Lady Banana [Bora Bora]


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Entrevista de Paula Bañuelos
Fotografías cedidas por Subterfuge

Dúo formado por Nerea Bueno (guitarra y voz) y Alba Villarig (batería y coros), que desde sus inicios han sabido combinar la energía del rock con una esencia DIY que las mantiene fieles a sus raíces. Conocidas por sus riffs y los redobles de Alba, han recorrido un camino en el que buscan el equilibrio entre la creatividad y las normas de producción. Su historia detrás del nombre, sencillo pero pegadizo, refleja el mismo enfoque que sus directos: hacer lo que les gusta y conectar con el público.

A lo largo de su carrera, Lady Banana han compartido escenario con bandas icónicas, han lanzado singles cuidadosamente trabajados y han aprendido lecciones sobre cómo mantener su autenticidad mientras exploran nuevos territorios. Con Yago Lorenzo como productor, han encontrado la fórmula para hacer que cada tema destaque, sin perder ese caos controlado que las hace únicas.

De Zaragoza a los escenarios internacionales, ¿cómo ha sido ese viaje para Lady Banana? ¿Qué diferencias habéis notado al tocar en casa frente a otros países?

Ha sido muy progresivo, la verdad. No fue algo que pasó de la noche a la mañana. Empezamos tocando mucho en circuitos de salas cerradas, tanto en Zaragoza como en Madrid. Pero antes de llegar a la capital, estuvimos una temporada en Londres tocando en la calle. Fue toda una experiencia tocar al aire libre, pero más que al aire libre, era tocar para un público cambiante, gente que se movía. Tenías que hacer mucha performance para llamar la atención y que se quedaran. Creo que eso nos dio muchas tablas. Y cuando llegamos a Madrid, esa experiencia nos ayudó bastante.

En cuanto a las diferencias, por ejemplo, en Londres notamos que el público es diferente. Cuando tocábamos en la calle, al poco de llegar, fue curioso. Nada más llegar, tocamos en un par de sitios y luego empezamos a tocar en la calle. Vimos que, sorprendentemente, ganábamos muchísimo más dinero, pero muchísimo más, que tocando en salas. Estuve yendo durante tres años a Londres, tocaba tres o cuatro días y con eso vivía tranquilamente el resto del mes en España… ¡Hasta que llegó la pandemia!

 Vuestro sonido es muy potente, ¿cuáles son vuestras influencias principales? 

Realmente escuchamos de todo, pero a nivel de composición quizás nos influyen más grupos como Arctic Monkeys, Royal Blood o Muse. Al final, es un rock más anglosajón, incluso con tintes de Stoner. Muse o Queens of the Stone Age tienen ese sonido más gordote de guitarras, y eso es hacia donde vamos con nuestro sonido, mezclándolo también con recursos más electrónicos. A nivel de inspiración, hemos escuchado de todo y tenemos muchísimos referentes, pero no siempre se adivinan en nuestras canciones.

Recuerdo una entrevista a otro grupo donde les preguntaron cuáles eran sus influencias. Ellos respondieron, y el entrevistador dijo: «no se parece nada a lo que hacéis». Contestaron: «ya, porque no hacemos lo mismo», pero la forma en que entiendes la música te influye en cómo compones, aunque no sea igual. A mí me gusta mucho Blondie, Prodigy y Lady Gaga. No es que nuestra música se parezca, pero me encanta David Bowie, y su influencia está ahí a nivel de estética o concepto, más allá de lo melódico o armónico.

 ¿Qué os llevó a apostar por un formato tan minimalista con solo guitarra y batería?

Fue totalmente accidental. Veníamos de otros grupos y queríamos formar una banda juntas. Estábamos buscando un bajista, y aunque ya teníamos conciertos cerrados, no encontrábamos a alguien que encajara. O tenían tiempo, pero no tocaban bien, o tocaban bien, pero no tenían tiempo, o simplemente no nos llevábamos bien. Así que dijimos: «Hagamos los conciertos nosotras dos, y ya buscaremos bajista después». Al final, funcionó tan bien que decidimos seguir así. Nos entendemos muy bien en todos los sentidos, tanto componiendo como en el compromiso con el proyecto.

El rock y el punk suelen estar dominados por hombres, ¿cómo ha sido abrirse paso en este mundo siendo un dúo femenino?

