Texto de BiPaul
Imagen de la cubierta de «Las edades de Lulú»
Habían pasado más de veinte años desde que Almudena Grandes escribiera Las edades de Lulú y aún se la presentaba como la autora de Las edades de Lulú. Fue su primer libro y ganó el premio La sonrisa vertical. Ni el premio ni la editorial existen pero la novela sigue en venta y revisada por la propia Almudena Grandes. Y aún hoy es considerada literatura erótica, es decir, que comparte estante en la Fnac con las sombras de Grey.
Recuerdo leer Las edades de Lulú a escondidas casi cuando salió. Con unos quince años pensé que aquello tenía más de espeluznante que de erótico. También recuerdo explicarle a una compañera de la universidad mis sensaciones con Lulú y con Malena. Que mi compañera me achacara cierta mojigatería me llevó a releer la primera. Mi juicio no había cambiado. La sensación de desasosiego al pasar sus páginas es una constante, hoy también, y no solo por el episodio que aleja a Lulú de Pablo (que no describiré por si aún queda alguien en la sala que no ha leído el libro).
Ni siquiera cuando me he puesto a escribir sobre Las edades de Lulú para este artículo, sabía explicarme. Y como quien quiere instrucciones para desatascar el water, he hecho una búsqueda en google. He descubierto que hay una multitud de estudios muy sesudos en torno a este librito de menos de trescientas páginas. Por tanto es una novela contundente, profunda, que exige un análisis por párrafo. La primera novela de Almudena Grandes definía la literatura de la escritora (o escritor), más importante de nuestro tiempo. Su pluma se sitúa a la altura de la de Cervantes o Galdós. En esta revista se dijo hace años algo que recordaré siempre: nadie escribe mejor que ella. Al mismo nivel, puede, mejor es imposible.
Pero volvamos a Las edades de Lulú.
El argumento se simplifica diciendo que va de la relación morbosa entre una adolescente y un chico mayor y/o del despertar sexual de una “pequeña viciosa”. O… que el libro trata del abuso de un adulto pederasta sobre una menor que, enamorada o fascinada, deja de crecer para retenerlo. El foco social o lector cambia en este transcurso de los años noventa del siglo XX a los años veinte del siglo XXI y sin embargo, Almudena Grandes en su reedición crítica de 2015, solo recolocó algunas comas.
«Me lamió toda la cara, la barbilla, la garganta y el cuello, y entonces decidí no pensar más, por primera vez, no pensar, él pensaría por mí». Así empieza la sumisión de Luisa, de Lulú. Es una adolescente y Pablo es el amigo de su hermano, profesor de universidad, que en realidad no es mucho mayor que ella. En uno de los momentos más recordados de la novela, Pablo rasura el pubis de Lulú, «demasiado peluda para tener quince años. No tienes coño de niña. Y a mí me gustan las niñas con coño de niña». Y Lulú se convertirá en una niña eterna para gustarle a Pablo. Hará lo que convenga para que Pablo esté a su lado. Y por ello, a su reencuentro acude vestida de colegiala. Él la mira y le dice entusiasmado: «No has crecido nada».
«No te hagas ilusiones. Te dejará pronto, con esos gustos que tiene… Eres guapa, muy guapa, eso sí, y él no debe ser muy viejo todavía, pero con los años le gustarán cada vez más jóvenes, rubias y delgadas, y al final, las niñas pequeñas». Esto le dice la dependienta del sexshop en el que Lulú compra una camisa grande de bebé para satisfacer los gustos de Pablo. La ambigüedad de Almudena Grandes en esta novela también ha sido tema de debate. En 2015, decía: «Yo creo que la literatura no tiene que ver con las respuestas, sino con las preguntas. Un buen escritor no es el que intenta iluminar a la humanidad, respondiendo a las grandes cuestiones universales que angustian a sus congéneres, sino el que se hace preguntas a sí mismo y las traslada en sus libros al lector». Que se dejaba arrastrar por sus personajes y escribía lo que tenía que escribir es obvio, y por ello en su literatura no hay ni un ápice de incoherencia. Pero sin embargo, la cita de arriba, la de «No te hagas ilusiones…», que sale de la boca de un personaje de paso en medio de una larga perorata, no tiene nada de ambigua. La dependienta dice quién es quién en este libro.
Mucho se ha hablado del supuesto final feliz de la novela, en el que Pablo salva a Lulú de la muerte, como dándole a él la oportunidad de redimirse ante los ojos del lector. Almudena Grandes, con mucha retranca, lo explicó así: «Al menos, los jesuitas siempre han tenido muy claro que si un personaje es la encarnación del Mal y vence en la contienda, el final de la historia es perverso de necesidad. Amén». Almudena Grandes en ningún momento redime a Pablo. Muy al contrario, condena a Lulú. El final no puede ser más perverso.
Bibliografía:
Recomiendo el artículo de Marina Sánchez Fernández sobre esta novela y Malena es un nombre de tango y Modelos de mujer. Personalmente, considero que esta asociación de libros es un acierto.
https://revistacontrapunto.com/las-edades-de-lulu-malena-es-un-nombre-de-tango-y-modelos-de-mujer-sexualidad-en-la-novelistica-de-almudena-grandes/
Otro texto que he consultado para escribir sobre Lulú es este artículo de Ana Belén Chimeno del Campo. Expresa tan bien mis reflexiones que he tenido la tentación de copiarlo y pegarlo y hacerlo pasar por propio:
https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/noviembre_16/03112016_01.htm
La propuesta más sesuda y documentada es esta de Guillermo Laín Corona. Por cuestiones de tiempo, lo he leído muy por encima. Recoge todas las declaraciones de Almudena Grandes en torno a su novela y muchas de las reflexiones que han hecho otros escritores y muchos críticos: https://www.academia.edu/38514339/Revisión_cr%C3%ADtica_de_Las_edades_de_Lulú_de_Almudena_Grandes_Para_una_nueva_interpretación_como_Bildungsroman