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Ha hecho del folclore castellano el punto de partida para una exploración electrónica profundamente humana. Castora era el nombre de su abuela y «Herz», corazón en alemán, evoca la etapa en la que el creador trabajó (como Scooby Dub) en Berlín, epicentro mundial de la electrónica. De esa conjunción nace su propuesta, que se mueve entre lo ancestral y lo contemporáneo.
Actualmente trabaja en su nuevo disco, 100 años de Castora, un homenaje a su abuela en el año en que habría cumplido un siglo. Cada single que publica durante el año recorre una tradición o un sonido distinto del territorio: desde la montaña palentina hasta Peñaparda, en Salamanca.
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Me gustaría que me hablaras de tu nombre artístico: Castora Herz.
Castora Hernández era mi abuela. Nació en un pueblo de Tierra de Campos que se llama Melgar de Abajo. Cuando yo estaba montando este proyecto, ella se murió y yo tenía la necesidad de hacerle un homenaje. Era una amante del folclore, de las tradiciones, del flamenco, de la copla… Fue una mujer abnegada que se pasó la vida cuidando de sus hermanos, de sus hijos, de sus nietos, de su marido. Quise traérmela conmigo y que pudiera viajar, que viéramos un poco de mundo juntos… Y Castora, de alguna manera, representa el folclore, la tradición; y Herz, que significa “corazón” en alemán, representa un poco la electrónica orgánica, desde el alma.
Viviste en Alemania durante muchos años… Berlín es la capital de la electrónica.
Sí, viví en Alemania durante ocho años. Tenía un proyecto que se llamaba Scooby Dub, con el que estuve viajando por Europa y América, mezclando folclore latinoamericano, cumbias, cosas africanas… World Music con electrónica. En esa época, a ese tipo de música se le llamaba Global Bass.
En un concierto de Nicola Cruz —que es un artista que hace electrónica mezclada con su tradición; él es ecuatoriano y su tradición es andina— pensé: “¿Por qué estoy investigando en tradiciones tan lejanas y en músicas que me encantan, pero que me son ajenas? ¿Por qué no empiezo a investigar en mi propio folclore, en mis propias tradiciones?”. Y así surge Castora.
«En general, es cierto que la electrónica es una música muy tribal, muy rítmica, muy ancestral en el sentido de lo tribal, y el baile es una cosa que une a las dos músicas».
Es un tránsito sencillo, ¿no? Son bases muy rítmicas y, al final, en el caso de la electrónica y el folclore palentino, estamos hablando de músicas muy tribales…
Yo no creo que sea tan fácil. A mí me costó. La electrónica es un 4×4… Pero sí, son ritmos que apelan al espíritu de pista de baile, a que la gente baile. A mí, por lo menos, me resulta un poco complicado cuando hablamos de jotas, que son un 3×4 o un 5×8… En general, es cierto que la electrónica es una música muy tribal, muy rítmica, muy ancestral en el sentido de lo tribal, y el baile es una cosa que une a las dos músicas.
Trabajas con temas que investigas, ¿no?
Trabajo siempre con música tradicional adaptándola; o sea, no son canciones originalmente mías, pero el arreglo sí. Alguna vez tengo alguna canción compuesta por mí o por colaboradores, pero, en general, lo que trato es de recoger canciones en diferentes pueblos, en diferentes regiones, principalmente de Castilla, y las adapto a lo que considero, a lo que me gusta a mí. Es decir, las llevo a los tiempos que corren, que son la electrónica o la música urbana.
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Es un trabajo etnológico. Hay muchos músicos y músicas que están trabajando esto porque temían que se perdería mucha música, que es cultura viva, ¿no? No sé si te está costando muchísimo hacer esta recopilación o existen grabaciones…
Sí, sí, existen grabaciones. Yo no creo que se haya perdido. Tenemos que agradecer a esa gente que está investigando, que le dedica muchas horas y también mucho dinero, que posiblemente se han gastado de manera altruista o semialtruista. Por supuesto, hay que agradecer a todas esas mujeres… porque, realmente, la música tradicional tiene el hilo conductor en las mujeres que tocaban la pandereta, que tocaban los instrumentos tradicionales. Fueron ellas las que pudieron aprender de sus madres, de sus abuelas o de sus tías y fueron traspasando lo que sabían para que luego llegara gente a grabarlas. Hay muchas fuentes, hay lugares donde encontrar archivos sonoros. Debemos agradecer a Alan Lomax, a Joaquín Díaz o a Carlos Porro que hayan estado investigando.
