Entrevista de Reyes Muñoz
“En mitad de una generación de perdedores, de envidiosos, de individualistas, de pobres, ¡quién se atreve a declarar que le ha ido bien?”… Con esta cita comienza Espido Freire el epígrafe de su libro Mileuristas titulado “El complejo de culpa del que le ha ido bien”. ¿Lo escribió con el corazón? Esta y otras preguntas nos fueron surgiendo según avanzábamos en la lectura. Esta y muchas otras referidas a nosotros mismos, perdedores, individualistas, envidiosos y pobres…
Cuando apareció la carta en El País muchos dijimos… «sí, sí, mileuristas… ¿y quién tiene los cuatrocientos que me faltan?…»¿Tuviste quebraderos de cabeza para poner este título o ni te lo planteaste? Lo cierto es que la etiqueta funcionaba, independientemente de que habláramos de sueldos de 600 u 800 euros; no se podía restringir esta generación a lo económico, creo yo, pero era precisamente lo económico lo que la definía. Mileuristas existía ya, se empleaba en el mismo sentido en el que yo lo hacía, y me parecía interesante. Había otra propuesta, G-1000, como se ha dado en llamar en Italia a este sector de edad, que también me gustaba.
Hablas nuestras etiquetas… la más sangrante es que se supone que estamos muy bien formados en teoría y poco preparados en la práctica. Al mismo tiempo somos la generación del «me busco la vida»… y eso sin iniciativa, no es posible… ¿no? El problema es que es una generación acostumbrada a las mentiras, a las contradicciones y paradojas, y que, con una ingenuidad que no deja de sorprenderme, cree rechazarlas. La teoría y la práctica se alejan, es la generación de la publicidad, y por lo tanto la emplean también para definirse; el concepto con el que se identifican no es real. Pese a la impresión de buscarse la vida, el número de emprendedores es bajo, y la pasividad enorme.
La bruja Avería decía viva el mal, viva el capital y los mayores decían, estudia para ganar dinero. El estado nos dice no corras con el coche, los anuncios nos dicen este coche tiene mil caballos. La frase estrella era «lo importante no es ganar, es participar»… pero parece que si no es para ganar no merece la pena participar… ¿No crees que demasiado bien hemos salido? No, lo siento. Aunque en el libro mantengo toda la objetividad de la que soy capaz, y trato de distinguir nuestras responsabilidades de las de los mayores, yo no puedo evitar una cierta decepción ante mis compañeros de generación. No somos esponjas, no somos niños, hay una capacidad para elegir, para discernir y para rechazar conceptos que no empleamos. La cultura de la evasión se ha impuesto como norma, y miramos constantemente para otro lado. Creo que nuestro futuro no nos preocupa lo suficiente, y que lo estamos demostrando día a día. Me preocupa y me desilusiona.
Todos estuvieron en el mayo del 68, todos corrieron delante de los grises, todos lucharon por nuestros derechos… sin embargo, la realidad es que Franco no acabó en una isla, se murió… ¿No crees que los mismos que nos llaman inmovilistas y vagos se movieron mucho menos de lo que presumen? Bueno, hay una grupo de Babyboomers ostentosos y culpabilizadores: pero la mayor parte de la generación de nuestros padres fueron obreros, trabajadores en empresas, clase media-baja que tampoco se reconoce en la descripción de los de mayo del 68. Trabajaron como mulas, mejoraron nuestra calidad de vida, sacrificaron ocio y vida privada… a su manera, hicieron todo lo que pudieron. Sobre todo las mujeres, las madres, las amas de casa, las eternas víctimas invisibles.
¿No crees que son sumamente protectores con sus hijos y explotadores con los hijos de los demás? No lo sé. No conozco a demasiados empresarios. De todas maneras, los hijos de los demás son empleados, como otros, y creo que así se les clasifica: mano de obra barata que resulta rentable y que no protesta.
Hace tiempo leí un artículo muy interesante. Era sobre niveles de satisfacción de un grupo de personas de las cuales la mitad cobraban un sueldo y la otra mitad no cobraba nada. La conclusión era que ante una misma tarea, el que cobraba consideraba que el sueldo era insuficiente y el que no cobraba estaba muy contento ¿No crees que nuestro gran drama es que no valoramos (o cuantificamos) lo que hacemos? No. Creo que nuestro gran drama es que la generación anterior no nos permite el acceso al trabajo en el que podríamos resultar útiles y valiosos. Se ha bloqueado la sucesión generacional, y la sociedad entera sufre por ello.
