Libros al hilo: Daniel Bernabé


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Textos de Daniel Bernabé

Daniél Bernabé selecciona cinco libros que han influido en su forma de hacer literatura y en Todo empieza en septiembre».

Aquí la entrevista de Daniel Bernabé: https://experpento.com/daniel-bernabe/

1. La noche en que llegué al Café Gijón. Francisco Umbral. 1977.

Capturar el momento. Describir una época a través de sus detalles. Hacer hablar a unos años en las barras de los bares. Cuando Umbral decidió retratar el comienzo de su carrera escribió, más que una novela, una crónica llena de opiniones afiladas, descripciones gloriosas y retazos de personajes que ahora nos valen para hacernos una idea del Madrid de mitad del siglo XX. De lo particular a lo general, de lo íntimo a lo común. Si Todo empieza en septiembre le debe algo a esta forma de entender la literatura y el periodismo es el intentar no huir de lo que te ha tocado vivir, más allá, encararlo con cierta gracia a pesar de las dificultades. También el apreció por el centro de Madrid, más como un mapa sentimental que geográfico. Si uno como escritor tiene alguna pretensión es precisamente esta, haber conseguido captar cómo respiraba nuestra época.

2. Asesinato en el Comité Central. Manuel Vázquez Montalbán. 1981.

La novela con la que se inauguró la serie del detective Pepe Carvalho, uno de los ejercicios más exitosos comercialmente de novela negra en España, era también un fino análisis político sobre el declinante comunismo occidental, lo cual me gusta por el atrevimiento de llevar a lo popular elementos que no suelen formar parte de su menú: no es que la gente tenga mal paladar, es que los platos que se le ofrecen salen siempre de la misma cocina, aquella que crepita entre el escapismo y la convención. En Todo empieza en septiembre hay mucha política, de la dura, pero está contada como no se suelen contar estas cosas: desde el entretenimiento y la cercanía, entre otras cosas porque esa creo que debe ser la labor del escritor, hacer comprensible lo que el poder se empeña en que sea hermético.

3. De amor y hambre. Julian MacLaren-Ross. 1947.

Un peculiar tipo, criado en las colonias británicas del lejano oriente, vuelve a su país, que apenas conoce, en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Tiene que ganarse la vida vendiendo aspiradoras a domicilio, tratando de sacar la cabeza del agua, mientras que se enamora de quien no debe: la novia de un amigo que ha sido llamado a filas. Esta novela tiene casi todo lo que me gusta: un protagonista que no es de ninguna parte, la ironía y el estilo como armas para enfrentarse a la precariedad y una mujer con el letrero de “problemas” en la frente con la que buscarse un buen lío. Tiene, también, algunas maravillosas descripciones sobre el amor, no ese de película navideña, ese que brota incontenible como el magma del volcán. También bastante humor, porque a algunos la cuenta del banco no nos da ni para la depresión. Todo empieza en septiembre, le debe un par de cosas a esta maravilla.

4. GB84. David Peace. 2004.

Tuve la suerte de poder prologar este libro en su edición en castellano para Hoja de Lata, y me encontré con una novela poliédrica ambientada en la huelga de mineros británica de los años 80 contra Thatcher: una victoria hubiera sido el fin del neoliberalismo antes de que empezara a jodernos la vida. No ocurrió. ¿Cómo se puede escribir una novela negra sin asesino? Tomando al poder del dinero como el homicida de una clase trabajadora que, además, retratas como es, esforzada pero no heroica. En mi novela he querido mostrar que nos enfrentamos a una amenaza inquietante: la involución democrática a manos de una ultraderecha experta en surfear la ola de la suspicacia con mentiras. De la novela de Peace aprendí, sobre todo, que no hay malo que dé más miedo que el que lleva corbata.

5. Rayos. Miqui Otero. 2016.

Una de las mayores virtudes del escritor barcelonés es que su olfato para lo generacional, para retratar a una serie de tipos con los que cualquiera nos podríamos sentir identificados, en lo prosaico de sus vidas, en sus recuerdos de infancia, en sus aspiraciones truncadas de un futuro que no fue como esperábamos. También en dar tropezones más a menudo de lo que deberíamos pero levantarnos, sacudirnos la ropa y seguir andando porque no nos queda otra. Leer a Otero anima a escribir, a hacer un collage con muchas partes de tu vida para que los lectores y lectoras se miren al espejo y se sientan menos solos, acompañados en esos momentos en que pensamos si nuestra vida tiene algún sentido. Jaime Peña, el protagonista de mi novela, seguramente no hubiera echado a andar sin el impulso de estas páginas. Desde aquí mi reconocimiento.

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