Texto de ANNA SAVELLI
Entre la desgracia y la felicidad vive Nápoles, haya sido escogida por ricos y poderosos o por desastres naturales el cinismo optimista de sus lugareños mantiene el pulso vital de esta ciudad.
No se puede entender Nápoles sin escuchar sus canciones, dedicadas a amores, desamores y atardeceres. Incluso a Diego Armando Maradona, venerado por ganar con el Nápoles dos ligas italianas y una copa de la UEFA, le han dedicado canciones y cánticos y fabricado santuarios que se hallan en pleno centro histórico. Oh mamma, mamma, mamma, Sai perchè mi batti il corazon? Ho visto Maradona Ho visto Maradona E mammà innamorato son («Oh mamá, mamá, mamá ¿sabes por qué me late el corazón? He visto a Maradona, he visto a Maradona, y mamá enamorado estoy») Éste fue el cántico posiblemente más entonado durante la época del jugador argentino.
Griegos, romanos, normandos y españoles han dejado huella en la ciudad. La Via Toledo que junto al corso Umberto I delimitan el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, se caracteriza por sus iglesias, en especial la Cattedrale di San Gennaro. Muy cerca del puerto se puede visitar el Castel Nuovo, que destaca por sus voluminosas torres de piedra volcánica. Sólo debemos seguir nuestro paseo por el puerto para toparnos con el Castello dell’Ovo, cuyo nombre, según la leyenda, proviene de un huevo mágico que se escondía en el interior, y que supuestamente fue llevado allí por el poeta Virgilio.
Podemos recorrer esta ciudad por cielo, por tierra y por debajo de ésta. Gracias a sus funiculares llegamos al Castel Sant’Elmo y al museo Certosa di San Martino, donde disfrutaremos de una vista maravillosa. Bajo tierra nos topamos con Napoli Sotterranea, vestigios de griegos, de catacumbas, teatros, acueductos y cisternas romanas, usadas como refu-gios en las guerras mundiales. Es una recreación de una civilización escondida.
Se pò campà senza sapè perchè, ma non se pò campà senza sapè per chi.
(Se puede vivir sin saber por qué, pero no se puede vivir sin saber por quién)
Ropa tendida de pared a pared en sus angostas calles, muros usados para declarar el amor en graffiti y niños que juegan usando portadas de palacios barrocos como portería. Si uno quiere buscar la esencia de lo narrado por Roberto Rossellini y Vittorio de Sica lo hallará en esta ciudad.
Nápoles es el neorralismo, como bien lo describió Miguel Delibes, «recorriendo las callejuelas empinadas de la ciudad, uno se explica la atracción fascinadora que aquella ha ejercido sobre los directores cinematográficos de mayor sensibilidad. Nápoles es un mundo aparte. Ha creado una comunidad -solidaria y apretada como los gajos de una naranja- que es mucha más que una convivencia»
En esta urbe de más de medio millón de habitantes ni los transportes públicos se detienen en los semáforos. Cientos de motoristas sin casco, muchos de ellos hablando por el móvil, completan una escena en la que cruzar la calle puede considerarse un deporte extremo, donde todos tienen prisa y donde han aprendido a sobrevivir con sus propias reglas.
Citando de nuevo a Delibes, «el napolitano es un pirotécnico verbal. Verle expresarse, aún entendiéndole a medias, es un espectáculo (…) El napolitano es de un espíritu comunicativo inimaginable. Esto, entiendo yo, y no otras cosas, es lo que le impulsa a hacer su vida en la calle». Esta ciudad es original, religiosa y supersticiosa, pícara e histórica, feliz y pobre.
Vestigio de una civilización
A tan sólo una hora de Nápoles se sitúa Pompeya, visita imprescindible para entender la fuerza y temeridad que genera el imponente Vesubio. Resulta paradójica la comparación entre Nápoles y Pompeya, ésta última contaba con elementos que se ponían al servicio del hombre, con agua corriente en las casas y termas de lujuria. Todo ello arrasado por el desastre ocurrido en el año 79 d. C. que dejó testimonios petrificados de un valor incalculable para el conocimiento de la vida cotidiana durante la antigüedad.
Los pompeyanos cuidaban su salud practicando deporte en la palestra o usando los baños, se defendían de los abusos en oficinas del consumidor, se cultivaban acudiendo al teatro, intercambiaban ideas en el foro o en sus calles perfectamente diseñadas o satisfacían sus instintos en los prostíbulos. El Vesubio en la antigüedad era sólo una montaña cubierta de vegetación y viñas, hace 2000 años los pompeyanos no pudieron siquiera imaginar las consecuencias de su desconocimiento
Riqueza y Naturaleza
Pareciera ser a que a una hora de Nápoles encontramos sus mayores contrastes, esta vez si cogemos un catamarán llegaremos a la isla de Capri, que emergió en el mundo del turismo exclusivo en el siglo XIX. En la década de 1960 atrajo a la jet set, tras ser el destino preferido de literatos como Graham Green y Maximo Gorki.
Este ambiente de ostentación nos sorprende, al subir el puerto, con la Piazza Umberto I, llena de cafeterías y tiendas de lujo. Para casi todos los lugares de interés turístico se cobra una entrada elevada Y el medio de transporte más económico para conocer la ciudad es el autobus, que realiza paradas estratégicas para recorrer esta hermosa isla. Tanto sus autobuses como sus coches y taxis están diseñados para el tamaño de sus carreteras, todos son de pequeñas dimensiones, pero esos sí, sin prescindir del lujo.