Entrevista de Reyes Muñoz
La pobreza atrae mitos humanos y divinos y en ocasiones diviniza un humano, especialmente si fue pobre. Ocurrió con Evita Perón y vuelve a suceder con Maradona. El camino de San Diego narra la peregrinación de un joven que quiso bautizar a su hija Diego, que lleva tatuado en la espalda el dorsal de su ídolo y que al encontrar una rama con lo que él considera que es la figura del astro, no duda en ponérsela al hombro para entregársela en mano… así de sencillo, así de puro. Hablamos con Carlos Sorín, el director de esta película.
Entiendo que cuando uno no tiene a nada a lo que agarrarse, es fácil conceder la deidad a un humano y más si éste ha salido de un entorno difícil –como Maradona– ¿Es esto lo que refleja la película? Sí, de alguna forma, los mitos populares, santones y pseudo-religiones han crecido enormemente en la Argentina de los últimos años. Un fenómeno local como el Gauchito Gil, se ha transformado en una deidad de carácter nacional. La gente que en un tiempo iba a pedirle por salud o buenaventura ahora va a multitudes a sus santuarios a pedirle trabajo. Sin duda la crisis, los altos índices de desocupación, la falta de esperanza y de respuesta de las instituciones es un caldo de cultivo para todo esto.
Una firma en su carrera ha sido el uso de no profesionales para rodar… ¿Nos puede hablar de los pros y los contras de trabajar así? –porque en algún sitio he leído que en la próxima le gustaría rodar de otra manera. Sí, es totalmente circunstancial. He filmado mis últimas tres películas en la frontera del documental, con gente real que se interpretaba a sí misma, tratando de obtener algunos momentos de verdad. O sea, algunos momentos donde las cosas «son» y no «parecen ser». Pero esto no es un dogma. Creo que cualquier decisión de este tipo hay que juzgarla en el contexto del film. El film es un universo cerrado que crea sus propios códigos. Y las decisiones son adecuadas y no adecuadas. Y pueden ser adecuadas para un film y no para otro. Mi próximo proyecto es con actores, pero será un film totalmente distinto.
Hay un concepto que me cuesta comprender que es el de pseudo-documental o documental de ficción… ¿Cómo se plantea la dirección? ¿Hay guión que luego se alimenta con lo que va saliendo? Hay un guión. Un guión estudiado durante meses. Sin embargo, el guión es parcialmente olvidado en el rodaje, a la espera que sucedan «accidentes», sucesos imprevistos, o sea, la irrupción de la realidad. Después, de alguna forma, recupero el guión, o lo esencial del guión durante la edición. Tengo dos momentos posibles de reflexión, el tiempo que le dedico al guión y la edición. En el medio está el rodaje, que es normalmente caótico.
¿Cómo se consigue que los personajes inspiren tanta ternura? No tengo idea. No es mi propósito crear esa emoción. Mi único propósito es el humor, pero se nota que no puedo hacer una comedia como Dios manda y a mí me gustaría. Pero bueno, la próxima sí, será para reírse.
¿Y cómo se logran diálogos tan brillantes? Hay diálogos provisorios en el guión pero nunca doy a leer el guión a mis no-actores. Si lo hago les complicaría la vida porque se preocuparían de no olvidarse el diálogo y perdería frescura. Y además se olvidarían. Trato, a través del juego que es el rodaje, a estimularlos para que digan lo que está en el guión pero con sus propias palabras.
Los paisajes de sus películas son imponentes ¿Es algo buscado, premeditado o simplemente ni se lo plantea y sale así? Trato de dosificar la presencia del paisaje, especialmente los patagónicos que son muy atractivos. Por eso tiendo a filmar en primer plano, sobre los rostros que son mis verdaderos paisajes. Sólo abro el plano, a veces desmedidamente, para dar la soledad y pequeñez de los personajes.
El gancho principal del film es si al final el protagonista logrará entregar la escultura a Maradona… Ni la trama ni el desenlace son «estruendosos»… En la vida y especialmente en la vida de mis personajes, no sucede nunca nada extraordinario, nada que podamos decir «de película». Las resoluciones son casi homeopáticas. Sin embargo, si funcionan es porque trato de contar sus historias en la escala de ellos. Eso es algo que aprendí de Kiarostami. Todo depende desde dónde se cuente la historia. Para ellos los finales son importantes, son los momentos culminantes de sus vidas.
En 2002 recibió el premio especial del jurado en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián con Historias mínimas. Ahora, cuatro años después, repite con El Camino de San Diego… ¿Qué representó entonces para usted este reconocimiento y qué supone ahora? Cuando finalizo un film no sé realmente qué tengo entre manos. El proceso de realización de mis películas es como estar permanentemente en una habitación a oscuras. Obrando por intuición y confiando en ella. Cuando me acerco al final, la confianza en la intuición disminuye y afloran los temores. Premios como los de San Sebastián hacen que esos temores algo se disipen, aunque no totalmente.
Una de las cosas tristes que pasa con la industria del cine no estadounidense es que muchas películas muy buenas acaban cayendo en el olvido… las han disfrutado muy pocas personas… y es hasta difícil encontrarlas en DVD. Los premios en Festivales como el de San Sebastián, el de Huelva (por citar ejemplos de aquí) ¿salvan películas… o sólo lo hacen temporalmente? Bueno, ayudan. De cualquier manera el panorama es mucho mejor que hace 20 años. Aparecieron innumerables bocas de salida. El video, la televisión por cable, la satelital, infinidad de festivales de cine independiente. Es como que el mismo cine americano, arrollador, globalizador, genera su anticuerpo: hay mucha gente que busca el cine de la diversidad, de la periferia. Creo que la clave es hacer películas de bajo presupuesto, que no impliquen tener grandes ventas para poder recuperar sus costos y seguir adelante con la próxima. Pero el presupuesto no es solo un tema de producción, es un tema de guión. Es necesario concebir, desde el principio, el proyecto de bajo presupuesto.
Ha dicho que con Historias mínimas, El perro y El camino de San Diego ha cerrado una trilogía ¿Premeditada o en cualquier momento se puede convertir en una tetralogía? La palabra «trilogía» tiene prestigio. Si mis hijos me preguntasen ¿qué has hecho tú en la vida, papá? y les contesto que una «trilogía» sonaría muy bien. Además si termino haciendo un tetralogía, me daría una pátina wagneriana que no me gusta y mucha gente me preguntaría qué es eso. Pero tengo muchas ganas de probar por otros lados porque siento que este camino que he elegido, con esas tres películas, ha llegado a su final. Algunas cosas supongo que se conservarán. No podría hacer, aunque me gustaría, una comedia a lo Billy Wilder.
¿Tiene algún proyecto futuro? Sí claro. De otra manera no podría soportar mi vida.