«Siento que soy un médium; me pongo los anillos de mis ancestros y pongo el altar en homenaje a ellos, para que vengan a tocar conmigo, y traigo a los tuyos o a los de la gente que viene a verme a la pista de baile».
¿Hablamos de tu set? Castora Herz es una lechuza, ¿no?
La lechuza, para las culturas antiguas —para la celta, la griega, la romana…—, era un animal nocturno que podía entrar en contacto con los antepasados, que podía contactar con el más allá y traer mensajes de los ancestros. Entonces, la simbología de mi proyecto tiene que ver con eso. Me llamo como se llamaba mi abuela, llevo mantillas hechas por la madre de mi abuela Castora, que se llamaba Ambrosia. Tengo otro mantillo, otra telita de puntillo, hecha por mi bisabuela Manolita. Me traigo el cestillo de mi madre Luz, me pongo anillos de mis antepasadas… Tengo el anillo de mi madre, el de mi abuelo, el de mi abuela Castora, por supuesto. Entonces, la lechuza es una representación de esa conexión con el pasado, con el futuro y con el presente. Siento que soy un médium; me pongo los anillos de mis ancestros y pongo el altar en homenaje a ellos, para que vengan a tocar conmigo, y traigo a los tuyos o a los de la gente que viene a verme a la pista de baile.
¿Hablamos de tu sello musical? Lo fundaste en Berlín y aquí funciona como colectivo.
Claro, el sello y yo estábamos en Berlín y en ese punto que te contaba: tradiciones mundiales, World Music —que es una expresión que no me gusta mucho, pero no sé muy bien cómo denominarlo de otra manera—. Estábamos en Berlín y veíamos que había un boom tremendo de la cumbia, de la música africana… Ibas a clubs de techno y había percusiones africanas; ibas a clubs de house y había guacharaca de cumbia, y decíamos: “Eh, ¿por qué no hay de la península ibérica? ¿Por qué no encontramos la grandísima riqueza que tenemos allí?”. Entonces, con determinados artistas de aquí —de la península, de Portugal, de Galicia, de Aragón, de Andalucía…— decidimos fundar ese sello y empezar a publicar música electrónica, pero con raíz ibérica.
Yo fui quien lo lideró, y cuando decidí venirme otra vez a España llegué a Ampudia, que es el pueblo donde vivo, aunque no es mi pueblo. Me traje el sello y aquí empezamos a hacer actividades. Se fue juntando un grupo de gente amante de la tierra y de la tradición, y así surgió el colectivo Samaín, con el que estamos haciendo eventos que van desde fiestas de DJs hasta conciertos y festivales. Hacemos también coloquios alrededor de la música tradicional…
Hacemos una actividad que llamamos Folgorio, como se hacía antes: no había escenario ni artistas y público, sino que todo el mundo estaba entremezclado; se cantaba, se bailaba, se bebía y se tocaba. Nos divertimos como se ha hecho toda la vida, y es una actividad que nos gusta conservar. Aunque lo llevamos a la electrónica, nos parece superinteresante seguir manteniendo esa forma de relacionarnos con la música y con la gente.
También organizaste el Allende Folk, en Magaz, que es un pueblo cercano a Palencia, pequeño.
Sí. Sigue la misma idea. Organizamos un taller de danza tradicional —que también es otra cosa que hacemos—, hicimos el folgorio, un pasacalles con dulzaineros, conciertos de folktrónica… Hacemos muchos eventos, no solo en Palencia: hemos hecho en Valladolid, en Madrid, en Sevilla, y probablemente hagamos en algún sitio más.
No paras… Ahora estás trabajando en un disco, pero tienes varios EP.
Tengo cuatro o cinco EP, que son discos cortitos. Ahora estoy trabajando en el disco que se va a llamar 100 años de Castora. El 6 de abril de este año mi abuela Castora hubiera cumplido cien años. Ese día hice una fiesta en mi casa, con la gente de Samaín, del sello y del colectivo. A partir de ahí he decidido que, durante todo el año, Castora Herz irá sacando singles, y el día que ella hubiera cumplido 101 voy a sacar el disco.
