Entrevista de Reyes Muñoz
Hace una eternidad, en Manila no es la novela romántica que sugiere su título. Es un libro que describe y denuncia con sencillez y sentido común la realidad de la inmigración filipina. Amparo es rica, Beverly es pobre. Ambas dejan Manila por motivos muy distintos. Las dos acaban en San Francisco. Una busca la libertad en un mundo en el que no rinde cuentas a su apellido y sobre el cuello de la otra, está el pié destructor de un hombre malvado. Con Marivi Soliven hablamos de la que hasta ahora es su única novela.
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Eres muy guapo, película francesa de 2006, ofrecía una imagen dulcificada del hombre solo que no sabe cómo conseguir una esposa. Pero el perfil masculino que busca mujer por internet, puede ser otro, como vemos en Hace una eternidad, en Manila: cuando alguien paga por algo, compra, y cuando compra, aquello por lo que paga se convierte en su propiedad, aunque su adquisición sea un ser humano.
Marivi Soliven fue consciente del sometimiento de decenas de mujeres filipinas en Estados Unidos a través de su trabajo como traductora telefónica. Ellas denunciaban en su idioma natal –en situaciones de pánico usamos la lengua materna– y Soliven trasladaba a las autoridades lo que escuchaba. Las historias que llegaban a sus oídos la impulsaron a denunciar la situación, y decidió convertir esta realidad desconocida en una novela que ahora llega a España.
Amparo está sometida por las apariencias y Beverly subyugada por la pobreza. Presentas una sociedad muy polarizada. ¿No hay un término medio en Filipinas?
Los filipinos nos enorgullecemos de la reputación. Estamos, de alguna forma, controlados por lo que se espera de nosotros. Para un filipino uno de los peores insultos es el de «sinvergüenza» –»hiya walang»– que significa que actúas sin pensar en lo que los demás opinan de tu comportamiento.
La sociedad filipina está polarizada. Sí que hay un punto medio, pero la brecha entre ricos y pobres o entre personas con acceso a la educación y sin acceso, es tan grande que es más evidente lo que hay en los polos que lo que existe en el punto medio.
En el mundo rico, hay hombres capaces de comprar esposas, y en el mundo pobre hay empresas que venden mujeres. No sé qué es peor. ¿Cuál es tu opinión?
Es un punto de reflexión interesante. No lo sé. Lo admitamos o no, el amor, o mejor dicho, el sexo, es una mercancía. Una mujer independiente se casa en igualdad de condiciones con respecto a su marido. Sin embargo, si es pobre e inmigrante, se casa en desventaja. En los Estados Unidos, la residencia legal no es instantánea. El cónyuge nacido en el extranjero obtiene una residencia condicional de dos años. Pasados estos, tiene que acudir a una entrevista en el Servicio de Inmigración y si todo va bien, la residencia pasa a ser permanente. En esos dos años un marido malvado puede cometer toda clase de abusos y la esposa no hará nada, porque temerá ser deportada.
«Yo quería examinar cómo la inmigración es de una forma u otra según la situación social del inmigrante, analizar lo que dejan, los motivos por los cuales se van y lo que esperan encontrar en el nuevo país»
La crítica ha señalado como tema central de la novela la diáspora filipina. Pero es una novela compleja… ¿Dónde pusiste tú el foco?
Cada lector decide qué es lo que más peso tiene en la novela. Me han escrito mujeres para decirme que la violencia doméstica fue para ellas el tema central de la novela, quizás porque han sufrido situaciones similares. Un amigo me dijo que el retorno de Amparo a Filipinas fue lo que más le afectó… Yo quería examinar cómo la inmigración es de una forma u otra según la situación social del inmigrante, analizar lo que dejan, los motivos por los cuales se van y lo que esperan encontrar en el nuevo país. El diez por ciento de la población filipina vive fuera del país. La inmigración no es solo un viaje, son muchos viajes, tantos como personas se embarcan en ellos. Como Amparo, yo trabajo de intérprete telefónica y oigo historias de inmigración todos los días.
También es una novela sobre la maternidad. Marcela no es madre biológica, pero es la madre de todos. ¿De dónde sale un personaje tan humano?
La de Marcela es una personalidad compuesta, extraída de los sirvientes que conocí mientras crecía. Nos criaban niñeras. Es solo una de esas situaciones que vienen marcadas por la clase social y la educación. Mi madre no quería abandonar a sus cuatro hijos. Solo creía que estaba en su derecho de continuar con su carrera. Y como nuestras niñeras no tenían una formación universitaria, por la misma lógica, se dedicaban a cuidar a los hijos. Yaya Esther –que aparece en el primer capítulo– es una persona real. Ahora vive en Berna y viaja a Manila todos los años para ver a mi madre. Es parte de nuestra familia. El año pasado compró un ejemplar del libro. Nos conoce tan bien y nos quiere tanto que voló desde Suiza para estar en todas nuestras bodas.
Me fascina el lenguaje no verbal de las mujeres de la alta sociedad de Manila. Creo que conoces a la señora Concha. ¿Quién es ella?
Por supuesto, ¡yo conozco a Doña Lupita y a la Señora Concha! Están basadas en mi madre, su madre y todas las mujeres de esas generaciones de mi familia. La casa de los Guerrero es una versión a lo grande de la mía. Pero mis amigos me han dicho que son una copia de sus abuelas y de sus madres. Son dos de mis personajes favoritos. Por suerte, mi madre tiene mucho sentido del humor, pero por si acaso, dediqué el libro a su familia para asegurarme de que no me desheredaran.
«El único contacto de una mujer inmigrante maltratada en el país de acogida es el del hombre que abusa de ella».
La novela es muy dramática, pero también es divertida. ¿Es necesario el humor para hacer soportables las escenas más dramaticas?
Las escenas más dramáticas o difíciles, también en la vida real, tienen un elemento absurdo. Así que sí, incluí el humor para aligerar la tristeza. La tragedia constante resulta agotadora.
Yo jamás había oído nada de las «esposas por correo» y de primeras pensé que era ficción. Pero rastreando he visto que este es un problema antiguo en Filipinas… ¿Es algo de lo que se habla allí?
Este no es un problema solo de Filipinas, también de Vietnam, Rusia, Tailandia… y otros países pobres de Asia. –
En este punto Marivi Soliven nos invita a visitar una serie de enlaces que podéis encontrar en la sección «Media» de su web http://marivisoliven.com.
Después de interpretar varias llamadas de la «National Domestic Violence Hotline», en 2008 me di cuenta de que estas mujeres necesitaban contar su historia. El único contacto de una mujer inmigrante maltratada en el país de acogida es el del hombre que abusa de ella. Ella aguanta por el miedo a ser deportada… pero ¿y si la asesina? La Ley de violencia de género les ofrece ahora una protección especial. Una víctima puede solicitar la residencia legal sin tener que pedir permiso a su marido, pero solo si él es un ciudadano americano o un residente legal, si se demuestra que se casó con él de buena fe y si ella no tiene antecedentes.
Eres filipina y vives en los Estados Unidos. Leyendo el libro intuyo que te gusta más el estilo filipino que el «American way of life»…
La mitad de mi novela acontece en Manila, y la otra mitad en California. Sí que tengo una sensación de ruptura. Sigo siendo ambivalente en lo que se refiere a mi vida en los Estados Unidos, pero mi rutina, mis amigos y mi familia están aquí ahora. No me olvido de Manila, pero soy consciente de que volver sería muy complicado. Todo el mundo toma decisiones, y toda elección implica sacrificio. Emigrar fue mi elección y por ahora funciona.