«Stieg Larsson: El hombre que jugó con fuego» de Henrik Georgsson


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Texto de BiPaul

Dirección: Henrik Georgsson
Guion: Olof Berglind, Nathan Grossman
País: Suecia

Pasa a veces, que aquello que vemos o escuchamos o leemos, parece cosido. Un día ves el documental de Stieg Larsson –simplemente porque estás obsesionado con el personaje de Lisbeth Salander– y al día siguiente, amaneces con la publicación en twitter de la ubicación de la casa en la que Irene Montero, Pablo Iglesias y sus hijos están alojados en vacaciones.

En el documental (cuatro capítulos de unos 45 minutos) están las claves para entender por qué la familia del vicepresidente del Gobierno y la ministra de Igualdad salen por patas de una casa rural de Asturias. No los amenaza cualquiera. La amenaza llega de la extrema derecha, uno de los movimientos que más ha delinquido en la historia de la humanidad y de una forma más impune. Un movimiento antidemocrático, con una cúpula muy formada y un ejército de zoquetes, dispuesto a atacar objetivos: sean estos el primer ministro de Suecia, un inmigrante, un comunista o un periodista que lucha por sacar su verdad al aire.

Junto a la cúpula y los zoquetes, están las personas normales que con su voto, blanquean su avance. Son personas normalísimas con vidas anodinas, que quizás creen que no tienen lo que merecen, y que culpan de su miseria a quien les diga la cúpula. La extrema derecha te dice a quien debes odiar: judios, árabes, extranjeros, feministas, homosexuales, lesbianas, lesbianas feministas, víctimas de la violencia de género que denuncian a los abusadores… Son personas comunes cuya presencia en cualquier país del mundo, donde ellos sean extranjeros, será percibida como amenaza por sus compañeritos de ideología. Y les pondrán la cruz en la frente. Básico: si España es para los españoles y Suecia es para los suecos, un español en Suecia, aunque sea muy español y muy de derechas, es basura inmigrante.

Dicen en el documental que Stieg Larsson tenía el mayor archivo dedicado a la extrema derecha de Suecia. Nos cuentan que su abuelo, con el que se crió, era un gran defensor de todos los derechos democráticos, y vivía preocupado por el avance nazi por Europa. Él creció con esa misión metida dentro: sacar a la luz el avance de tapadillo de los nazis por Suecia y Europa. Murió en plena eclosión de su mensaje. Trabajaba más de lo que permite el cuerpo humano, comía mal, fumaba como una chimenea, y sufrió un infarto. Y ahí terminó Stieg Larsson, la historia de Lisbeth Salander e investigaciones potentísimas, en torno, a por ejemplo, el asesinato de Olof Palme.

Descubrimos en el documental cuál era el papel de Larsson en Expo, la revista en la que se basa Millennium, con una redacción de jóvenes periodistas con enormes valores democráticos. Ellos fueron los que tiraron del hilo, y le dijeron a su país que la extrema derecha se financiaba de una industria discográfica que se parapetaba detrás del sello “rock vikingo”. No es lo mismo decir, “yo escucho rock vikingo” que “yo escucho rock nazi”. Los nazis no suelen reconocer que lo son. Y los que lo reconocen son apartados de la primera linea de la foto.

La revelación de las fuentes de ingresos, fue clave para que los líderes de la extrema derecha sueca –a los que Expo sacaba a la luz del día– pusieran una cruz en la revista y en sus colaboradores. Sus peones atacaron un quiosco porque la cabecera estaba en su escaparate –infundiendo miedo en todos los quiosqueros de Suecia– y pusieron una bomba en el coche de dos de los colaboradores de Expo –metiendo el miedo en el cuerpo de todos los periodistas libres de Suecia–. Antes de Expo y antes de Millennium, Stieg Larsson junto a Anna-Lena Lodenius (que aparece en el documental) había publicado Extremhögern, un libro que denunciaba a los cabecillas de la extrema derecha sueca y que sigue usándose como una guía. Antes del atentado contra sus compañeros de Expo, Larsson ya era un objetivo de la extrema derecha, así que el miedo venía de antiguo.

¿Por qué, con todo lo que sabemos, en Suecia, en España, en toda Europa, somos incapaces de ver lo peligrosa que es la extrema derecha? Quizá porque desde la democracia es muy difícil luchar contra lo básico del mensaje de la extrema derecha. Desde los valores democráticos, es difícil no subestimarlos. Ellos mismos lo hacen: la extrema derecha es la única ideología de la cual los líderes niegan formar parte y amenazan a los periodistas que demuestran su pertenencia.

Stieg Larsson se basó, en sus investigaciones, en denunciar los liderazgos de la extrema derecha. Nunca los subestimó. Siempre los temió. Siempre guardó sus espaldas de sus peones. Por ello, intuímos, creó a Lisbeth Salander, el mejor personaje de ficción del siglo XX, la única heroína capaz de luchar contra esta red con tintes de secta: una sociópata, que no discute con ellos, solo actúa. Sí que discute con ellos Mikael Blomkvist, el investigador que representa la denuncia –inocua– desde la legalidad. En la ficción, los buenos ganan. En la realidad, es terrible ver cómo ciudadanos, a priori, normales, ponen la cruz en la frente de quien se enfrenta con sus ideas.

Más información: https://www.filmin.es/serie/stieg-larsson-el-hombre-que-jugo-con-fuego

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