Digamos que durante todo este año, en el que mi abuela hubiera cumplido cien años, voy a estar sacando singles… De la montaña palentina, de Zamora; hay un single que viene de Peñaparda —es un pueblo pequeñito de Salamanca que tiene una gran riqueza cultural—. Allí se toca el pandero cuadrado con porra; es uno de los pocos sitios de toda la península ibérica donde el pandero se toca así. Son cosas que quiero homenajear; me parecen muy interesantes.
Fíjate, pensaba que el pandero cuadrado era un instrumento canario…
No, el pandero cuadrado es muy genérico, existe en muchos sitios. Lo que pasa es que normalmente se toca con las manos, y en Peñaparda tocan con una porra, entonces tienen tres golpes, tres sonidos diferenciados. Me parecía que era muy importante recoger esa tradición, que a mí me encanta. Es increíble que en un pueblo tan pequeñito haya tanta tradición, tantos tipos de canción, un instrumento específico.
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¿Grabaste allí «Espejo Sol y Luna»? El videoclip es una preciosidad…
No, lo grabamos en Barruelo. Es una producción de Moraleja Films, una productora de Valladolid, y lo dirigió Enrique García Vázquez. Lo rodamos en Barruelo de Santullán, en el norte de Palencia. Lo rodamos en diferentes espacios… también en una mina. Fue súperincreíble grabar allí, la verdad. Yo estoy muy contento porque quedó muy bonito.
«Yo considero que mi música es orgánica… y lo defino como electrónica de pueblo».
Hemos hablado del set de la lechuza; ahora podemos hablar del set de Castora Herz, que se las trae: hay sonido pregrabado, hay voz, hay música… La parte de los sonidos pregrabados me interesa especialmente. Te has dedicado a grabar ovejas… Te imagino con la Zoom persiguiendo a un pastor.
Voy con una Zoom, efectivamente. Al pastor le pareció bien. Realmente todo esto también lo grabé nada más llegar al pueblo. Yo llevo cuatro años allí. Tampoco sé si sabrían que yo era del pueblo, y soy un poco vergonzoso, así que tampoco lo hacía delante de la gente. Me metía por ahí, cuando veía que podía grabar algo sin que me viera mucha gente, pues lo hacía.
La conclusión es que metes sonidos muy orgánicos en música electrónica.
Yo considero que mi música es orgánica… y lo defino como electrónica de pueblo, porque yo vivo en Ampudia, un pueblo de Tierra de Campos. Estoy desarrollando todo el proyecto desde ahí. Me siento afortunado de no tenerme que ir a Madrid, a Barcelona, a Bilbao o a Sevilla para poder desarrollarlo. Yo soy de pueblo, de otro pueblo de Palencia. Me parece que quiero hacer ese tipo de música y, para ello, lo que hago es grabar las ovejas en mi pueblo, los pajaritos que hay en mi patio; cuando escucho unas abejas, pues voy y las grabo…
Estás haciendo una labor importante de atraer a las generaciones jóvenes a una música que ya gusta a sus mayores. ¿Tus actuaciones son intergeneracionales? ¿Sientes que estás logrando eso? ¿O te está costando la vida?
La folktrónica es un movimiento que está en auge. Cuando empecé con el proyecto igual no tanto. En 2019 nos costó; fue todo muy prepandémico. Y, bueno, con respecto a lo que decías antes, es cierto que me resulta muy interesante ver en los conciertos a una señora bailando música tradicional —bailando de la manera tradicional, por así decirlo— y a un chaval joven bailando a la manera electrónica. Eso, cuando sucede, para mí es un éxito.
Sí que ha costado. A veces relacionamos las tradiciones, o algunas tradiciones, con lo casposo; y efectivamente, muchas lo son, pero hay muchas cosas muy recuperables, muy interesantes. Lo que cuesta, realmente, es separar la paja del trigo. Me siento muy orgulloso de poder traer esa música tradicional, ese folclore antiguo, a una estética y a una ética actuales, al siglo XXI.
Sigue a Castora Herz en redes
Instagram: https://www.instagram.com/castoraherz/
Youtube: https://www.youtube.com/@UCsOPFyQfZEwPcrqple3EGwg
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