Los asesinos en serie según Janire Rámila


Entrevista de Reyes Muñoz de la Sierra
Fotografía cortesía de Nowtilus

Para escribir este libro es necesario estudiar los más cruentos crímenes, tomar notas, mirar fotografías… Con el trabajo de campo sobre la mesa ¿cómo se afronta la escritura? Lo más comercial sería poner un caso tras otro, con fotos de los depredadores y de sus víctimas. Lo más digno pasa por concebir un texto como el de Janire Rámila, donde los casos son meros ejemplos que sirven para ilustrar el contenido. En Depredadores Humanos encontrarás mentes perversas y homicidios sangrientos, te pondrás del lado de las víctimas y comprenderás a los investigadores. Eso sí, lo que no encontrarás es ni un ápice de morbo. Se agradece.

En el diccionario de la RAE psicópata es una persona con psicopatía. ¿Estás de acuerdo con la definición? ¿Hasta qué punto podemos considerar a los psicópatas personas?

Está claro que alguien que padezca de psicopatía es un psicópata, lo que sucede es que dentro de esta calificación existen muchos grados. Las confusiones se deben a que en el campo de la salud mental aún existen muchos prejuicios y muchísima desinformación.
En este sentido, los psicópatas pueden ser personas como nosotros, aunque con unas características antisociales más marcadas que les llevan a ser egoístas, egocéntricos, carentes de sentimientos, fríos… pero no necesariamente asesinos y mucho menos asesinos en serie. Basta un dato: en el año 2005 la OMS estimaba que en España cerca del 20% de la población sufría algún grado de psicopatía.

Lo fácil –y quizás más comercial– hubiera sido narrar una por una las historias de asesinos, tú vas de lo general, a lo particular, y conviertes los crímenes en simples ejemplos. ¿A qué responde la estructura de la narración?

Deseaba escribir un libro diferente, que explicase el mundo de los asesinos seriales en su totalidad, cómo piensan, cómo actúan, por qué eligen a una determinada víctima, qué les impulsa a matar… Como dices, lo más fácil hubiese sido narrar diez o quince casos a modo de relato, pero creo que así los lectores habrían terminado de leer el libro con la sensación de haber pasado un rato agradable o desagradable, según se mire.

Lo que yo quiero es que la gente aprenda y eso se consigue indagando en las mentes de estos criminales, adentrándonos en sus motivaciones. Como siempre dicen los perfiladores del FBI: los asesinos nos cuentan con sus actos la historia de su vida, y es tarea nuestra desentrañar esa historia.

«Existen casos de psicópatas que reconocen que son diferentes a los demás, aunque ninguno hasta el momento ha sentido remordimientos reales por sus crímenes»

¿Un psicópata sabe que lo es?

Algunos sí. Existen casos de psicópatas que reconocen que son diferentes a los demás, aunque ninguno hasta el momento ha sentido remordimientos reales por sus crímenes. Si así lo dicen, mienten. Es una realidad, no una elucubración mía. Más bien, ellos se sienten ajenos a la sociedad en el sentido de que no son partícipes de ella. Son personas que no saben, ni quieren transmitir cariño, y si lo transmiten es para conseguir algo a cambio. Son unos grandes manipuladores. Se mueven por egoísmo, por necesidad de sensaciones rápidas. No son capaces de esforzarse por nada y mienten y manipulan sin cesar.

Edmund Kemper III, a quien cito en el libro, fue un psicópata asesino norteamericano que al ser interrogado reconoció que debía reescribirse el manual de psiquiatría imperante, para describir lo que él sentía y pensaba sobre la vida y sus semejantes.

¿Cómo se convierte un psicópata en una amenaza y como pasa a ser un depredador humano?

Los psicópatas siempre son una amenaza. Psicópatas los podemos encontrar en el trabajo, en las finanzas, en la política… Imaginemos a un jefe que le gusta humillar a sus trabajadores. Nuestra vida no peligra, pero sí nuestra estabilidad emocional.