Bueno, sí, definitivamente es algo que hemos notado. El reggaetón se critica mucho por machista, pero el rock también lo es. Las letras, las actitudes, todo. Es un mundo que está monopolizado por hombres en muchos sentidos, no solo en la música, también en el deporte y la cultura. A veces te sientes como una intrusa, pero eso no lo hace imposible, solo más molesto.

Por ejemplo, en las pruebas de sonido, si algo no iba bien, enseguida se asumía que nosotras lo habíamos hecho mal, como si el error fuera nuestro. Incluso antes de que tocáramos, ya nos querían enseñar a tocar nuestros propios instrumentos. O cuando llegábamos a un sitio nuevo, nos preguntaban si éramos cantantes con una guitarra acústica. Es como si no se esperaran que fuéramos capaces de hacer rock potente con una batería y una guitarra.

Otra cosa que notamos es que se nos exige más. No podemos permitirnos ser mediocres. Si tienes una actitud determinada, eres una niñata; si haces una balada, se critica. Mientras tanto, a los hombres se les permite un rango mucho mayor de comportamientos y estilos sin el mismo nivel de juicio. Es agotador, la verdad. Siempre estás demostrando que vales. Además, se censura parte de nuestra creatividad porque parece que solo puedes ser dos cosas: o una mujer sexualizada vestida de cuero que hace rock, o una cantante pop suave. Pero si decides ser tú misma, no les cuadra, y eso limita mucho.

Por suerte, las cosas están mejorando, aunque a un ritmo más lento de lo que nos gustaría. Nosotras seguimos rompiendo esos moldes. Hemos escuchado la típica excusa de: «Es que no hay grupos formados por chicas», que muchos festivales y sitios utilizan. Pero cada vez está más claro que esa excusa se está quedando corta porque hay chicas por todas partes. Nosotras mismas, sin buscarlo, nos hemos rodeado de un equipo formado en su mayoría por mujeres: las directoras de nuestros videoclips, fotógrafas, nuestra técnica de sonido, las de booking… Al final, no es cuestión de buscar chicas, sino de elegir a las personas que mejor se ajustan al proyecto, y muchas son mujeres.

Vuestras letras y energía en el escenario transmiten mucha fuerza, ¿de dónde sacáis la inspiración para componer?

La inspiración para nuestras canciones surge de un proceso muy orgánico. Normalmente llego al local con una idea melódica, ya sea de guitarra o de voz, y comenzamos a meterle batería. A partir de ahí, escuchamos, rehacemos y descartamos lo que no encaja. Es un trabajo muy práctico, vamos construyendo la canción poco a poco, asegurándonos de que las partes funcionen juntas. Aunque la parte más bonita, es la creativa, en la práctica se trata de encontrar lo que funciona mejor en cada caso.

En vuestros conciertos, la energía es explosiva, ¿cómo os preparáis antes de salir al escenario?

Antes de nuestros conciertos, solemos llevar un ritmo tan vertiginoso que muchas veces ni nos da tiempo a pensar en lo que hacemos antes de subir al escenario. Si tenemos cinco minutos para relajarnos y alinear los chakras, ya es un lujo. En la mayoría de las veces, hacemos un chequeo rápido de líneas, bajamos del escenario y luego subimos a los pocos minutos. En festivales todo es más acelerado, pero en las salas, a veces podemos relajarnos un poco más, dependiendo de los horarios.

Habéis compartido escenario con bandas míticas, ¿hay alguna experiencia que os haya marcado?

Por ejemplo, tuvimos la mala suerte o buena suerte de compartir cartel con el Columpio Asesino en el Low festival. Con ellos tenemos muy buena relación, pero no les pudimos ver en directo, solo algo desde las pantallas gigantes a la vez que tocábamos porque estaban casi enfrente nuestra.

El DIY es parte de vuestra filosofía. ¿Cómo influye eso en la manera en que hacéis música y en la forma en que os manejáis en la industria?

