Texto de Reyes Muñoz
Las comedias argentinas buenas son míticas. La chanza apunta al espacio del cerebro en el cual carcajearnos nos hace conscientes de lo malvados que somos. Días de vinilo es de esas. De las que se ríen de las desgracias ajenas. Los ingredientes son la música, la amistad, la edad, el amor y el gafe.
Marcelo es Lennon en una banda tributo a Los Beatles y no se enamora por miedo al «efecto Yoko». Pero una española (medio japonesa) alquila su piso. Facundo, vendedor de tumbas, mata el gusanillo componiendo jingles para la funeraria. Se va a casar con Karina, pero ama a Lila, cantante de pop y novia de Luciano. Luciano es DJ en la radio. Lila le deja y triunfa con una canción que habla de él. El programa de Luciano gana en sordidez. Damián sueña con triunfar en el cine y ahora cuenta con Sbaraglia. Pero justo, cuando todo comienza a marchar, extravía el guión.
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