Los depredadores humanos corren por otra vía. Los expertos hablan de las cinco fases del crimen, aunque otros las elevan a nueve. De ellas, una muy importante es aquella en la que el futuro asesino realiza actos encaminados a satisfacer sus fantasías de muerte. Todavía no mata, pero practica. La mayoría de los asesinos seriales comenzaron maltratando animales, prendiendo incendios, violando a personas…

En películas y novelas los autores tratan de analizar la mente del depredador y casi siempre buscan excusas. ¿Existen puntos de redención para un ser así?

No hay excusas posibles cuando se mata, viola, maltrata… a otra persona. Quien comete alguna de estas atrocidades debe pagar por ello, con la cárcel o con otro tipo de medidas de servicio a la comunidad. Otra cosa es averiguar cómo alguien ha terminado actuando así.
Trabajos de especialistas como el psiquiatra Luis Rojas Marcos o el psicólogo Vicente Garrido Genovés, han demostrado que existen personas que tienen una tendencia innata a la violencia, pero que es la educación que han recibido, la familia y el entorno en el que han vivido, los que harán desarrollar, controlar o mitigar esa tendencia. Todos somos producto de nuestro entorno.
Aun así, con los psicópatas criminales este pensamiento es bastante diferente porque aún se desconocen las causas que forman la psicopatía. Existen casos de asesinos seriales que recibieron amor constante por parte de sus familiares y otros que sólo conocieron maltratos y abandono.
En cuanto a la redención, la experiencia ha demostrado que los psicópatas asesinos no se arrepienten de sus crímenes, algunos incluso se lamentaron de no haber podido matar a más gente. La misma experiencia que nos dicta que, cuando un asesino serial es puesto en libertad, en más del 80% de los casos volverá a matar.

Una y otra vez tratas de acabar con el mito de la psicopatía como una enfermedad mental. Si no es una enfermedad ¿qué es?, ¿se puede neutralizar?

No es una enfermedad mental por el simple hecho de que los psicópatas asesinos saben distinguir perfectamente entre el bien y el mal. Cuando matan, saben que eso está prohibido y que, si son atrapados, irán a la cárcel.
Es más bien una malformación del carácter humano. Aún se desconocen las causas que la originan. Se habla de menores índices de serotonina, que es un inhibidor de la violencia, de infancias maltratadas, de abandono parental, de aumento de la testosterona… pero nada hay concluyente.
En este sentido, lo más efectivo parece ser el control de las personas que consideramos puedan padecer psicopatía. No control estrictamente médico, también control familiar, social, afectivo…

«Las víctimas no buscan generalmente venganza, sino resarcimiento al dolor que se les ha causado y que se les den los medios necesarios para reiniciar su vida en el punto donde se interrumpió»

¿Está el sistema preparado para proteger a las víctimas?

Lo estaría si se quisiera de verdad, pero siempre se pondrá la excusa del dinero y en parte es verdad. El número de víctimas es tan elevado, que hoy resulta imposible amparar a todas. Aunque yo opino que esta es una cuestión más de voluntad y de imaginación, que de dinero. Las víctimas no buscan generalmente venganza, sino resarcimiento al dolor que se les ha causado y que se les den los medios necesarios para reiniciar su vida en el punto donde se interrumpió.
Para ellas, la compensación económica no es tan imprescindible como que se les dé la garantía de que no volverán a convertirse en víctimas. Lo que debemos darles es seguridad, comprensión, ayuda para proseguir, cariño. Evitar que su dolor se alargue con juicios fríos en los que se les pida una vez tras otra que rememoren el trauma sufrido y donde vean la cara de su agresor.
Queda mucho por hacer, pero mucho de eso está en nuestras manos. Basta con cambiar algunas normas de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y eso se puede hacer sin gastar dinero.

