Entrevista de Covadonga Carrasco
Fotos cortesía de Lemon Press
Sábados y domingos de abril de 2021 en Nave 73
José Couso fue asesinado por las tropas estadounidenses durante la guerra de Irak mientras hacía su trabajo, filmar lo que sucedía para darlo a conocer al mundo, desde la terraza del hotel Palestina, donde se alojaba la prensa. Todo el mundo lo sabía, sus verdugos también. Nadie se hizo responsable de su asesinato. Gobiernos de diferente signo político han mirado hacia otro lado a la hora de exigir responsabilidades.
Ahora, cuando van a cumplirse 18 años de su muerte, podremos ver el monólogo de Marta Alonso junto a Bea Vaca (Narcoléptica), El fuego amigo, en Nave 73. Hablamos con Marta para que nos contase más sobre cómo determinados hechos no pueden caer nunca en el olvido.
Sorprende gratamente, cruzarse con este montaje. Ha pasado mucho tiempo del crimen de Couso y no se le dio la relevancia que igual merecía… Y después de ver cómo gobiernos de diferente color, se han puesto de perfil con este caso e incluso los medios de comunicación en los que la solidaridad que, igual se hubiese esperado, también brilló por su ausencia, de nuevo se ponga el tema sobre la mesa. ¿Cómo surge?
Sí, es algo que muchos periodistas preguntáis. Es de alguna manera la pregunta recurrente. El 8 de abril hará 18 años, un acontecimiento que está un poco en el limbo, en un limbo peligroso que puede llegar al olvido. Algo que vivimos, que recordamos y que tenemos unido a un momento de lucha, de gritos, de: ¡Madre mía! ¿Cómo puede pasar esto? Con el “NO A LA GUERRA” y todos los eventos que se sucedieron tras la muerte de José.
Juan Manuel Romero, que es el director y el dramaturgo de la obra, quería escribir sobre lo que había pasado con José. Él llama a este proceso del “teatro documento” al “teatro poético”. Aunque es una corriente bastante antigua, el «teatro documento» parece que en los últimos años ha cobrado importancia. Es una manera de acercar el conflicto al teatro, para no olvidar, tenerlo ahí presente. Son injusticias y no hay que olvidarlas.
Pero nosotros queríamos ir un pasito más allá y trabajarlo, dando un salto poético que se produce en la escena y cómo hacer algo diferente. De la historia de José hay libros, hay imágenes, hay de todo.
Pero, sí es verdad que, leímos todo ese material y esos documentos y Juanma escribió una especie de alegato, de poema. A través de él vamos viajando a través de imágenes poéticas, que nos van llevando por donde pasó José y lo que sucedió. Intentamos abarcar el conjunto y reflexionar por qué pasa esto y nos posicionamos del lado de las víctimas: No solo de José Couso, sino del resto de periodistas que estaban allí y de los bagdadíes, las víctimas reales como él, los civiles.
«Ya no existe esa cosa del reportero idílico, el que muestra esa frase horrible, como dices tú de los “daños colaterales”, del fuego amigo…»
Esa frase… “Los daños colaterales” que supone una deshumanización absoluta del valor de una vida. Recuerdo cómo mucha gente decía: “Bueno, es que los periodistas que van a una guerra, saben a lo que se exponen”.
Totalmente, nos dimos cuenta, además, cómo en ese momento cambió la forma de ofrecer información. En aquella época, todavía se dejaba que los corresponsales de guerra hicieran algo independiente. Ahora hay una central X en, por ejemplo, Kabul, que es la que manda las noticias y todos dicen lo mismo.
Ya no existe esa cosa del reportero idílico, el que muestra esa frase horrible, como dices tú de los “daños colaterales”, del fuego amigo… Y lo peor, que nos acostumbramos a verlo en los telediarios mientras comemos.
Llevamos así tantísimo tiempo que es como: “Bueno, vale. Otra guerra más, otros tantos muertos”.