Aunque tengas a personas que se encarguen del booking, la comunicación, la editorial, etc., a nosotras nos gusta estar presente y organizar. Uno no está especializado en toodo, y siempre que lo puedas delegar bienvenido sea, pero sin despegarte en el proyecto. Por eso,  aunque deleguemos ciertas tareas, como la comunicación, que requieren conocimientos específicos, nos gusta estar involucradas en todo. Nos encargamos de organizar los viajes, buscar los hoteles y planificar la logística. Es como cualquier proyecto en la vida: las personas que lo han creado son las que más cariño le van a poner. Por eso, aunque deleguemos, intentamos no despegarnos del proyecto y estar presentes en cada aspecto.

Habéis lanzado varios EPs y singles, ¿cómo decidís qué canciones lanzar y cuál es el proceso creativo detrás?

Con los últimos singles, hemos adoptado la estrategia de trabajar tema por tema, dándole todo nuestro esfuerzo a cada uno antes de pasar al siguiente. Aprendimos esto después de la grabación de nuestro primer LP, «Bipolar», que fue un proceso muy tortuoso porque tuvimos que grabarlo en tres semanas, sin tener los temas completamente acabados. Ahora, preferimos tomarnos nuestro tiempo. Grabamos un tema, le damos muchas vueltas a la letra, lo producimos con Yago Lorenzo, que nos aconseja en temas de estructura, y una vez que estamos completamente satisfechas, lo lanzamos. Este enfoque de,single por single, nos permite dar lo mejor de nosotras en cada canción.

¿Cuál es la historia detrás de vuestro nombre, Lady Banana?

Siempre tenemos un problema con esta pregunta porque la gente espera una historia épica o algo así, pero la realidad es mucho más sencilla. Como suele pasar en el proceso creativo, no nos poníamos de acuerdo con el nombre. Alba proponía una cosa, yo otra, y así estábamos todo el rato. Además, teníamos conciertos programados y ni siquiera teníamos bajista ni nombre para la banda. Un día, de repente, se me ocurrió «Go Bananas», que en inglés significa volverse loco, pero a Alba no le convencía porque sonaba a eslogan de fútbol americano. Al final surgió Lady Banana, nos gustó a las dos y decidimos no darle más vueltas.

Vuestra música tiene una identidad muy marcada. ¿Cómo trabajáis para mantener esa autenticidad y no perder vuestra esencia?

Ahora mismo estamos en una lucha interna para encontrar el equilibrio entre seguir ciertas normas de producción sin limitar nuestra creatividad. A nivel de estructuras musicales, por ejemplo, hay un orden establecido que se suele seguir, pero nosotras somos muy de cambios de ritmo, y a veces rompemos esas reglas. Cuando empezamos a trabajar con Yago Lorenzo, nuestro productor, él nos decía: «¡Vaya desbarajuste!» «Vamos a poner un poco de orden aquí».«Nosotras somos así, para bien y para mal».

Queremos mantener nuestra esencia, esa espontaneidad que tuvimos desde el principio, pero ahora también sabemos cómo funcionan las cosas en la industria, por lo que tratamos de combinar ambos mundos. Intentamos mantener elementos que nos definen, como los riffs pesados o los redobles endemoniados de Alba. Siempre decimos que un redoble suyo no puede faltar en nuestras canciones. De hecho, la primera persona con la que grabamos nos apodó «bombo loco» porque nuestro bombo siempre entraba en los momentos más inesperados.

El reto está en mantener esa originalidad sin que la canción se vuelva caótica. Es importante que el ritmo siga siendo entendible para que el oyente no se pierda, pero sin que se vuelva monótono. Al final, estamos comunicando un mensaje a través de los sonidos, y si todo es un caos, la canción no funciona. Así que siempre estamos buscando ese equilibrio.

¿Alguna vez os habéis sentido presionadas para encajar en una estética o sonido que no os representaba?

Sí, hay muchas expectativas sobre cómo debemos sonar o vestir siendo mujeres en el rock. Parece que si no encajas en un molde predeterminado, es difícil que te tomen en serio. Es un reto constante luchar contra esas limitaciones y seguir siendo fieles a lo que somos.

Habéis mencionado que tenéis una fuerte conexión con vuestro equipo, ¿cómo influye esto en vuestro trabajo?

Sí, nuestro equipo está formado mayoritariamente por mujeres, desde la técnica de sonido hasta las directoras de videoclips. No lo planeamos así, simplemente son las personas que mejor encajan en el proyecto. Es genial tener un equipo con el que compartimos tantos valores.

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