Hablas del fin de la cultura del pelotazo… pero yo creo que se ha impuesto otra cultura del pelotazo (gracias a programas del corazón y por supuesto de Gran Hermano)… ¿Crees que este tipo de cosas son sintomáticas? Sí, lo serán, pero no para nosotros. Esos problemas tendrán que resolverlos los Y, la generación siguiente. Nosotros ya hemos terminado nuestra formación emocional y social.
«Tanguy ¿qué hacemos con el niño?» lleva al límite todo lo que se dice de los mileuristas… ¿Crees que tu libro va a ser una respuesta a todos los que piensan que no nos vamos de casa por que estamos muy bien con nuestros padres? Sería muy arrogante pensar en una respuesta, ¿no? Pero me encantaría que planteara interrogantes y rompiera mitos.
Leyendo el libro me venía a la cabeza la letra de una canción de Pastora que dice «yo no sabía que la vida tenía tanta manía con los torpes»… ¿Nos han hecho torpes, incapaces de enfrentarnos a una realidad que nos tiene manía? Jajajaja. Pensar eso sería muy consolador, ¿no crees? Otros nos han hecho torpes, la realidad no tiene manía… ¿Y nuestra responsabilidad? Ya no somos niños, somos adultos jóvenes y capaces, libres de actuar como deseemos, y con una capacidad de reflexión y abstracción muy superior a otras generaciones. Yo, personalmente, no soporto el victimismo. Frente a una queja, debería plantearse una propuesta. Y, por lo general, nos quedamos en la queja.
¿Eres una mileurista acomplejada con el éxito?… Hablas de ello en el libro yo pensaba en qué no hay demasiados treintañeros de los que se diga aquello de «una de las voces más interesantes de nuestra narrativa»… Comencé a viajar y a trabajar a los 14 años, a raíz de estudiar canto, en el que destaqué muy pronto. Publiqué a los 23, gané el Planeta a los 25. El éxito, por así llamarlo, me ha acompañado desde hace 17 años, y he pagado un precio muy alto por ello. Creo que ahora no podría hablar de complejo, cuando obtuve el Planeta sí. Me sentí culpable, de pronto podía tener acceso a una casa, mientras mis amigos servían hamburguesas en Londres. Pero, para completar el perfil, no conozco a nadie de mi edad que trabaje tanto como yo, ni desde hace tantos años, y en condiciones idénticas a las de los mileuristas. Los que me rodean están de acuerdo conmigo. Soy una excepción, y creo que tanto yo como los demás me asumen como tal.
EL OJO ExPERPÉNTICO
ESPIDO FREIRE: Mileuristas
«En mitad de una generación de perdedores, de envidiosos, de individualistas, de pobres, ¡quién se atreve a declarar que le ha ido bien?»… Con esta cita comienza Espido Freire el epígrafe de su libro Mileuristas titulado «El complejo de culpa del que le ha ido bien». ¿Lo escribió con el corazón? Esta y otras preguntas nos fueron surgiendo según avanzábamos en la lectura.
MILEURISTAS, como afirma su subtítulo, pretende ser un retrato de la generación de los mil euros. Una generación que englobaría a los nacidos entre 1970 y 1982, aproximadamente. Una generación en contraste con otras anteriores, como los Babyboomers, padres de los mileuristas.
Espido Freire habla de una generación, su generación, que vive en una paradoja permanente, una generación que a la vez es conformista, pero está desesperada, que es consumista, pero se mueve en el «umbral de la pobreza», capaz de sobrevivir con pocos medios en una sociedad de plena opulencia.. Un grupo social, que es uno de los mejores preparados de la historia reciente, en cuanto a formación y que ve que precisamente este exceso de formación hace que falten puestos laborales para ellos y estén infravalorados: moral y económicamente. Un reflejo muy obvio de esta generación que, puesto sobre el papel y contrastado con fechas y datos reales resulta muy duro, sobre todo si te sientes identificado.