Javier Ruesga: en la piel de Sissi


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Entrevista de Covadonga Carrasco
Fotografía (c) coretesía de Alexandra Hernández de Bedelka Talent

Miguel del Arco es capaz de convertir textos y obras en experiencias únicas. Esta vez se ha metido en un charco con el que pocos se atreven y ha puesto en marcha un proyecto que habla de la historia silenciada de los campos de concentración de Franco.

Las noches de Tefía cuenta con un elenco en el que todos están enormes, pero en el que Javier Ruesga [Sissi], cautiva y emociona especialmente. Hemos hablado con él y nos han dado ganas de abrazarlo como nos pasa con su personaje.

Las noches de Tefía
Las noches de Tefía cuenta la historia real del campo de concentración de Tefía. Entre 1954 y 1966 cientos de presos LGTBI fueron encarcelados bajo la Ley de Vagos y Maleantes en eso que se llamó Colonia Agrícola Penitenciaria. La serie denuncia la violencia, el maltrato y la impunidad de la época. Hay moraleja, clara y directa: si no se conoce y se prevé, se repetirá.

«¿Tú no tendrás miedo a mostrar en la pantalla que eres capaz expresivamente de ser una chica?».

Cuando uno se pone en manos de Miguel del Arco, con un proyecto tan redondo como este… Imagino que se debe sentir un vértigo brutal. ¿Cómo fue? ¿Qué pensaste?

Pues mira, sí. Siento un vértigo tremendo porque lo primero que se me pasa por la cabeza es: «¿Cómo se hace esto?» Estaba rodeado de personas que para mí eran, y son, la élite de los actores. Ahora al ser mis compañeros, como que los bajo a la tierra. Pero cuando los ves en la pantalla de televisión o en tu casa, alucinas.

Me llegó una separata de casting y la verdad es que pasé mucho miedo. En realidad, la que más me animó a hacer el personaje fue mi madre. No le puedo quitar ese mérito a ella porque yo tenía muchas dudas. Y ella me dijo: «¿Tú no tendrás miedo a mostrar en la pantalla que eres capaz expresivamente de ser una chica?».

He vivido durante seis meses de mi vida siendo una mujer. Es muy impresionante y muy loco también. No me puedo comparar por supuesto con las mujeres transexuales. El otro día lo hablaba con muchas de las chicas de Vestidas de Azul. Las conocí y son fantásticas. Lo que he hecho no es compararme con ellas, pero fue muy fuerte, de repente verte y que la gente te hable como a una mujer.

En el trabajo tenía una imposición al resto. Debían hablarme como a una chica para que eso fuera creíble. Yo quería que se viera una mujer, de forma indiscutible, en el campo de concentración. Sabía que mi trabajo, por ejemplo, en el cabaret, iba por otro lado, que iba a poder sostener toda esa ropa, esa peluca, esos tacones. Ahí podía defenderlos. Pero en el campo de concentración como quien dice estaba desnuda y tenía que ser una mujer indiscutible.

La escena de la rama es una locura total. Ese momento es bárbaro. Tu lenguaje corporal, tu expresión… La situación, tan dura.

¡Muchas gracias! Fíjate que para mí fue una escena divertidísima de hacer, divertidísima, la verdad. Actuarla fue algo muy lúdico. Al final, para ella es una ensoñación. Me di cuenta al leerla. Obviamente sabía que era una escena triste, que yo pensaba: «¡Dios mío, me la matan! ¡Esta loca qué hace yéndose!». Y al mismo tiempo, me inspiraba tanta valentía: «no, no, es que yo me voy, es que lo tengo clarísimo». Está viviendo una disociación.

«Me inspiré muchísimo en mi madre, va a parecer que tengo complejo de Edipo».

El personaje es muy bestia porque tiene esa vulnerabilidad, esa fragilidad, esas ganas de abrazarla todo el rato. Pero al mismo tiempo, cada vez que hay que plantarse y echarle narices a alguna situación y enfrentarse, está la primera.