Eso fue precisamente lo que nos llevó a poner en marcha este montaje, aunque pensamos: “Esto igual es un poco antiguo, pero…”. En el escenario estoy yo con Bea Narcoléptica que es mucho más joven que nosotros y no lo vivió de la misma manera. Pero, cuando le contamos la historia… Le tocó.
Qué terrible también esto que dices, una persona más joven que no tiene conciencia de lo que sucedió. Son dieciocho años, sí, pero no es tanto tiempo.
Por eso, aquí la función del teatro tiene un toque pedagógico. Ahora con la Covid muy mal, pero nuestra intención era llevarlo a institutos, a centros culturales… donde están los que los jóvenes que salen en la tele diciendo que lo del 23-F era algo de Franco… A través del teatro y de la cultura podemos ofrecerles más información. Algún profesor nos ha dicho que quería que lo viesen sus alumnos.
También resulta desolador que tenga que ser el teatro el que eduque porque el sistema educativo no incluye la parte más reciente de nuestra historia. Que tengáis que hacer vosotros esa función…
Debería ser un acompañamiento al profesor de Historia. Ellos lo harían de manera documentada, como se da una asignatura y nosotros a través de las emociones: conseguiríamos que lo que contamos, los remueva.
«En el arte sin palabras lo que se intenta es transmitir»
Igual a mí me pilla un poco pesimista, pero una de vuestras intenciones con esta obra es la de fomentar el pensamiento crítico. ¿Creéis de verdad que la sociedad española está dispuesta a hacer ese ejercicio?
Vamos a pensar que somos muchos y que… ¡alguno habrá! A ti te ha interesado, aunque estás pesimista y me estás entrevistando. Del mismo modo que hay mucho tonto, también hay mucho listo. No quiero decir que los del pensamiento crítico sean los listos, pero evidentemente, el pensamiento crítico requiere un esfuerzo. Y sí, es muy difícil que en la sociedad actual se haga ese esfuerzo.
Los feedbacks que hemos tenido de la gente que ha visto la obra, han sido de: “Ufff, es que no me lo das masticadito. Me quedo con muchas cosas en el aire”. Pues quédate, quédate con eso. Con eso abstracto que no sabes y, a lo mejor, a la mañana siguiente, te hace reflexionar.
En el arte sin palabras lo que se intenta es transmitir. Por supuesto, ahí ya entra lo que decíamos del pensamiento crítico. Quizás sí que requiere que la persona sea más o menos culta y, sobre todo, que esté preparada para hacer ese esfuerzo intelectual. Cada vez, desgraciadamente, es más difícil. Ahí estoy contigo.
Pero, creo que también existe una especie de cansancio de esta facilidad. Ahora tienes que saber cómo quitarte la información de encima. Antes había que saber dónde encontrarla, en qué libro, ir a la biblioteca… Yo tengo 45 años, nosotras hemos estudiado así, pero ahora los chavales lo tienen súper accesible y lo que les toca es filtrar. Bueno, los chavales y nosotros. Por ejemplo, ahora la dificultad está en cómo quitarnos de encima las fake news, etc.
Confiemos, querida.
«Saber es incómodo, porque te mueve en tu posición de tranquilidad y cuando te incomoda algo, eso no te gusta. Tira más sentirse cómodo»
Escuchas a gente que está preparada, y que, sin embargo, da argumentaciones vacías, porque no se preocupan en averiguar si la información que les llega es real. La mastica y la digiere, sin problema.
Saber es incómodo, porque te mueve en tu posición de tranquilidad y cuando te incomoda algo, eso no te gusta. Tira más sentirse cómodo. Yo, por ejemplo, pienso cantidad de veces lo de que me gustaría irme con una ONG por ahí. Luego pienso: “Jo, ya estoy mayor para esas cosas”. Al final todos tenemos inquietudes y sueños, pero la comodidad pesa más.
