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Entrevista de Manu Collado
Fotografías de Alba Cantero
«Lo que hacemos es rock de combate»
Como Terence Hill, se hacen llamar La Trinidad pero son cuatro: Sixto, Jorge y los dos Carlos. Siempre se las ingenian para no acudir al completo cuando me conceden una entrevista. En este caso falta uno de los homónimos, el apodado Chairlost. Otro factor inevitable es que con ellos no haya cerveza de por medio. Nos citamos en la terraza de un bar de los que ya apenas se dejan ver en el centro de Málaga, el Okey, situado en la conocida popularmente como Plaza de la Mierda, con el busto de Rockberto de Tabletom vigilándonos de cerca e instándonos a perpetrar calaveradas.
La entrevista sale ahora, pero se realizó en noviembre de 2023. ¿Causas de la tardanza? La urgencia precaria que lleva a dedicar tu tiempo al vil metal en lugar de a lo que te gustaría. Un tema que los trinitarios conocen bien y que nutre en buena medida su último álbum, Sheriff Playa, que lleva camino de cerrar el mejor año musical del grupo malacitano.
Durante nuestra última entrevista no acabasteis de definir vuestro estilo… ¿Hasta cuándo os vais a continuar resistiendo a la evidencia de que hacéis punk, más aún teniendo en cuenta que, con este disco, os queda especialmente bien un término tan pasado de moda?
Sixto: La definición del estilo es un asunto complejo. Si dices que hacemos rock, la gente espera una cosa, si dices que haces punk la gente espera otra. Y lo mismo con el pop. Siempre hemos sentido que son etiquetas que o bien nos quedan grandes o bien nos acotan demasiado; en plan que somos muy poco punk para los punkis y muy poco pop para los poperos… Pero mira, si esta vez vas a insistir en que nos definamos, te digo del tirón que este disco es «rock de combate», algo que nos dijo Adolfo de Airbag y me gustó mucho.
Jorge: El punk siempre ha estado ahí, siempre ha sido un género que hemos escuchado mucho y que nos ha influido, pero de ahí a etiquetarnos como banda de punk, no sé, quien quiera pensarlo y decirlo me parece guay. Y quien diga que es rock, pues será rock.
Carlos: Podríamos decir que hacemos punk porque, en esencia, hacemos lo que nos da la puta gana, o al menos lo intentamos. Quizá incluso podríamos decir que estamos dentro de ese maremagnum llamado post-punk, el cual nos gusta estudiar para empaparnos de grupos bien frikis. Al fin y al cabo, tenemos la pulsión de estar siempre investigando y mezclando cosas nuevas para ver qué sale.
Sixto: Exacto. Al final este disco también tiene mucha influencia de otras músicas que también estaban en el germen del post-punk, como la música negra, el funk o incluso la música jamaicana, que ha sido importante para este álbum. Entonces, yo te diría incluso que la etiqueta no wave también podría encajarnos. No hay que confundirla con la new wave, mucho más facilona y comercial, especialmente ahora que estamos en un momento del grupo muy tosco con Sheriff Playa que es un disco más crudo que los anteriores.
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Con Los edificios que se derrumban conseguisteis un sonido que partía de un intimismo de textura casi naïf para llegar a un plano más reivindicativo y político, pero aquí tengo la impresión de que se ha transitado el camino opuesto: se parte de un punto de vista macro para abordar lo micro, para entender lo personal, y que musicalmente parece traducirse en ritmos más lidios y sucios, de guerrilla.
Carlos: Este disco es, digamos, más esencial y esto se ha traducido en un intento de escapar un poco de la estructura tradicional de las canciones. El disco partía de la premisa de que tenía que ser una música de urgencia, un sonido mucho más directo, más crudo y más corto, que va al grano y que sobre todo se apoya en la línea rítmica, o sea, en la batería y en el bajo sobre los que se va construyendo, saliendo y entrando, pero sin buscar una estructura de estrofas, estribillo, puente, segundo estribillo y final.
Jorge: En cuanto a las letras, Sixto tendrá más que decir dado que las escribe él, pero bueno, sí que siento que hemos conseguido otro fondo político, que en realidad hemos tenido siempre, pero que antes abordábamos de otra perspectiva y ahora desde una primerísima mano, desde la experiencia directa de afrontar el momento de crisis, de cambio, que conlleva terminar los estudios para descubrir lo que ya anticipábamos: un mundo laboral cuanto menos complicado. Así sale un tema como «6,30», de la necesidad de expresar que, generacionalmente, estamos hasta la polla de currar en sitios con horarios y sueldos de mierda.
¿Quién de los tres trabajó a ese precio y dónde?