Sí, lo afronta y se pone de cara y va hacia adelante. Me inspiré muchísimo en mi madre, va a parecer que tengo complejo de Edipo (risas). No en serio, entiéndeme, cuando leí el texto dije «¡Joe, qué fuerte! Por mucho que Sissi sea una mujer y yo no, ella quiere ver a su madre, es su madre la que la impulsa».

Miguel me contó que ella tiene esa necesidad también porque su madre es la única que la llama «mi niña». Eso le sirve en el campo de concentración: ya tiene todas las bases, tiene la valentía que le ha dado ese arraigo, esa fuerza que, entiendo, sale de que en su casa le han llamado «mi niña». Si ella no ha tenido ningún problema con eso, me dirás tú, por mucho que esté ahí apaleada en un campo de concentración, esos pueden decirle lo que quieran que ella sabe perfectamente lo que es. Lo ha podido hacer en su casa, así que este mundo le da igual.

Y sí que es verdad que me inspiró mucho porque yo tengo muchas mujeres alrededor y creo que todo el mundo tenemos localizadas a esas mujeres fuertes, que parecen superheroínas desde fuera, ¿sabes? Que les da tiempo a todo, pero que no dejan de tener esa fragilidad a la hora de mirarlas. En ese aspecto siento que estaba muy cerca de ellas, siempre con mi madre, con sus amigas o con las amigas de mi hermana.

Yo he visto, por ejemplo, a mi hermana maquillarse por las mañanas para irse a trabajar y ser la mujer más frágil y más delicada del mundo. Pero que de repente el niño se ha roto una pierna y lo ha cogido y lo ha subido por las escaleras sin ni siquiera pensar en si podía con él. ¡Y lo sube! Lo vi muy claro, yo las mujeres que he conocido son así, no me extrañaba la forma en la que se comportaba la Sissi.

Te ha quedado redondo.

Tú también la reconoces, ¿a qué sí?

Porque las mujeres tiramos de eso todo el rato, nos obligamos a poder con todo, que no deberíamos tampoco. Deberíamos parar porque no, no podemos.

Pues sí.

«Para mí el franquismo era hablar de una dictadura más que ha habido en Europa».

Otra cosa que me llama mucho la atención es la valentía de hacer esta serie, porque en este país le hemos puesto el mute a nuestra historia, nadie habla de lo que ha pasado. La mitad de la gente no tiene ni idea de que había campos de concentración en este país. La historia en particular, creo que está muy bien, porque además hace referencia a otra serie de temas que están muy de actualidad. Estamos retrocediendo de una manera brutal. He reconocido frases en políticos a día de hoy, que dicen los franquistas en la serie. No sé vosotros si en algún momento también pensáis: «Vamos a alertar de lo que pasa, vamos a conocer un poco nuestra historia y vamos a hacer que no se repita».

Creo que todos hemos tenido esa predisposición desde el principio. Miguel en ese aspecto ha tenido muy buen ojo al crear esta familia, porque todos estábamos muy contentos de poder dar ese mensaje de que no se repita la historia. Cada uno tendrá luego sus matices, pero todos queríamos que no se repitiera la historia, que se viera. Estábamos muy, cómo decirlo, muy sorprendidos, pero muy entusiasmados con conocer la historia de los campos de concentración, porque yo tampoco lo sabía.

Yo era absolutamente desconocedor del franquismo, o sea, sabía lo que había. Pero todo lo que he conocido del franquismo gracias a esta serie, no me lo han enseñado. No es que yo me ponga en el centro, con mi ego y mi narcisismo, no. Tengo 24 años, he salido hace dos días y medio de las universidades y de los colegios y lo único que sé del franquismo es de lo que me he documentado fuera,de las ficciones que he visto, de las películas, o de los libros por los que me he interesado.

