia lo Salvaje», «Antártida», «Robin Hood» y «Montaña rusa»… ¿Lo percibes así?
Pues sí, pero yo añadiría una quinta: «Cuando sube la marea».

¿Cómo es el proceso de enamoramiento con las canciones? A unas se las quiere más que a otras, a todas por igual… cuando pasa el tiempo, cambian los gustos…
Nunca hemos grabado nada que no nos provocase algo, un estado de ánimo concreto. Nunca hemos grabado una canción para rellenar, y el día que nos lo planteemos será mejor que nos quedemos en casa y nos dediquemos a otra cosa. Empezamos la gira tan pronto porque queremos tocar el disco entero, las doce nuevas más otras veinte de otros discos. Cuando llevas un tiempo, empiezas a ver las cosas cambiadas aunque no somos muy de arrepentirnos. Pero alguna vez sí que nos ha pasado. Por ejemplo, y es la primera vez que lo digo y aprovecho para pedir perdón a la canción: en el disco anterior metimos «Tarde de domingo rara» y creo que la manera de grabarla fue un error. Cuando la tocamos con otro ambiente, en los conciertos, tiene una dimensión que no alcanzó en el disco. En seis discos, es normal que alguna vez pase esto, pero por eso, con éste, antes de grabarlo estuvimos tocando las canciones en garitos pequeñitos, casi sin escenario, delante de muy poca gente. Queríamos sentirlas vivas antes de grabarlas y averiguar qué nos pedían. El público creía que estaba en un concierto íntimo de Amaral, pero en realidad, todo formaba parte de la grabación del disco.

Por un lado Amaral es independiente en su sonido y al mismo tiempo tiene hordas de fans… y os pasa algo muy raro en España y es que aún así se os respeta muchísimo… Con todo eso en las espaldas… ¿cómo es el proceso de creación del disco? ¿Pesa?
Yo creo que la clave es mirar dentro de uno mismo. A mí me costaría mucho si no estuviera al lado de una persona como Eva. Cuando estás de gira es muy divertido: conoces a mucha gente, nos encanta viajar y cada día te despiertas en un hotel distinto, haces entrevistas, te encuentras con seguidores… eso está muy bien, pero para hacer un disco necesitas meterte en una burbuja. Cuando Eva y yo nos ponemos a trabajar, intentamos alejarnos del mundo, al mismo tiempo que nos convertimos en observadores. Ahí sale la filosofía de Amaral. Al principio es muy caótico y poco a poco vamos encontrando la forma. Luego ya se lo enseñamos a la gente. Somos muy respetuosos con los que nos apoyan, porque sin ellos Amaral no sería lo mismo. Somos el producto de muchas casualidades, y una de ellas es que el grupo ha llegado a muchísima gente. No sabemos la razón de por qué la gente se identifica con nosotros, pero estamos agradecidos y encantados.

Y con lo anterior ¿cómo conseguís matar al bicho de la autocomplacencia?
Somos los críticos más duros, mucho más que cualquier crítica que puedas leer. Nos conocemos desde siempre, Eva era menor de edad cuando nos cruzamos. Todo nos tiene que gustar a los dos, aunque solemos coincididir. La primera vez que escuché «Hacia lo salvaje», con Eva, una acústica y sin arreglos tuve una reacción bestial, de decir, oh, es una pasada…

Una pregunta personal… ¿cómo os sentisteis cuando cerraron El Central de Zaragoza?
Pues El Central era un sitio donde teníamos amigos. También había un estudio de un chico que era amigo nuestro. No era sólo El Central, era una zona de bares en Zaragoza donde podías escuchar muy buena música. Allí estaba El fantasma de los ojos azules, el Cairo, estaba el Embruto… Eran sitios donde aunque no tuvieras dinero para comprar discos, cuando ibas por las tardes o por las noches descubrías música muy buena. Esos bares han sido muy importantes para nosotros. Ahora mismo hay otros que creo que siguen abiertos y que recogen el espíritu de esos en los que la música era muy importante, como el Tiger Lyly, El mar de Dios o La lata de bombillas?

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