Texto de Reyes Muñoz
A Sebastian Fitzek lo conocimos hace medio año gracias a la traducción al castellano de El experimento. Si buscas en foros, descubrirás que hay una legión de lectores que preguntan sobre un secreto que esconde este libro. Por aquel entonces, supimos que El retorno estaba en pleno proceso de adaptación al cine y antes de que llegue a la gran pantalla, nosotros también podemos leerlo.
Un niño queda con un abogado porque mató a un hombre cinco años antes de nacer. Nadie se lo cree, pero el niño sabe dónde está el cadáver. Y dado que es el abogado quien lo encuentra, se verá inmerso en una investigación policial en la que él es el principal sospechoso. El autor, con muy mala uva, juega con el lector que se debate entre tragarse que el menor en su vida anterior fue un asesino y su racionalidad aprendida, que dicta que esas cosas son cuentos de la China. Y ese es uno de los mil misterios que se alojan en las páginas de El retorno. Así pues, el desasosiego es la pauta que guía una lectura casi febril.
En cuanto a la forma, el libro es Fitzek en estado puro. A pesar de lo rebuscado de la historia, el autor no cae en trampas, no deja nada en el aire, y no deja respirar al lector. El juego psicológico se mezcla con una acción constante, puesta ahí como suculenta paja que suma más tensión y angustia a la lectura. Y el sentido del humor tampoco falta: cuando parece que la cosa va a estallar, un acertado sainete rompe la atmósfera… y deja al lector absolutamente desconcertado. Si te gusta el género, no puedes dejar de leerlo. Demuestra por qué el alemán es considerado uno de sus últimos maestros.
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