Sixto: Yo, en una academia de español para extranjeros. Eso demuestra que igualmente seguimos partiendo de experiencias muy personales. El disco anterior, Los edificios se derrumban, partía de mi visión, un tanto noventayochista, de España durante el tiempo que pasé en República Checa. En ese momento, estaba en un país que perteneció a la órbita soviética, así que políticamente pude aprender un montón viendo las ruinas de todo aquello, lo cual se mezcló con la experiencia de la muerte de una amiga estando allí de Erasmus. Lo que intenté entonces con ese álbum fue plasmar ese sentimiento de derrota de una forma sincera y descarnada, a diferencia de Sheriff Playa que he querido que fuese un disco más imaginativo, que partiera verdaderamente de la música y, como comentaba Carlos, negar ciertas formas anteriores para llegar a otras donde la propuesta política es en sí misma la música, con pocos elementos, muy crudos, y así huir justo de lo que se está haciendo ahora incluso en nuestro círculo más indie. Se podría decir que el primer disco era más lírico, porque a la hora de escribirlo le dimos muchas vueltas y las letras estaban muy pensadas. Estas se han hecho un poco más sobre la marcha, llegando a acabarse en el propio estudio, pero porque considerábamos que precisamente eso formaba parte del proceso.
«Sheriff Playa es un territorio. Así se refleja en la portada del álbum: un mapa del Mediterráneo a la inversa y puesto en vertical».
¿Qué o quién es un Sheriff Playa?
Jorge: Un ente incorpóreo que habita en todos nosotros, especialmente si eres malagueño, a quien le gusta el pescaíto, el cachondeo y beber Victoria fresquita. Bueno, esta no, esta ya está caliente. (Risas.) No, en realidad el Sheriff Playa era un lugar, un chiringuito.
Sixto: Sheriff Playa es un territorio. Así se refleja en la portada del álbum: un mapa del Mediterráneo a la inversa y puesto en vertical. En horizontal se entiende el mundo como una frontera entre el norte y el sur, pero en vertical el territorio se vuelve común y mestizo, como la música que pretendemos. Por otro lado, como arquetipo, un «Sheriff Playa» es un fanático del peligro que disfruta con la temeridad, un vividor.
Da la impresión de que es un disco muy centrado en apelar a un público millennial y centennial, dos generaciones que sienten que el país les debe un futuro, un sector poblacional al que, en una de vuestras canciones, les ofrecéis irónicamente aprender a gestionar su fracaso con vosotros.
Jorge: Bueno, realmente cualquier persona se puede sentir identificada porque lamentablemente hay gente que tiene 50 y largos y que está en una situación tan precaria como la nuestra.
Sixto: Se puede considerar generacional en cuanto a que inevitablemente pertenecemos a esa generación y que el disco nace como una reacción musical a los problemas que conocemos y podemos relatar. Pero no creo que todo se reduzca a eso. Creo que tenemos canciones muy sugerentes, como «Convertidas en estatuas», que se pueden entender de muchas formas. Por otro lado, es verdad que el sentimiento común de fracaso es un tema importante y que creemos que una buena manera de remediarlo sea compartirlo.
Jorge: Nos habían preparado para lo contrario, pero generacionalmente tenemos que aprender a convivir con el fracaso.
Carlos: Sí, bueno, compartir lo que te pasa está muy bien, es terapéutico, pero en última instancia la mierda te la comes tú solo. Hay que que aprender a frustrarse y continuar para adelante.
Siguiendo con vuestros versos, ¿está la vieja Europa al borde de un nuevo hundimiento?
Sixto: Lleva en el fango bastante tiempo, la verdad, hasta el punto en el que uno piensa que con lo que está ocurriendo en los países vecinos, nosotros nos podemos se pueda con un canto en los dientes, con que al final los españoles tenemos un carácter bastante abierto y en pos de la concordia, aunque en nuestro día a día no lo parezca. Si nos comparamos con el avance de la ultraderecha en Europa, parece que aquí al menos nos estamos dando cuenta mínimamente de lo que vale defender las libertades más básicas.
Jorge: (que en ese momento se percata de que hay una manifestación cerca con banderas preconstitucionales) Es gracioso, porque ahora los fascistas están descubriendo lo que es una manifestación. (Risas.)
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¿Cuánto peor más real, mayor inspiración para componer canciones?
Carlos: Yo intento evitar, por lo menos en mi día a día, recrearme en el trauma y en las putadas que uno pasa, pero al mismo tiempo nos encontramos en un panorama de la música actual donde parece que nadie tiene nada que decir. Entonces, ¿cuanto peor más real y por ello más inspiración y más éxito? Pues no lo sé, pero la gente que más suena en la radio, en las listas de Spotify y en los festivales no son precisamente los que se preocupan por ser reivindicativos.
