«Imagine» de Krystian Lupa


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Texto de Sandra Sánchez
De gira por el mundo. En los Teatros del Canal [Madrid] el 28 y el 29 de octubre.

«Tal vez necesitamos decirnos a nosotros mismos que el planeta debe ser nuestra nueva patria. O tal vez incluso nuestro nuevo Dios».

Krystian Lupa

Krystian Lupa nació en Polonia en 1943. En los años 60 y 70 estaba en su década de los veinte. En un viaje sobre los estereotipos de la época, la sociedad estadounidense se debatía entre unirse al espíritu del verano del amor o proyectar su propia tribu de los Brady.

Si nos vamos hasta Polonia, llegamos a un país que Hitler había intentado borrar del mapa y que se ha convertido en la Cenicienta de los Soviéticos. En ese mundo de contrastes crece Krystian Lupa, considerado sucesor de  Grotowski y Kantor, las dos figuras más representativas de la escena polaca del pasado siglo.

Si alguien tiene entidad para entonar «El baúl de los recuerdos» es Krystian Lupa. Y eso es lo que hace en Imagine. La canción del británico John Lennon es el esqueleto de su mensaje, que se divide en dos partes. En la primera, asistimos a lo que el director, escenógrafo y escritor define como un velatorio. De Susan Sontag a Patti Smith y de Janis Joplin a John Lennon. A ver, Patti Smith sigue viva y dando conciertos, pero a veces parece que solo nos quedan los documentales.

El fin de la utopía

Imagina la utopía: imagina un mundo sin guerras, sin países, sin propiedad y sin odio. Esa idea estaba en la cabeza de mucha gente, por tanto, en algún momento, la historia se truncó y el humano no fue capaz de superar su belicismo. Dispararon a John Lennon y ganaron: vivimos en un occidente de almas mercantilizadas por poderes económicos y políticos.

Y ahí comienza la segunda parte, con la muerte de Lennon como metáfora de lo que pudimos ser y no somos y de ideas devaluadas a eslogan vacío. La contracultura colapsó y lo que nos queda es el conflicto: contra las libertades individuales y sociales, contra los fenómenos migratorios, contra la paz, contra la revolución identitaria o contra el medio ambiente. Los del presente miramos al pasado, con sonrisa triste y pensamos: «qué ilusos» y su respuesta bien podría ser: «qué idiotas».

Cada una de las partes dura casi dos horas y media y hay un descanso de media hora. No es un espectáculo para todos los públicos. También hay desnudos y sexo explícito, así que si quieres, puedes acudir a escandalizarse. Lupa es un director que busca la catarsis del público, en parte, con sus mensajes y en gran medida, con el trabajo de su equipo. Es exigente con todos: con la maquinaria del teatro que incluye al espectador y al elenco cuya misión es introducirnos en una realidad escénica de la que él es el dueño.

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