Daniel Bernabé: «Todo empieza en septiembre»


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Entrevista de Covadonga Carrasco

La soledad compartida de una generación

A veces tenemos la sensación de que las cosas solo nos pasan a nosotros o que los vacíos existenciales es mejor no compartirlos con nadie porque… ¿Para qué? Daniel Bernabé nos tiene acostumbrados a afilados análisis políticos pero, en esta ocasión ha cogido el bisturí para extirpar esa sensación de soledad compartida por toda una generación con una novela: Todo empieza en septiembre. Hemos charlado con él para que nos hable de Jaime, de la crisis de los 40, de la ultraderecha y de todas esas cosas que nos pasan a veces por la cabeza y no somos capaces de contarle al resto.

Los libros que inspiraron a Bernabé: https://experpento.com/libros-al-hilo-daniel-bernabe/

Este libro es un libro bélico, de batallas. Primero contra uno mismo y luego contra los que pretenden cercenar los principios que uno tiene. Una novela bélica 100%. Bernabé Fíjate qué curioso, podemos incluso leer que es una novela de posguerra, una posguerra muy diferente a la de los años 40.

Jaime había elegido vivir fuera de convencionalismos, de ese ciclo cama, trabajo, televisión. Y cuando estaba en esas, de repente llegó la «Gran Recesión» y nos arrasó a todos. Y precisamente, los que estaban fuera de las murallas de la ciudad, las invasiones bárbaras les pillaron totalmente desguarnecidos.

En esas, claro, una generación entera tuvo que aprender a sobrevivir, a codearse con la palabra precariedad y a sacar la cabeza de debajo del agua.

¿Qué es lo que ocurre? Que de repente te plantas con 40 años y te das cuenta que todo lo que tienes pensado para tu vida, muchas de las cosas que pensabas que iban a ser así, de repente no han sucedido. ¿Y cómo enfrentas eso? Pues yo creo que esa es la pregunta clave del libro y es la idea que late todo el tiempo.

Algo que no se ha contado ni siquiera generacionalmente. No ha habido una corriente de escritores, cineastas, poetas, gente que trate, al fin y al cabo, con la emoción, que hayan dicho: «Oye, vamos a contar lo que nos pasó».

Imaginamos la crisis de los 40 como un: «Nos estamos haciendo mayores». Pero a Jaime no le pasa eso, lo que le sucede es que no sabe si ha tomado las decisiones correctas, en qué punto de su vida está y si le va a dar tiempo a tomar otras. Una crisis que habla de una soledad compartida por una generación pero que sí se verbaliza, se hace visible y a eso no queremos enfrentarnos.

Muy, muy buena apreciación. Creo que hay un momento en el que vengo a decir algo así como en el año 2019, haciendo el trasunto de la famosa frase de Trainspotting: «No había ni tíos ni tías, sólo gilipollas y sobre todo gente que estaba muy triste y no lo sabía o no quería decirlo».

Creo que justo es eso y no quería decirlo. Es cierto, a lo mejor resulta que no queremos asumir que realmente somos una generación que estamos tristes porque enfrentamos un momento para el que nadie estaba preparado, porque esto no ocurría desde hacía 80 años. No habíamos vivido una crisis económica de tal magnitud.

Y es verdad que quizás, nos hemos refugiado en otras veinte cosas: en la nostalgia, en las drogas, en tirar para adelante de la mejor forma posible, en el cinismo, en muchas cosas. Pero, exactamente, enfrentar esto de forma compartida y enfrentar también una sensación de decir muchas de las cosas que habíamos pensado, eso es muy interesante, el hecho de que esta crisis de los 40 se diferencia mucho a otras crisis de los 40.

Esta crisis no es: «Bueno, yo ya tengo hecha mi vida y ahora ya nada va a cambiar, siempre van a ser igual las cosas, que aburrido estoy, voy a comprarme un todoterreno o voy a echarme una amante más joven que yo, voy a practicar paracaidismo…». No, esta crisis es: «No me ha dado tiempo a hacer nada. No me ha dado tiempo a poner en marcha nada de lo que se supone que debería, nada de lo que mis padres consiguieron».

