Texto de Sandra Sánchez Basagaña
Fotografías de Wally Gobetz (cc) http://www.flickr.com/people/wallyg/
Vais a leer en muchos artículos que Montreal se puede ver en dos días. Es mentira: lo que quieren es liarte en una excursión por Nueva York, Toronto, Niágara y Montreal. Personalmente considero que sólo un turista instruido en las mejores academias podría disfrutar de uno de esos viajes, así que mi consejo es que cuanto más tiempo estés en Montreal mejor. Y lo mismo ocurre con Nueva York y Toronto, aunque esas son otras aventuras.
Montreal es una ciudad manejable, pero también es cierto que tras 14 horas de avión y el cambio horario, hasta el tercer día no comenzarás a aprovechar. Es una ciudad en la que te vas metiendo poco a poco. La gente es amable, ellos siempre presumen de europeismo, lo que significa que se sienten muy civilizados. Cuenta con una comunidad estudiantil inmensa. Durante el invierno, con temperaturas extremas, dormita de puertas para adentro. Tanto es así que existe un Montreal subterráneo, con más de 30 kilómetros de corredores a través de los que se accede a la mayoría de los edificios importantes de la ciudad. También lo usan en verano para resguardarse de la humedad, no obstante, con los primeros rayos de la primavera, los lugareños se desperezan e invaden las calles en una explosión de vida. Si te convencen de que con dos días es suficiente, te perderás conciertos, festivales y todo tipo de espectáculos al aire libre. Que allí naciera el Cirque du Soleil y compañías circenses más pequeñitas como Les 7 doigs de la main no es una casualidad.
Descubriréis que la geografía tiene parte de la culpa de que sea una ciudad tan especial. El núcleo urbano está en la Isla de Montreal, bañada por el río de San Lorenzo, e incorpora un total de 75 islas menores aledañas. En el centro de la isla se eleva el monte que la bautiza y que ejerce las funciones del Retiro en Madrid. Así pues, tres conceptos: isla, río y monte, a los que sumamos dos: centro histórico y rascacielos.
El skyline es precioso, sobre todo de noche y desde el río. Lo ideal es que tras una panorámica acuática –que sirve para fijar referencias– te adentres en sus arterias. Boulevard Saint-Laurent es la principal avenida. Pisarla supone adentrarte en las muchas culturas que conviven en esta ciudad: en su entorno se anidan comunidades rusas, judías, griegas, portuguesas, menos cardinales que las que se reúnen en Chinatown y la Petite Italie, en su día refugio de los inmigrantes italianos. Esta avenida nos lleva al centro financiero. Los edificios se elevan pero algunos también se hunden en la tierra. Así, el Place Ville-Marie es el edificio más alto de Montreal y en sus infiernos se esconde el centro comercial más grande del planeta. Para recorrer el downtown deberemos caminar por el Boulevard René-Levésque y por la Rue Sainte-Catherine, con cines, teatros y por supuesto, centros comerciales y restaurantes. Sherbrooke es la calle de las tiendas caras y las galerías de arte.
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Vieux Montréal es lo que las guías llaman el casco antiguo, pese a que podemos disfrutar de él gracias a que los gobernantes de los años 60 decidieron gastar el dinero en rehabilitar lo que seguía en pie: casas del siglo xviii y almacenes, reconvertidos a apartamentos. Con la vida llegaron las tiendas, los bares, los restaurantes… Por allí encontraremos el Puerto Antiguo de Montreal, que se extiende más de dos kilómetros por las orillas del río San Lorenzo. Los franceses comenzaron a utilizarlo como centro de operaciones comerciales y a partir de ahí, este punto se convirtió en el auténtico corazón de la ciudad.
La abundancia de edificios religiosos en Montreal no es una leyenda urbana. Personalmente, cuando viajo me encanta visitar templos religiosos, porque en su interior hay paz, arte y bancos para descansar. Aquí son recomendables el Oratoire Saint-Joseph du Mont-Royal o la Capilla Notre-Dame-de-Bon-Secours. Pero la que se lleva la palma es la Basílica Notre-Dame de Montreal, reconocida en 1989 como lugar de interés histórico de Canadá. Como españoles diremos que es un templo moderno. Puedes contratar un tour guiado de 20 minutos que merece la pena, ya que te explicarán la historia del edificio en sí y de todos los tesoros que acapara, que no son pocos entre tallas de madera, pinturas, vidrieras, esculturas…
En Montreal hay muchísimo más para ver y que no cabe en este artículo, cuyo fin único es que os pique el gusanillo de la curiosidad, investiguéis y os decidáis a volar. Aquí acaba mi relato y empieza el vuestro. Disfrutad de vuestra aventura canadiense, que espero que supere con creces los dos días estipulados por la industria del turismo.
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VIVIR MONTREAL Lo fundamental en esta ciudad no es lo que se puede ver, es lo que se puede vivir. Como decíamos, es una ciudad que con el calor sale a la calle con ganas de disfrutar. Además, cuenta con una gran comunidad universitaria, y todos sabemos que esto es sinónimo de oferta de ocio y cultural. Aquí merece mención el Just for Laugths Festival, el evento humorístico más importante del mundo, que cada verano exhibe más de 2000 espectáculos entre performances, teatros, monólogos, y actividades gratis al aire libre. El problema de este evento es que si no dominas la lengua ni la cultura social, no entenderás ni jota e irás a ver reír a los demás. No obstante, quizás conscientes de esto, cada vez más las compañías participantes buscan la diversión universal. También presumen de tener un gran festival de fuegos artificiales. Al corazón cultural de Montreal lo llaman el Quartier des spectacles. Localizado en el centro del downtown encontramos más de 80 espacios en los que disfrutar de una excepcional oferta cultural, con festivales, espectáculos teatrales y de danza, exposiciones de arte, conciertos, óperas… Para saber que es lo que se cuece, puedes acudir a La Vitrine, un punto de información cultural en el que también puedes comprar las entradas para muchos de estos espectáculos. Otra de las cosas que no te puedes perder –aunque ahora estén por España– es el espectáculo del Cirque du Soleil, que tienen su carpa en el Puerto Antiguo. Sólo por verlos a ellos merece la pena viajar a esta ciudad fascinante. |
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