Texto de Sandra SÁNCHEZ BASAÑAGA
Fotografías con licencia Creative Commons
Situada en el talón de la gran bota que dibuja Italia, esta ciudad es un gran descubrimiento para un turista con ínfulas de viajero, pese a tenerlo todo para acoger hordas de humanos. Los motivos por los cuales al llegar allí nos encontramos con un paisaje tranquilo y acogedor son un misterio
A grandes rasgos cuatro características convierten Bari en una ciudad apetecible. Su clima es mediterráneo gracias a su carácter de metrópoli costera bañada por el Mar Adriático. Tiene bonitas playas en las que podremos estirar la toalla entera. La más conocida es una que se llama Pane e pomodoro, cuya traducción al castellano sería Pan y tomate. Es una ciudad añeja lo que hace de su centro histórico un paraíso. Para remate, cuenta con una gastronomía propia, basada en la pasta, la huerta y el pescado.
Bari, ciudad histórica
Bari fue fundada por los paucezios, aunque fueron los romanos los que vieron en ella capacidades muy interesantes para ampliar su imperio, dado su caracter de puerto orientado al este. Posteriormente, fueron varias las culturas que se asentaron en la zona: lombardos, bizantinos, sarracenos y árabes. Estos últimos fundaron el emirato de Bari en el siglo ix d.C. Poco después, en el marco de la reconquista del sur de Italia llevada a cabo por Basilio I, los cristianos recuperaron la ciudad.
De las diferentes culturas quedaron restos, sin embargo fue durante el reinado de Federico II, en las Cruzadas, cuando alcanzó un enorme protagonismo al convertirse en uno de los puertos principales desde donde partieron los Cruzados para Tierra Santa. Así pues, en este periodo se elevaron la Basílica de San Nicolás, la Catedral de San Sabino y el Castillo del Monte. Aunque no es de la época, otra fortificación conocida como el Castillo de Bari, construida por los normandos en el año 1000, fue reedificada por el monarca dándole el aspecto que tiene actualmente.
En siglos posteriores Bari no ha perdido solera. Síntomas de su importancia económica son la construcción de su puerto y su nueva estación de ferrocarril. Su bonanza social la descubrimos en el el gran número de museos y teatros que pueblan la ciudad, como el Piccinni o el Petruzzelli, uno de los más bellos recintos de ópera de Italia.
Bari, ciudad para pasear
Pese a que en los últimos años Bari atrae más turistas, es una ciudad tranquila, muy distinta a los grandes destinos italianos. Allí el viajero puede pasear, descansar, comer bien y tomar el sol en playas sin masificar.
Es una ciudad medieval que conserva sus callejuelas empinadas, sus tortuosas escaleras, decenas de pequeñas iglesias y multitud de teatros, bonitos hasta por fuera. Además, la ciudad vieja está llena de tiendas de productos de la zona, de bares y de restaurantes.
La mayor parte de la vida en Bari se hace en la calle. La vía principal es Via Sparano, repleta de tiendas «pijas». Corso Cavour es otra calle muy bonita, y en ella está el Teatro Petruccelli. En Corso de Gasperi está San Nicolás.Otro paseo es el que nos lleva hasta el antiguo puerto de Bari.
En las caminatas nos encontraremos con multitud de restaurantes. No son caros y su cocina es espectacular. El protagonista es el aceite de oliva. Presumen de huerta y cierto es que hasta los tomates de las pizzas rezuman sabor. Tienen fama sus carnes, pero lo que de verdad no podéis dejar de comer es su fresquísimo pescado.
Visitas imprescindibles
Castillo de Bari: este castillo, uno de los más antiguos de la zona, fue construido por los normandos en el año 1000. No obstante fue Federico II quien en 1233 lo reedificó hasta convertirlo en lo que hoy es.
El gran monumento de la ciudad y el templo cristiano con más importancia es la Catedral de Bari o Duomo. Construida entre 1170 y 1178 es considerada el más majestuoso ejemplo de las creaciones de la arquitectura románica local. Por tanto es visita obligada para los amantes de la arquitectura y el arte en general.
La iglesia de San Nicolás es la más famosa. Está dedicada a un obispo santificado cuyos restos mortales fueron trasladados a Bari desde la antigua Anatolia.
El Castillo del Monte fue construido por Federico II a mediados del siglo XIII. Lo más curioso es que refleja la obsesión del monarca por el ocho. La planta y el patio son octogonales y la fortificación está flanqueada por ocho torres de ocho lados. Según algunos el ocho era símbolo de la unión entre la corona y Dios. Así pues, el rey lo utilizaba para legitimarse en el trono.