De repente tenía 20 años, estaba en un banco, bebiendo con unos amigos, me fui a acostar y me desperté a la mañana siguiente con 40 y no he hecho realmente nada de peso. Todo ha sido efímero, entrecortado, apresurado y arrebatado. Como si cada episodio de nuestra película, de nuestra vida, de nuestra serie, se terminara precipitadamente y nunca pudiéramos dar un final a las cosas.

«Parecía que la sociedad esperaba mucho de nosotros, nosotros de la sociedad, y al final ninguno nos hemos dado lo que queríamos».

Jaime forma parte de una generación de la que se esperaba mucho y nosotros, esa generación, pensábamos que iba a ser muy fácil conseguirlo. Y de pronto, nos chocamos con la realidad y sobre todo, nos chocamos con esa sensación de: ¿dónde están mis últimos diez años?

Parecía que la sociedad esperaba mucho de nosotros, nosotros de la sociedad, y al final ninguno nos hemos dado lo que queríamos.

Jaime habla con Irene cerca del Reina Sofía y ella le dice: «Llevo una semana fatal porque desde que sé que existen estos tíos tan malos y sé que están conspirando para acabar con la democracia en España, no pego ojo”. Y entonces Jaime le dice que bienvenida al club porque ser rojo es esto. Ser rojo es mirar con el rabillo del ojo al desastre y fingir que no ocurre y seguir caminando.

Los que hemos tenido militancia política de una u otra manera, esto ya nos lo esperábamos y de hecho encaramos con una cierta estupefacción que de repente, todo el mundo se interesara por el sistema y la política. Todo esto iba a pasar, lo sabíamos.

Fíjate, la sensación es de que nos robaron la política y la transforman en un espectáculo de televisión de sábado por la noche, la militancia y el hilo rojo de la historia, pero nos robaron otras muchas cosas. Hay una parte de mi generación que nos sentimos un poco arrebatados por ello.

Todos los espacios que se supone que deberíamos haber ocupado nosotros fueron ocupados por otros individuos que parecían más preocupados en el share que en la transformación social. Entonces, creo que hay un momento en el que la gran crisis de esta generación, es aceptar que ni siquiera los presupuestos que teníamos elevados de cambio ya no es que no fueran a suceder, sino que ni siquiera los pequeños iban a tener lugar.

Simplemente hubo un momento en que te empiezas a dar cuenta que todo aquello que te parecía digno, empezó a ser desplazado por otras cosas que tenían bastante menos valor en lo cultural, en lo personal y que no había nada que hacer. De hecho, es una novela también en la que el protagonista, en un momento admite la derrota de muchas cosas en las que él creía, y la asume. Y creo que eso es también un cierto rasgo de valentía.

«Esto no es un ensayo donde tú tienes unas ideas que quieres contar de la mejor manera posible para dárselas a los lectores y que saquen unas conclusiones. En una novela de lo que estás hablando es de un proceso de transformación, es sobre todo viaje, camino».

En el libro Jaime está dividido en dos partes: en una deja ver su sensibilidad, sus grietas, que cuando hay algo que le toca en lo emocional, el personaje de tío duro se derrumba por completo Y por otro lado, está el Jaime que le echa un par y se enfrenta al papelón importante que le cae entre manos y ni se lo piensa.

Claro.

¿Qué parte de Jaime es más real? ¿Son todos Jaime de verdad?

Sí, lo que ocurre…. Y esto es algo que he contado muy pocas veces, es que, evidentemente, cuando uno escribe una novela se enfrenta a todo lo que tiene dentro.

Esto no es un ensayo donde tú tienes unas ideas que quieres contar de la mejor manera posible para dárselas a los lectores y que saquen unas conclusiones. En una novela de lo que estás hablando es de un proceso de transformación, es sobre todo viaje, camino. Poder contar una historia para mover unos sentimientos en los lectores, apelar a lo que hay dentro. Y desde mi punto de vista, por lo que he leído y he podido ver, la forma que tengo de construir esas novelas es siendo parte del personaje.

Cuando en las entrevistas me preguntan: ¿Cuánto tienes que ver con Jaime? En el fondo es una pregunta mal hecha. Es, ¿cuánto tiene que ver la novela completa contigo? No solamente un personaje. Y en ese sentido, he experimentado un proceso de transformación personal muy importante en estos últimos dos años, justo en el momento en que estaba escribiendo esta novela. Y esto es parte de una interioridad mía, pero parte también de algo que en la novela está ahí, se refleja.