Para mí el franquismo era hablar de una dictadura más que ha habido en Europa. Ni siquiera se profundiza tanto como con el nazismo, a pesar de que es nuestro propio país.Y además se habla de ello institucionalmente, de cómo funcionaban las cosas. Era como estar hablando, y lo digo irónicamente, de cuando gobernó Felipe González o Aznar. Y a ver, estamos hablando de un dictador y de una revancha. De una España en la que, de repente, solo cabían unos pocos. Tú no eras español por nacer en España, ni tenías derecho a estar en España. Eras español si eras un español del régimen.

«No podemos hablar de ello como que esto va a ser mañana porque está siendo hoy».

No puede ser que estemos recibiendo el mismo mensaje que en la dictadura. En la serie escuchas un montón de frases por parte de «los españoles de bien». Da mucho miedo volver a caer en lo mismo y Las noches de Tefía lo deja muy claro.

Bueno, ya venimos cayendo. Debemos observarnos con la la mayor objetividad posible, dentro de que somos sujetos subjetivos y que cada uno ve con sus ojos. Y debemos ver que en realidad, el mundo ya está cayendo en eso. No podemos hablar de ello como que esto va a ser mañana porque está siendo hoy. Ayer se censuraba una película, antes de ayer una obra de teatro…

Yo hablo de este mundo porque es el que me toca, pero es que son derechos que yo pensaba que no se podían vulnerar. Yo pensaba que estas cosas no se podían hacer, que no se podía censurar la cultura. Y esto te lo lo digo con un sentimiento que está entre la vergüenza y el orgullo, porque me gustaría haberme enterado.

Es que los derechos no vienen dados de la nada, vienen de mucha gente que ha dejado su vida para que nosotros podamos tenerlos. Esto nos recuerda que hay que seguir luchando por ellos, para mantenerlos, porque nos los pueden quitar. Esto nos recuerda que el derecho y el deber son complementarios. Ahora son como la luz y la oscuridad. Una no existe sin la otra. Es decir, tú tienes este derecho, pero tienes el deber de protegerlo.

Somos animales políticos, aparte de sociales, biológicos… somos animales políticos. La democracia nos exige estar implicados en el país, en el mundo en el que vivimos. Hay quien dice: «No, es que a mí me gusta vivir al margen del sistema». ¡Oiga, que usted es también el sistema! No puede vivir al margen de eso, porque vive en el mundo y o se comporta activamente o si lo hace pasivamente, ya ha elegido que le da igual lo que haya y ahora mismo el peligro de un retroceso en materia de derechos es absoluto.

«En realidad se quiere jugar con la idea de qué hubiese pasado si no hubiera habido cuarenta años de dictadura en este país».

Esta serie lo pone encima de la mesa de una forma cristalina. Es una serie durísima, no nos vamos a engañar. Tiene momentos maravillosos, cuando están en el Tindaya y ellos se sienten libres, pero tiene una dureza, no solamente por lo que supone un campo de concentración, sino por el sufrimiento que implica en ellos su situación personal, su historia. Cómo se monta esa fantasía de «vamos a crearnos un universo paralelo», para sobrevivir. No sé si a la hora de interpretar esto también ha tenido que ser duro, porque al final estáis haciendo dos personajes.

Tuvimos un mes de ensayos. Parecía como un retorno al cole o un campamento de verano lleno de horarios. Teníamos al mejor nutricionista, luego cuatro horas de texto, luego nos íbamos a coach de acento, y luego nos íbamos cuatro horas a bailar con nuestro entrenador.

Durante ese mes ya habíamos empezado la dieta y nos quedaba otro mes más para empezar el rodaje con los kilos menos que hubiese alcanzado cada uno. Porque, por ejemplo, en mi caso, que soy una persona muy delgada, me quité diez kilos y ya no podía quitarme más. Eso fue algo muy importante, en la productora, en Buendía Estudios, nos cuidaron muchísimo. Miguel impuso que hubiera un nutricionista que nos controlara, porque es una cosa que puede ser preocupante. Pasar hambre es peligroso, eh. Hubo un momento que se me dijo que adelgazar más era insalubre. Y claro, yo pensaba en esta gente que de repente quiere comerse solo un guisante durante no sé cuántos meses de rodaje, tipo Joaquin Phoenix… esas personas tenían retos extremadamente intensos, porque también ellos estarán como un poco en ese nivel creativo o vete tú a saber… Es un  impacto ver a tus compañeros, reconocerlos y verte a ti mismo de otra manera, incluso con otro carácter, porque te modifica, te cambia.