Jorge: A ver, tampoco hay que pensar que que estamos solos y que la gente no tiene nada que decir, pero sí que es verdad que a la inmensa mayoría el discurso político igual no le interesa tanto a la hora de escuchar música.
Carlos: La movida es que nos encontramos en una situación en la que la gran mayoría de la gente lo pasa mal de una forma u otra porque estamos enmarcados en una sociedad que hace aguas por muchas partes y, aún así, el discurso imperante y lo que te venden como guay no es precisamente lo contestatario, sino lo cómodo. Creo que precisamente nosotros no caemos muy bien en ciertos círculos, en ciertas promotoras o circuitos, porque tenemos ese mensaje contestatario y hay otros grupos más amables y, por lo tanto, más comerciales.
Sixto: El problema es cuando se adoptan, desde posturas independientes, fórmulas propias del mainstream dirigidas a contentar a las promotoras. Al fin y al cabo, si el indie fue iniciado por personas que han empezado, poniendo una metáfora histórica, en un garaje, pero sus discográficas ya han evolucionado hasta dominar el mercado, igual ya no tienes tanto que ver con esa categoría de sello independiente o rompedor, ya estás en otro sitio y eres quien marca lo que es tendencia.
Muchos principios y muy pocas ganas.
Carlos: Voy a puntualizar algo: como ha dicho Sixto muchas veces, incluso por Twitter, el problema ya no es tanto venderse sino que nos vendemos muy baratos. La escena indie ya no es sólo que ha dejado serlo, sino que además de manera obscena le hace la puta ola a las grandes ligas a cambio de migajas.
Jorge: Al menos los Lori Meyers han ganado pasta para comprarse una casa o lo que sea. Los grupos de ahora, joder, dudo mucho que hayan llegado a ese nivel económico.
Sixto: Dudo que pudiéramos pagarnos el alquiler sólo dedicándonos a esto.
Jorge: Creo también que, con respecto a bandas coetáneas que no tienen ninguna postura política ni nada con peso que contar, hay que decir que también nuestra generación y la siguiente se han atribuido un discurso que se ha vendido como cool que es el de la ignorancia…
Sixto: El «yo no me meto en política».
Carlos: Mediocridad y confort, que decía Biznaga.
Jorge: Exacto. Que lo mismo es comprensible, porque nos han bombardeado con mucha información, pero me da por pensar que quien hace canciones sin preocuparse por la realidad social es porque tiene una red de seguridad debajo, quizá de sus padres.
Carlos: De todas formas, más allá de nuestros desencuentros ideológicos con otros grupos, realmente ellos no son nuestro enemigo. Cada una hace con su carrera lo que quiere. No hay que perder de vista que estamos todos metidos en una misma escena y esto no deja de ser una industria. Ahora bien, ¿quién coño se lleva las migajas? Pues grupos contestatarios como nosotros. ¿Quién se ve verdaderamente beneficiado? Quien no molesta.
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Volviendo al buque insignia del álbum, el estribillo reza «ahora sólo tengo una certeza/una hora de mi vida/no vale 6,30». ¿Cuánto vale una hora de vuestra vida en estos momentos? ¿Podéis dedicaros a la música o todavía tenéis que compaginar la banda con otros trabajos?
Sixto: Pues mira, yo soy autónomo, así que no sé qué precio tiene una hora de mi vida. A veces mucho, a veces poco y a veces nada porque hay días que no entra trabajo y aún así sigo pagando una cuota de autónomo desmedida.
Carlos: Estaría guay que la hora nos saliera a lo que estipula el salario mínimo interprofesional.
Sixto: En cuanto a la banda, estamos muy contentos con Ayuken Management porque son muy conscientes de lo que vale una hora de nuestra vida y nos defienden mucho, pero aún así, a nivel de industria, podemos decir que se paga muy poco y que a veces nos llegan ofertas que son ridículas. Yo entiendo que lo mismo no tenemos la capacidad de movilización de otros grupos, pero estamos hablando de sitios que manejan unos presupuestos con los que que podrían pagarme el doble de lo que ofrecen sin despeinarse y, ni con esas, nos serviría para que ninguno nos llevásemos ni un euro a casa, que es lo que suele ocurrir con la banda. Aquí ninguno gana un euro con esto. De hecho el grupo está constantemente en pérdidas.
¿A qué os dedicáis fuera del grupo?