Enfrentarse a construir un personaje que tú pensabas que iba a ser una roca, de enfrentarse a todo cuando tú mismo, como persona y como escritor, estás dudando de muchas de las cosas en las que creías. Por eso te decía que, en cierta medida, Jaime asume una derrota, que es fundamentalmente el darse cuenta que muchas de las cosas en las que él creía ya no van a volver. No hay un mañana, no hay un después. Habrá otro mañana y habrá otro después.

Esta es una novela esperanzada, ojo. Donde, al final, lo que quiero es que el lector levante la cabeza, mire a los ojos a los malos y les diga: “No os vais a salir con la vuestra”. Pero a parte de eso, lo que yo digo es que el mañana que Jaime creía que iba existir, se da cuenta que nunca va a ser posible, ni en lo personal, ni en lo político, ni en lo cultural. Y entonces tiene que aceptar que gran parte de las cosas en las que ha creído tuvieron su momento y ya está. Que gran parte de las opiniones que él tenía las sigue defendiendo, pero desde el conocimiento y el convencimiento de que está en minoría.

Creo que al final el personaje sufrió esa transformación o se construyó desde ahí, desde un punto de “adultez”, que es empezar a encarar la vida con la convicción de que tú tienes una serie de preceptos en los que has creído y vas a seguir creyendo, pero que sabes que, bueno, que muchos de ellos tuvieron su momento y no van a volver.

Está el Jaime que tiene que construir una coraza para que el mundo no le dañe y que cuando está solo se derrumba porque hay cosas que le pesan demasiado sobre los hombros. Y por otro lado, el Jaime que echa a andar y empieza a transformarse y sigue para adelante.

«¿Cuántas veces se puede reconstruir una persona sin acabar de perder las piezas?»

Jaime habla todo el tiempo de que es la última oportunidad. Que es el último cartucho que le queda por quemar, para lo que sea. No tanto en lo profesional, ni en lo económico, es el agarrarse a algo que le de la sensación de que es capaz de conseguir algo. No es tanto luchar contra los malos sino un punto más egoísta…

Jaime tiene un punto que es la aceptación de que se ha ido dando unas fenomenales hostias en la vida por creer en determinadas cosas y que está en un momento, en Madrid, de vuelta de una relación muy dolorosa y que le deja a la deriva, se le ha roto el timón, no tiene velas y se dedica a ir por sus calles y vivir la noche, pero de una forma demasiado dolorosa… ¿Qué es lo que ocurre? Que hay un momento y creo que es una pregunta que está presente en el libro, en el que se plantea cuántas veces se puede reconstruir una persona.

De hecho, puse esa reflexión el otro día en redes sociales y cómo no, en la extrema ocurrencia de estos lares, recibí diez o doce respuestas en las que decían: “Todas las veces que quieras”. Ya pero, perdona, la pregunta en realidad es: ¿Cuántas veces se puede reconstruir una persona sin acabar de perder las piezas? La sensación es que, llegado a un punto de la vida, las instrucciones de montaje las tenemos totalmente adulteradas, con tachones. Es decir, quiénes éramos nosotros a los 20 años, qué es lo que queríamos de la vida, qué nos hacía brillar, qué nos hacía latir el corazón, qué nos hacía enamorarnos.

Ahora, a los 40, ¿eso sigue indemne? Pues no, claro que no, eso ha quedado tocado, porque ya van unas cuantas en muchos aspectos, en lo personal fundamentalmente, pero también en lo laboral y en lo político. En todo.

Y hay un momento en que Jaime dice, pues claro que me voy a reconstruir. O sea, claro que encontraré otra chica, claro que encontraré otra cosa por la que luchar. Pero no me apetece reconstruirme hasta un punto en que no me reconozca. Y esa es la tensión que plantea el libro. Él sabe que sí, que podrá volver a echar a andar, pero que va a acabar siendo, pues eso, una cosa muy diferente de lo que él fue.