Y luego el fin de la creación que viene a raíz del Tindaya. Miguel nos tuvo que dirigir más, recordarnos todo el rato el campo de concentración. Tenía que ser todo igual de seco. Nosotros estamos hablando de esto para huir de esto, no podíamos olvidar eso, no podía convertirse en una cosa frívola y ya. En el Tindaya también hay grandes denuncias a la sociedad que vive en esos tiempos. Es decir, estás en un campo de concentración y estás en un cabaret que es totalmente onírico y anacrónico, donde incluso se han metido ropas de hippies que te lleva a otras épocas. En realidad se quiere jugar con la idea de qué hubiese pasado si no hubiera habido cuarenta años de dictadura en este país.

Teníamos una Constitución que se usó en toda Europa, que fue el molde para las demás. Éramos muy avanzados, y estamos parados durante cuarenta años. Encima tampoco tenemos, por así decirlo, la victoria como país de haber sacado al dictador. Ese señor murió en la cama y nos dejó una monarquía impuesta. Arrastramos todavía todo eso, nos hemos quedado un poco atrás con respecto a Europa y el resto del mundo. Pero si no, el nuestro es el país más avanzado creativamente, socialmente y en derechos. En la Segunda República las mujeres votaban.

Si seguimos así, mañana nos podemos ver así. En la serie se habla de, por ejemplo, con un personaje imaginario. Se habla de aquellas mujeres de la época, como las que vimos en La voz dormida. A medida que se estrenen capítulos aparecerán esas mujeres que estaban allí cautivas por tener actividad política en la universidad. Eran intelectuales que estaban en la cárcel. Se irá viendo. En uno de los capítulos, Elejalde está hablando de cómo le ha quitado la botica al padre, médico, de Carolina Yuste, que es una de ellas. La intenta humillar, simplemente porque no es una persona del régimen y ella le dice muy bien dicho: «Cómo se dilapida el talento en este país».

Y ya si eres de clase baja, como la Sissi, pobre, analfabeta y de pueblo, pues imagínate.

«Joder, si no hubiese hecho aquella primera obra de teatro, no habría podido hacer esta serie»

Cuando empecé a ver la serie me dio un poco de miedo que, efectivamente, se cruzase precisamente esa línea, la de frivolizar con esto. También es cierto, como decíamos al principio, que Miguel del Arco es el mejor director de teatro que hay en este país y no lo iba a consentir. Su mano se nota mucho en la dirección de actores, y se nota también que la mayoría de los actores tienen un bagaje enorme en teatro.

Sí, porque fíjate, este es mi primer proyecto grande. Yo venía de hacer teatro. Antes había hecho cine y sabía cuál era el código y la técnica. Fue curioso porque dije: «Joder, si no hubiese hecho aquella primera obra de teatro, no habría podido hacer esta serie». No habría entendido lo que me quería decir Miguel, o lo que quería contar, incluso no hubiera sabido leer el texto y entenderlo. El texto también está hablando de un poder imaginario que tiene que ver con ese código. En el teatro se te pone una señorita y dice que es el príncipe de Dinamarca y tú aceptas ese código de que lo es para poder cuestionarte la realidad que vives, ¿no?

Yo lo he notado mucho. Supongo que también será porque yo, ya te digo, yo no me pierdo nada de lo que hace Miguel del Arco.

¡Qué ahora va a hacer una ópera!

«Una vez (Miguel del Arco) me comentó que le gustó que le descubriese a otra Sissi. Él tenía otra idea, hasta lo que yo sé».