Decías antes que la gente os “reprocha”, por llamarlo de alguna manera, que no se lo dais todo mascadito. El teatro, al menos para mí, es una catarsis fascinante con uno mismo, algo terapéutico. Pero, alguien que se acerca a ver un montaje de ese tipo, debería tener claro que va a ponerse frente a un espejo en el que, probablemente, la imagen que le sea devuelta no le guste. De lo contrario iría a ver El Rey León, ¿no?
Sí, yo pienso lo mismo. O igual han llegado algo confundidos, esperando ver ese teatro documento del que hablábamos. Las imágenes que vemos en la obra son abstractas, jugamos con el audiovisual, con juguetes de niños en escena, reconstruimos la ciudad de Bagdag con ellos…
Hay texto, pero también hay instalación performática, con esta mezcla que se da ahora en el teatro contemporáneo, en los que hay momentos de silencio y, precisamente, esos silencios no esperados, nos descuadran. Esperaban que la historia se contase de un modo más directo, más claro. Algo así como «esto es lo que le pasó a José, esto, esto y lo otro». Pero El fuego amigo no es así. En nuestra imagen mental sí es José, lo tenemos ahí todos los que conocemos la historia. Los que no también, que imaginan al reportero con su cámara… Sí que tenemos una cámara, por ejemplo, o un tanque de juguete. Las proyecciones se realizan sobre mi cara, se deforman en la pared. Jugamos con otro tipo de imágenes.
Es un montaje muy arriesgado por el momento en el que nos encontramos que igual, cosas duras en cuanto a temática, nos resulta complicado digerirlas. Sumado a la situación en la que se encuentra la cultura y que encima se trata de un monólogo… El combo completo.
Hemos ido con todo, no nos da miedo nada. El espectáculo se estrenó en 2019 en el Teatro del Barrio. Pegaba mucho porque esta sala tiene esa cosa política y reivindicativa en sus montajes, etc. Y fue en 2019… Ahora estamos en el 2021 y por el medio tenemos la pandemia. Hasta nosotros queremos ver comedia, queremos hacer una comedia… entendemos que haya esa gana de reírse. Pero el proyecto estaba recién nacido, la pandemia lo paró y creemos en él.
Sí es cierto que es un monólogo, pero hay música en directo, está Bea conmigo en el escenario todo el tiempo. No estoy sola o al menos eso quiero pensar para que me dé menos miedo. Hacemos un diálogo musical en el que ella tiene muchas veces más importancia de potencia y de volumen, aunque la música esté presente todo el rato. Se enfada y me sube la música y parece que me corta la palabra. Que a mí, en ese momento, no se me oiga bien es algo buscado. Ahí también nos hemos arriesgado porque da la sensación de que se tapa con la música el texto.
Yo me siento muy acompañada por Bea en el monólogo, aunque también me da mucho miedito cada vez que salgo al escenario y pienso: “Ay dios mío… ¡por qué!”. Pero es un viaje muy bonito.
«Te sientas en la butaca y casi, casi, puedes cerrar los ojos, imaginar y jugar dentro del drama y del tema»
Imagina que no eres tú la actriz, que has ido a ver el montaje como espectadora. ¿Cómo lo recomendarías?
Lo voy a hacer como me lo contó una amiga. Es un viaje y tienes que ir. Te sientas en la butaca y casi, casi, puedes cerrar los ojos, imaginar y jugar dentro del drama y del tema, que es tan difícil que se puede ver desde muchos puntos de vista. Es una obra que te invita a volar. Puedes aplicar esa herramienta de escuchar música y usar los juguetes para otros conflictos que tengas en tu vida, a los que tengas que enfrentarte.
Es un viaje muy sensitivo, más allá del tema que, además, es algo que hay que saber. Vas a salir cambiado, eso seguro. Buscar la introspección, como dices tú, conectarte con él, con José Couso,que era un aventurero. ¿Quién no tiene esas emociones o sentimientos? Y te invita a ser consciente de que la vida no te lo va a poner fácil.