Y esa pregunta de si eso es lo que él quería, le da mucho miedo. Yo espero que cuando la gente lo lea, lo vea y lo entienda, que tenga esa sensación. Pero tengo dudas y fíjate, no sé si debería decir esto, no sé si la gente quiere leer estas cosas, si la gente es capaz de leer este tipo de reflexiones que al final le llevan a enfrentarse a la parte más dura del espejo. A lo mejor es que resulta que uno escribe libros con elementos que al final a los lectores, algunos de ellos al menos, no les resultan agradables porque en el fondo les hacen pensar sobre lo más recóndito de su propia vida. Y a lo mejor estamos acostumbrados a que los libros sean una sucesión de aventurillas, de personajes de una sola cara para pasar el rato y llegar de la página 1 a la 300 sin haber cambiado nada.

Quiero que esto sea una novela que conmueva y no sé si lo he conseguido o no, pero la pretensión era absolutamente esa, que conmueva en el aspecto más profundo de la palabra, que se te meta dentro y te remueva las tripas y te haga sentir, para que tú mismo reflexiones y pienses. No si tu vida está bien o está mal, sino si merece la pena. La frase es: ¿merece la pena lo que estamos haciendo? En todo, eso es lo que yo creo que tienes que responder por la noche, cuando te acuestas o por la mañana cuando te levantas. ¿Merece la pena que esté al lado de esta persona o que trabaje en esto? Eso es.

«Los malos son muy malos y que en este país tenemos a una gentuza fenomenal, con mucho poder y con menos vergüenza y que inunda los centros de poder».

Vamos a hablar un poco de los malos. Y si uno es seguidor tuyo en redes sociales y de tu trayectoria, encontrará referencias, no sé si de manera intencionada o no, pero con mucho personaje reconocible. ¿Cómo se te ocurre meterte en ese charco? ¿No te dio miedo en algún momento? Porque se ve bastante claro quiénes son.

Probablemente no me diera cuenta de dónde me metía. Pero te voy a ser totalmente sincero, cada vez me da una mezcla de miedo y pereza mayor hacerlo. Últimamente, y hablo de este último año, tengo una reticencia cada vez más grande a meterme en jaleos. Hay mucha gente que se piensa que es por una cuestión profesional, que al escribir para medios más grandes o aparecer en la radio, alguien me puede decir algo. La gente cree de verdad que el mundo funciona así, como si a esta gente les importara lo que yo digo.

No, realmente no es por eso, es porque estoy cansado.

Y sin embargo…

Sí, el libro tira para adelante…

De alguna manera provocas.

Mira, no puedes escribir y hacer amigos. Hay otras profesiones que están pensadas fundamentalmente para hacer amigos, y esta no lo está. Y si escribes y haces amigos, es que no estás haciendo algo bien, porque la labor del escritor tiene que ser la de fiscalizar este mundo en el que vive y a sí mismo. Si hay alguien que recibe hostias en el libro soy yo y las cosas en las que creo. No es un libro cómodo.

Es un libro que sobre todo atiza a esa banda de individuos que creen que sus necesidades, opiniones y preferencias están por encima de las del resto y que son capaces de subirse por encima de la soberanía popular, de la democracia y de tratar a este país como si fuera su puto cortijo. Y eso sí me enfada. Y me rebelo, digo que no, que eso no puede ser. Este libro plantea un enfrentamiento a cara de perro, entre un don nadie, que es Jaime, un periodista de cuarta fila con la vida bastante dañada, pero que aun así el tipo siente que tiene que echarse eso por encima para empezar a andar. Como decíamos antes, porque no le queda más remedio, porque quiere salir de ese estado de anemia emocional en el que está y enfrentar el recuerdo de esa ex que tuvo, que le trató como si fuera mierda.

Y todo eso es cierto, pero no es menos cierto que los malos son muy malos y que en este país tenemos a una gentuza fenomenal, con mucho poder y con menos vergüenza y que inunda los centros de poder.