Él es capaz de transformar y dar un giro a una serie o una película, que tenga ese poso que solamente tiene el teatro y que es capaz de emocionar como solo se consigue en un escenario. Y con vosotros desde luego lo ha conseguido al 100%. Otra cosa también muy importante en la serie, es que está todo perfectamente encajado, vuestra capacidad interpretativa, los acentos, la expresividad corporal, los escenarios, el vestuario, todo. ¿Cómo es formar parte de algo que es perfecto, que es redondo?

Se intenta disfrutar lo máximo posible. En mi caso tenía tantas ganas de que me saliera bien esta oportunidad y de hacerla increíble. Bromeaba un poco: «Cuando vean este cartel van a decir, ¿quién es esta desubicada?». Pero es que me gané mi papel, quiero decir, hice una buena prueba. A él le encantaron también los ensayos, mi propuesta del personaje… Incluso una vez me comentó que le gustó que le descubriese a otra Sissi. Él tenía otra idea, hasta lo que yo sé.

Su imagen era la de una chica más enclenque, más pequeñita, incluso un poco más apocada con esto de que la humillaran tanto. Pero había algo que para mí tenía que hacerla diferente. Yo tengo 24 años y ella es muy joven también. Tiene que ser una niña con ganas de vivir, luminosa, consciente de que agacha la cabeza para que no le den una hostia, pero llena de luz. Quiere irse a Casablanca a operarse porque tiene toda la vida por delante. No puede estar pensando que se le acaba la vida.

Miguel ahí también tiene ese ojo maravilloso, que si ve que algo es bueno lo coge. No es un director fundamentalista. Está muy abierto a escuchar, que también creo que corresponde a su genialidad. Pero sí que es verdad que yo, desde el sitio que me tocaba, lo observaba mucho. Miguel es capaz de llevarte a su terreno contándotelo todo. Te hace partícipe de todo porque la historia no es solamente suya aunque la haya escrito él. La historia es para todos. Se sabía los nombres de todo el set de rodaje, que es lo deberíamos hacer todos. Aprendí que hasta la última persona es fundamental en el engranaje para que todo funcione de manera correcta y salga.

Que tú me digas «cómo puede ser todo tan perfecto»… Pues gracias a todo el mundo, a todas las personas que estaban ahí: del catering, a las nos llevaban en el coche, a los de sonido, a las de peluquería y maquillaje, a los figurantes…. Que incluso gente que pasaba espacios muy breves en el set, era partícipe de todo, que piensas: «¿Para qué quieren saber de qué va la serie?». Pues quieren saber de qué va la serie para entender en qué estado estamos nosotros. Todo el mundo sabía lo que estábamos haciendo. La gente estaba implicada, la serie también era suya. Por eso era perfecto, porque la serie no era sólo de Miguel, era de todos.

«A Sissi no la tratamos como una mujer trans en ningún momento, la tratamos directamente como una mujer, sin la coletilla trans».

En tu caso en particular, trasladas infinidad de sensaciones al mismo tiempo. El glamour y la fuerza en el Tindaya y el horror y la vulnerabilidad en el campo. Creo que tú en el fondo no eres realmente consciente de lo que has conseguido con la Sissi.

No, pero porque el trabajo del actor tiene algo muy humilde. El trabajo del actor se hace en casa. Me encanta que me digas esto porque me encanta esta serie y en realidad, estaba nervioso por lo que fuese a ver toda mi familia. Estaba deseando que me dijesen lo típico: «No se parece en nada a ti». Estoy en eso.

Es el sueño por el que llevo luchando toda la vida y por el que voy a seguir luchando. ¡He trabajado con Miguel del Arco! Pero ahora me quedarán otros personajes distintos con los que disfrutar. Esta serie ya está hecha.

Un personaje como el que es, se puede pensar que quizá te quieran encasillar con papeles muy similares y lo que yo he visto como espectadora es que has demostrado la versatilidad que tienes porque al final son «dos» personajes y lo que ves en la pantalla te lo crees, de los dos.

