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Texto de Reyes Muñoz, con aportaciones de Covadonga Carrasco y BiPaul
El día que murió Almudena Grandes, en esta redacción nos dimos el pésame. Almudena Grandes había dejado a las personas que la amaban íntimamente, para nosotros no había muerto. Sus textos, ya fueran artículos, cuentos, novelas largas y cortas, tenían tantas lecturas que para los simples mortales, Almudena Grandes sería eterna. Y el homenaje más bello y menos cínico —sin contar con los de su familia— se lo habían hecho sus lectores. Y precisamente, nosotros somos eso, lectores de Almudena Grandes.
Sabemos que no estamos a la altura de lo que hemos hecho. Baste decir que lo hemos hecho de corazón.
La identidad
Las edades de Lulú
Captar las profundas capas de la literatura de Almudena Grandes puede convertirse en una misión de vida. Como experimento, vamos a fijarnos únicamente en el título de uno de sus libros: “Modelos de mujer”.
“Modelo” es la pauta perfecta que debe ser imitada. Almudena Grandes habla de “modelos” en plural. En el libro, cabría esperar que la autora explicara las pautas para ser “buenas mujeres” y sin embargo, en las historias que narra, lo que encontramos son mujeres desgraciadas. Los “modelos” las embarcan en vidas que no quieren.
La idea de buena y mala mujer, hija, madre o esposa sobrevuela en toda la literatura de Almudena Grandes. Las edades de Lulú fue su primera novela. La época era propicia para una narración explícita de los mimbres del deseo. El escándalo de Lulú no se debió a la etiqueta de “literatura erótica”, ni porque fuera una mujer la que firmaba el texto. El pecado era que una mujer española de familia bien tuviera un universo íntimo, algo que en aquel momento ni se presuponía ni se confesaba. Lulú era “mala mujer”.
En el artículo de BiPaul en ExPERPENTO, decimos:
El argumento se simplifica diciendo que va de la relación morbosa entre una adolescente y un chico mayor y/o del despertar sexual de una “pequeña viciosa”. O… que el libro trata del abuso de un adulto pederasta sobre una menor que, enamorada o fascinada, deja de crecer para retenerlo. El foco social o lector cambia en este transcurso de los años noventa del siglo XX a los años veinte del siglo XXI y sin embargo, Almudena Grandes en su reedición crítica de 2015, solo recolocó algunas comas.
Malena es un nombre de tango es el texto en el que Almudena Grandes convierte la reflexión en torno a los diversos “modelos de mujer” en personajes. Las mujeres buenas son la madre de Malena y su hermana melliza, Reina. Las malas mujeres son Magda, que es la tía, la abuela y la propia Malena. Malena sufre porque no es como Reina, no se siente capaz de ser “una buena mujer” al punto de rezar para convertirse en un niño. Y su tía es quien le pide que deje de fijarse en las otras mujeres de su familia o nunca será ella misma. Nos quedamos sin hablar largo y tendido de las consecuencias de “ser una misma” en la literatura de Almudena Grandes.
La soledad
Estaciones de paso
Con Estaciones de paso Almudena Grandes volvía a hacer gala de su capacidad de crear un título que de por sí es un libro, en este caso, de tres palabras. Y si lo pensamos un poquito, Estaciones de paso está muy en la línea de otro título: Las edades de Lulú.
En Las edades de Lulú encontramos a una dolescente eterna, que decide dejar de pensar, de decidir, en definitiva, de ser para no perder al hombre del que está enamorada. En Malena es un nombre de tango, en Castillos de cartón, en Los besos en el pan e incluso en los libros que componen Los episodios de una guerra interminable —como el “Lector de Julio Verne”— está presente ese momento de crisis que supone el paso de la infancia a la vida adulta. Las experiencias en la adolescencia, los daños, las frustraciones… son el catalizador de la vida posterior. Y del mismo modo que Modelos de mujer es el monográfico de una de sus grandes obsesiones, en Estaciones de paso se centra en la fase de la vida en la que los dioses caen por su propio peso. Además, en este libro no se corta en exponer momentos que seguramente fueron íntimos y que explicaban muchas de sus luchas en las columnas del periódico.
Covandonga Carraco en su artículo para ExPERPENTO nos dice:
En Estaciones de paso Almudena te arranca el traje de “adultez” y te vuelve a llevar al sitio que ocupaste. Al de las dudas y el miedo. Al de dejar la inocencia de una forma brusca, y aún así, en todo momento, mantiene la ternura, sin cursilerías.