¿Que quiénes son los malos? Pues mira, la gente lo va a ver muy claro una empresaria televisiva, un especulador del ladrillo, un juez del Tribunal Supremo que hace chanchullos, un ministro corrupto y un tipo con gorra de cazador que de tanto reptar por las cloacas se había apropiado de ellas y de todo aquel que había pintado algo en las últimas décadas agarrado por los cojones. Claro, cualquiera va a poder poner cara, varias caras hecho a estos individuos. Pero, sobre todo, lo que quiero es que pongan cara al poder. A ese poder sin ningún tipo de vergüenza, que lo que pretende es sencillamente imponerse por encima del resto y tratarnos a todos como si fuéramos elementos despreciables.

Y eso es algo que yo he vivido siempre muy de cerca. El darme el gusto de mirarles a los ojos y decirles que no tienen razón, siendo además el último, la última carta de la baraja. Creo que sí, que hay algo por lo que merece la pena vivir.

Podríamos tener la idea de que antes había menos medios y podíamos estar más manipulados, y que ahora que tenemos más acceso a la información, deberíamos estarlo menos, porque tenemos más herramientas. En el libro sucede algo, no vamos a desvelar qué, que da muestra de todo lo contrario. Ahora estamos mucho más manipulados y somos marionetas al servicio de esos intereses de los malos.

Totalmente. Mira, yo he llegado a la conclusión y son las conclusiones en las que creo firmemente en lo político, que cuanto menos experiencia de comunidad, de sociedad, de barrio, de gente, cuanto menos estés en contacto con los demás y hagas cosas con ellos, cuanto menos haya de eso, más manipulación.

Al final el problema no son los canales, no lo son del todo. El problema no es tener una cierta educación digital, que hay que tenerla. El problema no es saber distinguir las fuentes fiables de las que no lo son. El problema es que carecemos de nexos sociales y como estamos todo el día pegados a una puta pantallita, nos lo cuelan todo. Porque además sucede algo curioso y es que ahora nos creemos enormemente listos porque, teóricamente, estamos muy en contacto con el mundo y con la información y no, no hay un momento en el que hayamos estado más despegados.

Creo firmemente que un ciudadano medio de hace 40 años, pese a que probablemente la mayoría no tiene ni siquiera una formación universitaria, entendía mejor cómo funcionaba el mundo. Es decir, tenía una conciencia bastante afinada de cuáles eran los mecanismos y resortes del poder y cómo se articulaban entre ellos.

Es verdad que el mundo, quizá hace 40 años, era ligeramente más sencillo del que es ahora, pero no demasiado. Las cosas siguen funcionando en cuanto a términos de nicho de clases de una forma muy parecida, y la gente sabía que había que tener cuidado con los banqueros. La gente sabía con quién se jugaba los cuartos y quiénes eran los malos y quiénes eran los buenos fundamentalmente. Y todo eso ha desaparecido. Todo eso ahora se ha esfumado, se ha difuminado.

Cuando digo ahora, hablo de los últimos 20 años. Un proceso largo que, sobre todo, desde que aparece lo aspiracional en nuestras vidas como mecanismo cultural, que nos hace pensar que nuestro progreso individual en base a la adquisición de pequeñas estupideces, nos separa de nuestros problemas de clase. Y desde que aparece sobre todo lo digital. El elemento fundamental con el que nuestros cerebros se empiezan a licuar de una forma apresurada, es la aparición del móvil, del móvil inteligente.

Sí, el pequeño ordenador que todos llevamos en la palma de la mano, que al final sirve para que tengamos un bombardeo 24 horas constante de todo. Que añade, por ejemplo, el elemento de que esta vez las manipulaciones te llegan desde el canal cercano: de tu hermana, tu hermano, tu primo, tu tía. Entonces nos las creemos más que cuando nos llegaban por un señor sentado en una mesa en un informativo. En todo caso, creo que esta es una novela que se opone a todo eso, porque al final, Jaime en su investigación lo que hace es quedar con mucha gente y hablar con mucha gente. No utiliza el ordenador para averiguar cosas. El tío tiene que volver a recurrir a la antigua usanza, la de desplazarse a los sitios en trenes, porque además no conduce y quedar con gente para que le cuenten.

Y es verdad que cuando esto pasa en la vida real, cuando tú empiezas a hablar con muchas personas, empiezas a tener una percepción del mundo muchísimo más rica que cuando hablas con 5000 avatares digitales, que siempre de un modo u otro, tienen un peso de falsedad importante.

«…en esta novela nos reímos mucho del rico y su privacidad».