A Sissi no la tratamos como una mujer trans en ningún momento, la tratamos directamente como una mujer, sin la coletilla trans. No es ninguna vergüenza. Al revés, es un orgullo ser una mujer transexual en este país. Muchas veces parece que eres una mujer de segunda, si eres mujer transexual. Nosotros la tratamos de esa manera porque en los años 60 ni siquiera existía el concepto «trans». A partir del capítulo cuatro, ella ya empieza a entender un poco por qué la gente no la ve como ella se ve. «Yo soy una mujer, pero una mujer especial, porque claro, la gente no me trata como a una mujer, me ve como un chico…». Ella tampoco lo entiende. Ella se ve y se siente como mujer con ese cuerpo que vemos de ella en el campo de concentración.

Sissi quiere operarse e irse a Casablanca porque seguramente le habrán dicho que había mariquitas allí que se iban a operar y tal. Y ella tiene esa idea, pero es que es una chica de 20 años, de pueblo, analfabeta y que a pesar de que es muy lista, no tiene la cultura ni los referentes. Eso lo va a conseguir luego, cuando ya salga mi compañera Celeste González, cuando lleguemos a 2004…

«La gente va a entender perfectamente a Sissi y su alegato de ‘soy lo que soy porque no me dejan tener mi lugar en el mundo o mi derecho a ser’»

La vergüenza está todo el tiempo ahí. Hay un momento cuando Bambi ya es mayor y su nieta le dice que es lesbiana, él se vuelve loco, avergonzado y con el miedo de qué dirán de ella, de cómo va a sufrid. Creo que esa es otra de las grandes cosas que hace esta serie, ponernos frente al espejo de por qué tenemos que avergonzarnos permanentemente de lo que somos, de ser diferentes.

Incluso si nos ponemos así es ¿qué es normal? Al final normal es un poco como el mito de la caverna de Platón, como si estuviéramos mirando a unos moldes que no existen, que solo tenemos en la mente. Son palabras que están hechas con el conjunto y que todos entendemos, pero que cada uno tiene en su imaginario.

La gente va a entender perfectamente a Sissi y su alegato de «soy lo que soy porque no me dejan tener mi lugar en el mundo o mi derecho a ser». Todo el mundo puede identificarse con eso. Todo el mundo puede saber lo que es para Airam sentir que tiene que tapar un secreto durante toda su vida. Hablamos de la homosexualidad porque es lo que estamos defendiendo en esta serie. Defendemos los derechos que tenemos ahora y corren peligro y creo que Miguel del Arco lo ha hecho maravillosamente con este texto, también porque ha encontrado un momento oportuno para la serie.

La serie no es solamente en el entretenimiento. Si te quedas ahí, está estupendo, la serie te va a entretener. La cantidad de colores y de luces y de cosas que pasan, te van a entretener. Pero al final de lo que estamos hablando es de derechos humanos fundamentales y universales. Estamos hablando de que todo el mundo necesita luchar por ellos. Es la lucha feminista. Han tenido que morir demasiadas mujeres para tener derechos como el voto, poder trabajar, estudiar… Es la lucha de los derechos LGTBI. Es que las mujeres trans tengan leyes que las ayuden a tener una vida digna. Incluso, si sabes leer más allá, en la serie estamos hablando de personas que están en un campo de concentración, no solamente por ser mariquitas, por ser alcohólicos o por ser transexuales, sino por ser pobres. Que si nos vamos a las raíz, estamos hablando de personas que están ahí porque no tenían el dinero suficiente para comprar a jueces o para irse a países en los que sí existían los derechos que se les negaban aquí.

Es absolutamente fundamental que sepamos que, o luchamos por nuestros derechos o esta no va a ser una España igual para todo el mundo, va a ser una España de una manera para los que tienen dinero y de otra manera para los que no. El personaje de Airam está en el campo de concentración porque es el hijo de la que limpia. Al hijo de la señora le han mandado a Londres o le han comprado al juez. Airam era el que se acostaba con él. Él lo dice, una cosa es que la madre mirara para otro lado cuando su hijo hacía cosas que no le gustaban, pero que se hiciera oficial, eso cambiaba la cosa.

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