Llúcia García y Mitch en [Romería] de Carla Simón


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Entrevista y reportaje de Covadonga Carrasco
Foto [c] de Quim Vives [Elástica Films]

Más información: https://elasticafilms.com/catalogofilms/romeria/

Convertirse en protagonistas del nuevo filme de Carla Simón no solo los llevó a Cannes, también los enfrentó a una experiencia profundamente transformadora. Llúcia García y Mitch, en su primer largometraje, no solo interpretan, sino que habitan una historia de diarios, ausencias y heridas que no terminan de cerrarse. Romería es un homenaje íntimo y silencioso, un relato que mira al pasado con respeto, pero también con la urgencia de reivindicarlo.

En su primer largometraje, Llúcia García y Mitch han acabado pisando la alfombra roja de Cannes. Y aunque todavía no han terminado de procesar del todo lo que ha significado formar parte de Romería, ambos coinciden en algo: ha sido una experiencia transformadora y que probablemente los acompañe para siempre. «No creo que lo vaya a procesar nunca», dice Mitch. «Me pasa lo que a Mitch. No lo he procesado y no sé si lo procesaré», reconoce Llúcia. La película, dirigida por Carla Simón, ha sido capaz de traspasar los límites de la pantalla para dejar una huella tanto en quienes la vivieron como en los que no.

Una historia entre diarios, heridas y silencios

Romería, que cierra una trilogía personal de Simón —o al menos, eso es lo que decimos los periodistas, que en realidad no sabemos si es una trilogía, una tetralogía o una forma de contar—, se mueve entre lo íntimo y lo político: el silencio en torno al VIH, la drogadicción, la vergüenza heredada y las fisuras familiares. Lo que llevó a Mitch a conectar con su personaje fue la curiosidad por entender lo que en su propia familia apenas se mencionaba: parecidos físicos, vínculos silenciados y una figura ausente de la que casi no se hablaba. No tanto por interpretar un universo íntimo, sino por asomarse a esas cosas que flotaban en su entorno familiar. «Se decía que yo me parecía a él, al personaje, que había una prima que venía de fuera. Pero no se hablaba mucho más. Me movía la necesidad de saber quién era esa persona y qué había pasado realmente». Llúcia, en cambio, sintió una conexión más directa con Marina, su personaje. «Estoy a punto de entrar en la universidad, y por edad y momento vital, tengo muchas cosas en común con ella».

Carla Simón: dirigir desde la confianza

El proceso de trabajo con Carla Simón fue clave. Ambos destacan la libertad que la directora les ofreció, aunque esa libertad viniera también con cierto vértigo. «Te da mucha libertad, pero al mismo tiempo sabe muy bien lo que quiere ,—explica Llúcia—. Tuvimos tres meses de preparación antes del rodaje, y ahí se crearon complicidades que nos dieron confianza». Mitch coincide: «El vértigo está bien, sí que lo he sentido, pero creo que está bien sentirlo. Tenía experiencia vital con los dos personajes: el primo de Marina y su padre».

Marina y Nuno, sus personajes, se encuentran desde la necesidad de saber. Pero Mitch matiza: «No creo que Nuno sepa mucho más que Marina. Lo que le cuenta son cosas que ha oído, rumores, lo que cree saber. La complicidad entre ellos nace de una curiosidad compartida. Los dos están buscando». Llúcia aporta otra capa: «Más allá del guion, nuestra complicidad vino del trabajo previo. En esos meses ensayamos diferentes situaciones, muchas de ellas no se usaron en la película. Pero nos ayudaron a construir un lenguaje compartido, la forma de mirarnos. Además, hay un cruce generacional interesante: Mitch se sentía más próximo al padre de Marina, y yo a Marina. Nos ayudamos mutuamente a habitar esos lugares que no eran tan cómodos de interpretar».

Ambos interpretan dos personajes: uno en la narrativa más realista, y otro en la capa más mágica y simbólica de la historia. Mitch lo resume de forma sencilla: «Hemos hecho dos personajes distintos, y puede que en dos películas distintas que están entrelazadas».

Nuno, en pantalla, observa a Marina desde cierta distancia, una mezcla de cuidado y presencia constante. Mitch lo explica así: «No creo que la proteja, sino que está atento. Él también quiere saber qué pasó. Es un niño, inocente, muy sensible. Aunque tiene 18 años, yo lo interpreté buscando dentro de mí al niño de 12 o 14. Marina busca su mirada porque sabe que está ahí, por si lo necesita. No invade, pero está presente».

El diario que guía y conmueve

Uno de los elementos más conmovedores del filme es el diario de la madre de Marina, basado en cartas reales que la madre de Carla Simón escribió. Llúcia las leyó para construir su personaje: «Me sirvieron para tratarla con mucho respeto. Fue emocionante, por ejemplo, viajar a Vigo y reconocer los lugares que mencionaba». Esa conexión emocional también ha dejado huella en la actriz: «Creo que en septiembre, cuando se estrene la película, la entenderé de otra manera. Estoy madurando y hay cosas que ahora veo de manera muy diferente».

La película habla de temas que durante mucho tiempo se mantuvieron en silencio: el estigma del VIH, las adicciones, los silencios que atraviesan generaciones. Mitch nos dice: «Cuando alguien tenía VIH era porque era toxicómano o gay, y eso era motivo de vergüenza familiar. Ocultar todo eso solo provoca más dolor, impide cerrar heridas. Por eso esta película es tan importante: muestra una realidad de la que apenas se ha hablado, más allá del cine quinqui». Él mismo reconoce haber romantizado, en algún momento, una época muy oscura: «Vengo del punk, del rock. He romantizado la aguja. Mis ídolos eran toxicómanos. Pero es por desconocimiento. Nos quedamos con lo mítico y no vemos los destrozos que ha dejado todo eso».

¿Y después de Romería?

Para ambos, Romería ha sido mucho más que un proyecto profesional. Ha sido toda una experiencia que continuará acompañándoles más allá del estreno y los focos. «Eso seguro», afirma Mitch. «Cuando la gente vaya a verla, entenderá cómo es de especial, pero nosotros también lo estamos viviendo desde dentro, y hay cosas al margen de la película que van a estar ahí para siempre, en las que pensaremos toda la vida».

Llúcia no sabe si seguirá en el cine. «Entré por un street casting, Carla no buscaba una actriz con experiencia, quería encontrar a una persona que tuviera en común rasgos con el personaje y me eligieron a mí. No tengo la sensación de haber estado en la industria. Esto ha sido algo muy especial. Ahora empiezo Antropología, que sí es una vocación. Ya veré más adelante si esto vuelve a formar parte de mi vida». Mitch, en cambio, encuentra en el cine un lugar en el que quedarse. «Yo ya venía de la música y también quería dedicarme a la interpretación. Esta película ha sido una oportunidad, y la iba a hacer igual. Que me promocione o no, me da lo mismo. Quiero seguir con esto. Cómo me irá, no lo sé, pero sí que quiero dedicarme a ello».

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