Jorge: Empiezo yo que soy el único que tiene un trabajo estable… (Risas.) Soy autónomo, freelance, o como lo quieras llamar. Trabajo como editor de vídeo para creadores de contenido. Mis dos clientes principales son de Andorra, así que me considero un poco Robin Hood, porque me llevo el dinero de Andorra para declararlo aquí en España (Más risas.) Y una hora de mi vida vale como mínimo veinte euros. Por menos de eso, prefiero no trabajar.
Carlos: Sixto y yo también somos autónomos, por desgracia, aunque ahora nos van las cosas razonablemente bien. Nos dedicamos a la comunicación y producción en lo que salga.
Sixto: Mayormente para eventos de índole cultural. (Pícaro.)
¿Conoces el Centro de Cultura Contemporánea La Térmica?
Me suena de algo. (Cambia de tema tras una risa traumática y nerviosa.)
Sigo con el parafraseo de vuestras letras. ¿Qué hace que vuestros corazones sigan latiendo debajo de la piedra de la rutina diaria?
Carlos: Este grupo y ganar dinero para pagar el puto alquiler, que cada vez está más caro. También montar en bicicleta y emborracharme de vez en cuando. La verdad es que somos bastante cutres.
Sixto: Sí, la verdad es que aspiraciones vitales no hay muchas. Este último año me ha servido para saber disfrutar el día a día. Me he independizado con muy pocos ingresos, así que he tenido que ir rascándome el bolsillo, pero he aprendido a disfrutar eso y a saber que, si no puedo salir de fiesta, lo mismo me vale con invitar a tres colegas a beber litros en mi piso. Pese a lo trágico que puedo sonar, soy una persona bastante optimista. Un optimista trágico. Además, aunque no puedo decir que me sienta precisamente un privilegiado, a un nivel musical podemos sentirnos afortunados de decir que somos una banda con no pocos oyentes.
Carlos: Molaría llegar a un punto en el que los cuatro integrantes del grupo ganásemos, sin contar impuestos y gastos, mil euros al mes.
Sixto: Ya ves. Lo bueno es que sabemos disfrutar de este ir poco a poco. Al fin y al cabo, esto es un oficio y nosotros somos obreros del rock.
¿Quiénes son los viejos del Perchel y qué tienen de interesante para dedicarles un verso?
Sixto: Yo vivo en un barrio de Málaga, La Trinidad, casi en la zona del Perchel norte, así que vivo justo en la frontera entre ambos barrios. Entonces, los viejos del Perchel son gente que me cruzo por la calle y que me quedo observando porque representan lo cotidiano y las pequeñas cosas. Llevan toda la vida en su barrio y a su alrededor proliferan cosas que les son ajenas, como pisos de Airbnb, rascacielos desmedidos, turistas arrastrando maletas… Soy fan de este naturalismo malagueño repentino que surge a modo de resistencia. Cuando era más chaval, como muchos otros, tendía a renunciar al barrio en favor de la pompa artística y, sin embargo, ahora me gusta dedicarle fotografías honestas.
Jorge: Los viejos del Perchel son los últimos habitantes originales de ese barrio, que han nacido, vivido y que morirán allí.
Sixto: La cantidad de Málagas diferentes que habrá visto esa gente… Y la última será una versión ingrata que los intenta desahuciar.
Carlos: Es lo que tiene Málaga, que es una ciudad que produce una constante disonancia, un sentimiento entre el amor y el desengaño, una lugar donde viene a vivir cada vez más gente de todas partes del mundo y, al mismo tiempo, que cada vez nos da más asco porque, debido a la globalización, se ha ido desnaturalizando sin dejar de ser un sitio espectacular. Y en estas nos encontramos, aferrados a los viejos del Perchel, a nuestros recuerdos y a los comercios que siguen aguantando mientras nos topamos con las putas maletas de los turistas.
Para terminar, ¿os queréis librar ya de la cruz de amontonar la ropa en sillas de sitios que no son vuestro hogar o todavía no habéis girado lo suficiente?
Carlos: Yo quiero pensar que todavía nos quedan. Ojalá podamos aguantar tantos y tantos años que al final estemos aburridos de girar. Este ha sido el primero en el que hemos tocado más en serio y, cuando terminó la gira, tras siete fines de semana consecutivos durante dos meses, pensé: «qué mierda, tío, yo quiero quiero tocar».
Jorge: La gira ha sido increíble y todo el rollo, pero la mierda era volver el domingo a tu casa y saber que el lunes tenías que trabajar.
Sixto: Chuparte trece horas desde Lugo un domingo, llegar a tu casa de madrugada y apenas tener unas horas para ducharte y dormir algo antes de ponerte a currar…
Jorge: Yo no me duchaba, me iba a la cama directamente. Soy un guarro. Ponlo en la entrevista si quieres.
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