¿Está el sistema preparado para apartar a los depredadores del resto de los humanos?
En algunos países como Estados Unidos o Canadá, sí. Y con ello no quiero decir que apruebe la pena de muerte, simplemente que allí han tomado sus decisiones al respecto. En Canadá no existe pena de muerte, pero sí reclusión perpetua para estos criminales.
Nos movemos en un ámbito farragoso. Existe una altísima probabilidad de que un asesino serial vuelva a matar cuando sea puesto en libertad. Y, sin embargo, las leyes españolas nos dicen que, cuando alguien cumple su pena, debe ser puesto en libertad. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Contravenimos esa ley y le encerramos de por vida para evitar que reincida o lo ponemos en libertad respetando la ley, pero sabiendo que volverá a matar? Por otro lado, como no es un enfermo mental, tampoco, lo podemos encerrar en una institución mental.

Los primeros investigadores tienen características que los hacen muy especiales, casi novelescos. ¿Esto es fruto del tiempo, que se queda con los matices más brillantes o en realidad fueron personajes tan especiales?

En realidad fueron así. Comienzo esa parte hablando de aquellos investigadores que se movían entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, una época fascinante. En aquellos años las ciencias forenses, como la dactiloscopia o la balística, comenzaban su andadura. Para hacernos una idea, una gota de sangre seguía siendo una gota de sangre, el semen ni se valoraba, el estudio de los huesos ni se vislumbraba, los cadáveres se lavaban a conciencia antes de ser examinados e, incluso, se cobraba a los curiosos que deseban entrar en la escena de un crimen.
Los inspectores suplían esta falta de ayuda científica con su astucia.Yo menciono el caso del detective Frederick Abberline, de Scotland Yard. Fue la persona que investigó en 1888 los crímenes que Jack el Destripador cometió en Londres. Él fue de las primeras personas en penetrar en las tabernas de los bajos fondos buscando información vestido de paisano, algo que tenían totalmente prohibido los agentes si no llevaban el uniforme reglamentario.

¿Qué hay de real y que de «peliculero» en series como CSI?

Casi todo es «peliculero». No conozco ningún laboratorio unificado tan completo como el que aparece en esas series. Los departamentos de toxicología, balística, dactiloscopia… se sitúan en edificios separados. Tampoco es real la inmediatez a la hora de recibir los resultados de las pruebas. Y no hay una persona que sepa tanto de todo como Gil Grissom en CSI.
Lo que sí es real es la dedicación y la profesionalidad que muestran los policías y expertos forenses en sus campos de trabajo y las ganas de resolver un caso lo antes posible y con la mayor claridad.

«Depredadores humanos» de Janire Rámila

Texto de Reyes Muñoz

Janire Rámila es periodista, abogada y magister en criminología. Con ese currículo escribir un libro sobre asesinos seriales parecía una misión genética. Depredadores humanos es el título de su texto. La autora dedica la primera parte a estas bestias que por desgracia tienen un hueco en la historia.

Janire Rámila no les rinde ninguna pleitesía. Habla de ellos como lo que son. La segunda parte está encomendada a las grandes olvidadas, las víctimas, personas con pasado, presente y sin futuro. Un tercer bloque está protagonizado por los investigadores obsesionados por frenar a los depredadores.

El cine, la televisión y la literatura son medios pródigos en la creación de historias truculentas. Su gancho está en la morbosidad de los argumentos y en los deseos del espectador en resolver un guión previamente redactado. Lo escalofriante de Depredadores humanos es que las historias narradas no responden a la creatividad de un escritor sino a la de un asesino.

El libro está tan bien hilado que da la sensación de que la autora conoce los casos, no porque los haya estudiado, sino porque los ha vivido. Para defenderme, convertí Depredadores humanos en una narración de ficción. El engaño funcionaba mientras no aparecieran fieras como Tony King o El Asesino de la Baraja. Al final, muy a mi pesar, esta lectura ha abierto una brecha informativa en mis intereses. Así que leeré más sobre el tema, con la esperanza de que los futuros textos sean tan serios y pulcros como el que presentamos.

Más información en https://www.nowtilus.com/pags.php?d=O59O1327&bsi=0&bso=1

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