Lucía Etxebarría: «Un milagro en equlibrio»


Entrevista de Reyes Muñoz

Lucía Etxebarría ganó el Premio Nadal el mismo año en el que Juan Manuel de Prada se hacía con el Planeta y todos los críticos hablaban de una explosión de jóvenes talentos. Mientras luchaba contra la etiqueta de joven la imponían la de autora para el público gay y cuándo trataba de convencernos de que eso no era así, dijeron que era feminista para luego argumentar que era la enfant terrible de la literatura española.

Quizás ahora, con un Planeta bajo el brazo, tenga que deshacerse de nuevos clichés… o quien sabe, quizás la prensa especializada y los críticos digan que Lucía Etxebarría es escritora y punto.

Premio Planeta 2004. En la letra futura, como consejo decías que si tu representante te decía que te presentaras a un concurso, lo hicieras sin dudar… En esta ocasión… ¿Ha sido así?

Te diré que no tengo agente ni representante, así que me presenté yo solita, con estas manitas y mis abalorios…Eso sí, había pacto: yo renunciaba de antemano a ser finalista, o sea que si la novela no ganaba, tenía la garantía de que en Planeta retirarían el manuscrito y nadie sabría que me había presentado al premio.

Antes de Un milagro en equilibrio, si pensábamos en ti nos imaginábamos una mujer muy similar a la de la contraportada de En brazos de la mujer fetiche –minifalda y tacones- y después, salen las fotos promocionales del premio planeta –camiseta, vaqueros y ¡cocinando!- ¿La maternidad cambia el orden de valores?

Tú vente a mi bar un fin de semana y es más posible que me veas con minifalda y tacones sirviendo copas detrás de la barra (una concesión a la clientela, que para eso paga). Pero en el día a día voy siempre con vaqueros y camiseta, por cuestión de comodidad, y siempre o casi siempre sin pintar. No he cambiado mi forma de vestir con la maternidad. Lo único que puedo decir es que en muy pocas ocasiones llevo ropa cara o voy a la moda, es decir, tengo algún que otro traje de marca para ocasiones especialísimas. El consumismo y el marquismo me parece una neurosis muy peligrosa, ya lo decía en En brazos de la Mujer Fetiche. Por cierto, la foto de la contraportada del libro era una broma: las fetichistas fetichizadas.

¿Tienes miedo de lo que pueda ocurrir a partir de ahora o estamos ante una Lucía Etxebarría distinta a la que ganó el Nadal?

Yo tengo miedo sobre todo a una cosa en la vida: a que mi hija se muera antes que yo. Y a Bush, que es el nuevo coco. Al Planeta le temo menos, lo que no quiere decir que me la sople la promoción, porque es muy cansada y muy dura. Me levanto todos los días a las ocho y me tiro haciendo entrevistas hasta las nueve o las diez de la noche (a veces más). Y en la mitad de esas entrevistas se dedican a insultarme con más o menos decoro o consideración. Ya te puedes imaginar.

He leído que tu obra se caracteriza por una búsqueda del espacio sentimental, que has trasladado todas tus fobias a los libros y con ello has creado una galería de personajes llenos de dudas. También he leído que este libro representa un cambio importante en tu literatura. ¿Cuál es el mensaje? ¿Qué pretendes transmitir a los lectores?

Que en cierto modo el destino depende de cada uno y que para construirse la propia vida siempre hay que atravesar un periodo de cambio o ruptura. A veces hay que romper con la familia, a veces abjurar de una religión, a veces deshacerse de una concepción del amor en la que se creía a ciegas… Pero la única forma de ser feliz consiste en ser uno mismo y no en tratar de contentar a los otros viviendo siempre pendiente de la aprobación ajena.

¿Ya has plantado el árbol? En el fondo es más fácil que escribir un libro o tener un hijo…

Pues debe ser más difícil, porque el año pasado compré un abeto por Navidad y luego lo planté y se me murió con una helada.

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