¿Qué te pasa con las señoras de misa diaria bisón y collares de perlas?

Creo que esto me lo preguntas por un personaje del libro, que ni siquiera vamos a decir cómo se llama, pero que tiene una gran importancia… Son estas mujeres de la alta sociedad, especialmente reaccionarias y que, casi por un olfato de clase, identifiqué desde niño. Recuerdo tener ocho o nueve años y ver a Esperanza Aguirre en la tele, siendo concejala del Ayuntamiento de Madrid, y reaccionar como el cervatillo que de repente ve la sombra del lobo o la gacela que ve la sombra del león. Sabía que era un depredador y que no me traía nada bueno. La gente dirá: “Eso te lo inventas porque eres un rojo”. No, de verdad que aquí había un olfato de clase dentro de mí, de barrio, que era: “Esta tipa es mala y viene a hacernos daño”, cosa que era verdad.

A partir de ahí, uno va desarrollando cierta fascinación por este tipo de individuos que, además, suelen traer en su mochila una serie de frustraciones y cosas muy oscuras de su vida privada. Este es un libro y esto es importante decirlo, en el que también hacemos un poco de justicia a todos estos personajes malos, nos reímos de ellos, bastante. Les pillamos en ese momento en que abres la puerta y te los encuentras con los pantalones bajados, en el baño. Por norma general no vemos sus interioridades, porque si te fijas en las ficciones televisivas, los personajes risibles siempre son de clase trabajadora, nunca son de clase alta, nunca nos reímos del rico. Pues esta vez sí, en esta novela nos reímos mucho del rico y su privacidad. Otro motivo más para leerla.

«Para mí Madrid no era una ciudad, para mí Madrid era un escenario sentimental de todo lo que yo quería ser».

Hay otro personaje, un secundario que está presente durante todo el libro. No habla, no interacciona con Jaime de manera directa, Madrid. Mientras la leía, apareció la promoción que hizo Mario Vaquerizo sobre esta ciudad y pensé que el Madrid del que habla Jaime, está desapareciendo para convertirse en…

En una bobería hortera de pésimo gusto y, sobre todo, falsa. Un sucedáneo barato y asqueroso pensado por una ultraderecha atroz, rapaz, que lo único que quiere es sacar pasta de todo y de todos y que, para colmo, se intenta apropiar de unos elementos teóricamente populares para ponerlos en boca de un payaso y que los reclame con un acierto nulo. Esto es lo que es ese anuncio y la idea de Madrid que tiene Ayuso en la cabeza. Y este libro en el fondo es triste, abandera muchas cosas. Yo he levantado una bandera, la de lo digno, de lo que importa y de lo que vale y de lo que es bonito. A ver si hay gente al otro lado que quiera coger esta bandera y llevarla conmigo.

Para mí Madrid no era una ciudad, para mí Madrid era un escenario sentimental de todo lo que yo quería ser. Y los que además hemos sido de periferia y lo seguimos siendo, para nosotros Madrid Centro era sobre todo el sitio donde ocurrían las cosas, la música, el cine, las ficciones de nuestros libros, donde pasaban cosas que a nosotros nos referían una sofisticación real, una sofisticación que no se encontraba diseñada por nadie, sino que sucedía de forma autónoma en sus calles, en sus bares, cuando todo carecía de unas reglas estúpidas marcadas por el mercado. Ese es el Madrid que yo viví. Un Madrid que está prácticamente extinto, que a lo mejor ahora mismo se está viviendo lo mismo, y me alegraría mucho de ello, pero en lugares que no conozco, porque la vida va cambiando y uno puede perder el pulso de determinados puntos.

No tenía ningún interés en que eso no ocurriera, simplemente no lo veo y quería demostrar en este libro que a Jaime le pertenece ese Madrid, no como algo que ha comprado, como algo que alquila o como algo que posee, sino que le pertenece de una forma comunitaria. Es el sitio donde él, a pesar de que vive en una buhardilla atroz, cochambrosa, sucia y oscura, sale a sus calles y siente que si tiene que perderse en algún lado es en esas calles, no en su desastre.