Estamos solos y es mejor que lo asumamos. Eso es de lo que parece que Almudena Grandes —que recordemos, según ella misma dijo, no plantea respuestas en sus novelas sino preguntas— trata de convencerse, relato tras relato y novela tras novela. Y quien asume su soledad íntima, quizás no sea más feliz, pero sufrirá menos decepciones.
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Con motivo del día del libro, el 23 de abril de 2022, la familia de ExPERPENTO hizo una lectura continuada de «Demostración de la existencia de Dios», uno de los relatos de Estaciones de paso:
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La memoria
Castillos de cartón
Cuando salió Castillos de cartón la crítica dijo que el libro, tras una bestia como Atlas de geografía humana, acusaba falta de estilo y de profundidad. Es posible que la crítica se ciñera al peso. Es una novela breve. Pero recordemos la capacidad de la autora para ordeñar los matices de cada palabra o adjetivo. Permite dos tipos de lectura, una muy liviana, para no perder el hilo argumental, o de mucho esfuerzo, para palpar la narración.
Muchos de los textos de Almudena Grandes se basan en el recuerdo de su protagonista. Esto no es casualidad, porque la memoria es el filtro por el que pasan las vivencias. El presente de cada personaje definirá esos recuerdos como dulces, tiernos o dolorosos. Son los recuerdos los que actúan como un ancla en muchas de sus historias: de algunos los personajes huyen y de otros no se pueden zafar.
En este caso María José, o Jose, recibe una llamada de Jaime. Marcos, un cotizado artista, se ha suicidado. Los tres mantuvieron una relación cuando estudiaban Bellas Artes. El impacto de la noticia despierta en Jose una sucesión de recuerdos que son el argumento de la novela. Carecen de detalles, no son concretos, son difusos. Almudena Grandes, por tanto, no escribe hechos, sino sensaciones, que son los recuerdos que más a fuego quedan marcados en la memoria.
Escribe Covadonga Carrasco en su texto para ExPERPENTO:
La temática universal, el amor, se convierte en necesidad de compartir, esa necesidad del otro para acompañarnos en la vida, de la traición, del abandono… Pero, sobre todo, de la entrega y de la felicidad. Sin ñoñerías, sin romanticismos y lo mejor, te libera de todos los prejuicios posibles en cuanto a los sentimientos. Y ojo, es que este libro, en el fondo, no va de amor, no es tan obvio.
Por tanto, la brevedad de Castillos de cartón, tiene que ver con la coherencia de la literatura de Almudena Grandes. Y no es baladí para el debate profundo que contiene este libro; sobre la libertad y la dependencia, sobre la fragilidad y la sensibilidad de los seres humanos, sobre la influencia de unos sobre otros, sobre el peso de las apariencias y las opiniones ajenas de los demás y sobre la soledad íntima.
La memoria histórica
El lector de Julio Verne
Hace tiempo escribí en esta revista sobre El lector de Julio Verne. Como nos ocurre a casi todos excepto a Almudena Grandes, que se encargó de la corrección de Las edades de Lulú en su reedición de 2015 y cambió lo justo, releer nuestros artículos antiguos da un poco de vergüenza. Ese había sido el único libro del que habíamos dicho algo en ExPERPENTO, y fue por una cuestión publicitaria.
En esta redacción sentimos un respeto solemne por su literatura. Muchas veces intentamos entrevistarla y nos quedamos con las ganas. Y aquí, cuando no nos atrevemos a escribir sobre algo, porque nos parece que nos viene grande, entrevistamos al autor.
El motivo por el que hoy hemos sido valientes es que las tres personas que nos hemos puesto a ello, nos enfadamos con alguno de los homenajes del día siguiente de su muerte. Se olvidaron de que además de roja, madrileña y del atleti era la mejor escritora de nuestro tiempo. Y sin asiento en la Real Academia de la Lengua, no como algún mediocre, que incluso se atrevió con el cinismo en su despedida. Los manuales de literatura darán a cada uno su sitio.
Los episodios de la guerra interminable son, seguramente, los libros que con más ahinco se estudiarán en el futuro, porque como dije en su día:
El lector de Julio Verne es un libro tan duro como tierno que recoge en sus páginas todos los rasgos de la literatura de Almudena Grandes: la calidad literaria, el miedo a la soledad y la querencia por el recuerdo. En su serie de libros entrega la guerra interminable a sus auténticos protagonistas, que nunca fueron los que decían los libros de historia. Y hace lo que siempre ha hecho, crear un alma para los rostros difuminados por la celeridad de la historia.
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