Y por eso, digo que Madrid es un sitio del que puedes intentar escapar, pero no huir. O al revés. El caso es que yo quería hacer este homenaje, dejar constancia para que en un momento determinado, quizás dentro de un tiempo, la gente lo lea y diga: “Madrid era así”.

«Y sobre todo, hay que dejar constancia de que la ultraderecha es algo más que un partido».

Mencionar la palabra que, de tantas veces pronunciada en los últimos años, ha perdido todo el valor: ultraderecha. Todo es ultraderecha, todo es fascismo y al final no lo es nada. Jaime sí es consciente del peligro que supone la ultraderecha. No con la imagen de un señor con uniforme que se dedica a gasear gente… Mucho peor, ahora está camuflada en lo normal.

Eso es.

Y el problema es que les hemos dejado entrar hasta la cocina. A ver ahora cómo nos deshacemos de ellos.

Y sobre todo, hay que dejar constancia de que la ultraderecha es algo más que un partido. Sí, no estamos hablando sólo de ese partido que nos imaginamos. La derecha es una conjunción de intereses que está presente en el sector privado y público, metida en el ADN de muchas partes de este país que durante varias décadas estuvo silente y agazapada cuando le interesó, pero nunca desaparecida, ni muerta.

Y cuando vieron su oportunidad, salieron del escondrijo y han empezado a arrasar en muchos aspectos. Que nadie entienda que la ultraderecha va a pararse en el resultado de las próximas elecciones, sino que tienen un plan, el cual yo alguna veces he intentado explicar en mis artículos, en los análisis políticos, un plan de involución reaccionaria de nuestra democracia y van a llevarlo a cabo.

Dicho esto, en el libro, lo que yo quería era trazar unas líneas históricas que quizá el lector pueda ver en acontecimientos que ocurrieron hace 80, 40 años y en nuestra actualidad. Es decir, que hay una serie de uniones que de una u otra forma están ahí y que de ellas se puede aprender. No solo hay que acudir al pasado reciente como un ejercicio de nostalgia vacuo, sino que necesitamos verlo para aprender y entender qué es lo que va a pasar. Jaime referencia mucho ese pasado, a muchos niveles, precisamente para esto, porque considera que no hay peor peligro que el que se confunde con el paisaje.

Vas por un camino y de repente sale una bestia de cuento con sus garras y sus colmillos muy afilados. Es relativamente peligrosa, te está advirtiendo de lo que puede pasar. Pero cuando tú vas andando y por el rabillo del ojo apenas percibes ese peligro, es cuando realmente existe. La derecha actual es justo eso, no es el general de facciones afiladas y bigotillo fino que se sube en una tarima. No, la derecha ha llegado a nuestra vida a través de remover las peores emociones que muchos tenemos. Ha llegado mediante la mentira y la manipulación, apropiándose del concepto de rebeldía capada en muchos casos por un contexto político de inutilidad de la democracia liberal, o a la hora de poner por delante los derechos sociales de los de los intereses económicos y de una izquierda que, muchas veces, no ha estado acertada, ni sigue estándolo a la hora de poner los temas de importancia por encima de aquellos que pueden pasar desapercibidos.

En ese sentido, es un mix, una conjunción de herramientas, de actos y de procedimientos que tienen un fin muy claro, retrotraer la democracia y que en el libro, sobre todo lo que quería dejar constancia, es que se manifiestan diferentes individuos en diferentes formas, pero que sigue estando ahí.

«Este es un libro de finales y de inicios y creo que pone el cierre, sin duda alguna, a la etapa que yo inicié hace ya más de diez años, cuando empecé a buscar mi camino».

No es la primera vez que escribes ficción. Tienes publicados dos libros de relatos que, curiosamente, daban una sensación de oscuridad, donde había mucho dolor y se percibía perfectamente, todo lo contrario que la novela en la que a pesar de lo malo, buscas el rayo de luz.

Sí.

Hazme una comparación de aquel Bernabé y de éste.

Pues mira, ese escritor, hace más de diez años, era un chico de veintitantos que vivía en Fuenlabrada y tenía una vida, digamos, muy convencional, con un trabajo de oficina de lo que había estudiado y que un día se siente absolutamente asfixiado por aquella vida y decide romper con todo. Que lo que a él le gusta es escribir y se da cuenta de que quizá, lo ha dejado de hacer porque pensaba que no le tocaba eso, que alguien tan prescindible como un joven trabajador del sur de Madrid, no le pega eso de escribir.

Deja una vida entera atrás y se transforma y se mete a trabajar de librero porque es lo más cercano que conoce para estar con los libros. Y se va a Madrid a vivir. Esto pasa a finales del 2000, y a principios de 2010 surge una segunda encarnación de la persona que, entre otras cosas, consigue publicar unos libros de relatos en editoriales muy pequeñitas, sin apenas repercusión, pero que creo que le sirvieron para demostrarse que, de una u otra manera, podía poner en palabras determinadas cosas que le preocupaban, le asfixiaban y le angustiaban en esos momentos.

Eran libros mucho más definidos, de lo que estábamos hablando antes. El protagonista de esos cuentos tiene mucho más claro lo que odia y lo que no, y que tira para adelante por unas líneas, pero que no se puede enfrentar al mundo con su arsenal de cultura y de identidad. Eso es lo que ha cambiado, que la novela es mucho más adulta en ese sentido. Asume que esa derrota se ha dado y que la transformación, el que las cosas mejoren, tiene que darse por otros caminos. ¿Qué es lo que ocurre? Que probablemente esos libros de relatos tienen elementos, además, por ser relatos que en el fondo son narraciones más parecidas a un sprint. El relato es eso, es una fugacidad, es una estrella que explota de repente en un momento determinado del relato y que tiene que coger al lector desprevenido para tener un gran momento.

Una novela, sin embargo, es una carrera de fondo, con reflexiones más a largo plazo y con situaciones diferentes. Pero esos relatos tienen esa serie de explosiones, de momentos en los que necesitabas epatar de todas. Y sin embargo, creo que esta novela es mucho más de largo recorrido, pero incluso en su reflexión. Es decir, es que son en el fondo diez años. Y si quieres que te diga la verdad, creo que pone fin a una etapa o da comienzo a otra.

Este es un libro de finales y de inicios y creo que pone el cierre, sin duda alguna, a la etapa que yo inicié hace ya más de diez años, cuando empecé a buscar mi camino. Ahora empieza otra, una tercera que, veremos cual es, y que no sé cómo culminar, pero que desde luego este es un libro que pone fin y da inicio a otra cosa a una persona, a un momento, a una forma de entender el mundo y de vivirla, sobre todo de intentar ser un poco más feliz. Porque hay un momento en que uno ha tenido muchas veces una vida tan agitada en muchos aspectos que le ha hecho sufrir más de lo necesario. Y eso también se refleja en el libro. Jaime es alguien que lo que busca en el fondo es poder estar un poco tranquilo.

¿Qué les dirías a los lectores si reciben un correo electrónico con una foto?

¡Qué guay sería eso!, qué guay sería vivir una aventura. Estas navidades me dio por ver “Golpe en la pequeña China” de Carpenter, una película de aventuras totalmente desaforada, loca, con situaciones que explotan sin ningún tipo de justificación narrativa. Pero es como… ¡Esto vamos a meterlo! ¿Por qué? Porque mola. Vamos a meter un monstruo, vamos a meter unos ninjas…

En el fondo este libro tiene algo de eso, de esas películas que veíamos de chavales en las que todo en el fondo molaba tanto porque había una aventura. ¡Tíos vamos a cargarnos las espaldas y vamos a salir para adelante! ¡Vamos a enfrentarnos a los malos y vamos hasta ell final!

Lo que quiero es que la gente cuando lea Todo empieza en septiembre, le sirva para tres cosas: para hacer un ejercicio de desahogo personal, de sentirse menos solos, de asumir que si la vida no ha ido como queríamos que fuera, eso no significa que no nos duela, pero que no nos pille tan, tan desprevenidos emocionalmente para que algunas veces incluso nos nos caigamos; que acompañe, que políticamente señale los peligros que tenemos sobre nuestras cabezas y luego quiero que sea un libro que divierta, con el que te lo pases bien

Este libro merecería uno de esos carteles de las pelis de los años 80 con todos los personajes dibujados y que pusiera: «Todo empieza en septiembre, pronto en sus cines, en sus multicines». Algo así.

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