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Texto de Reyes Muñoz
Puedes ver la película aquí: https://www.rtve.es/play/videos/cine-de-siempre/quien-puede-matar-nino/6231236/
¿Quién puede matar a un niño?: la inocencia corrompida y el horror moral del maestro del terror español
Unir The Midwich Cuckoos y ¿Quién puede matar a un niño? es un triple salto mortal. Porque en ningún sitio, Juan José Plans dejó constancia de haber leído The Midwich Cuckoos (1957), la novela de John Wyndham que sentó las bases del subgénero de «niños que dan mucho miedo».
Sin embargo, su relato El juego de los niños —publicado años después— guarda semejanzas con aquella historia: ambas presentan una infancia amenazante y plantean el dilema moral de enfrentarse a quien simboliza la inocencia. El español pensaba en la dictadura y el británico en la guerra fría.
La novela de Wyndham inspiró esas películas de niños rubios de ojos fríos: Village of the Damned (1960) y su continuación Children of the Damned (1964), dirigidas por Wolf Rilla y Anton M. Leader respectivamente. En ellas, los niños de mirada helada y poderes mentales encarnan el miedo a lo desconocido. En ¿Quién puede matar a un niño? (1976), Narciso Ibáñez Serrador reinterpreta ese arquetipo sin elementos sobrenaturales: los niños no tienen poderes, pero actúan como hormigas, como si compartieran una conciencia común para vengarse de la violencia histórica ejercida sobre ellos.
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La lectura moral de Serrador
Si bien en The Midwich Cuckoos, estamos hablando del reemplazo de la humanidad por una inteligencia superior, en ¿Quién puede matar a un niño?, las criaturas son el producto de la culpa y de la violencia heredada. El español transforma el motivo de Wyndham en una alegoría política y ética. En Inglaterra el horror nace de la Guerra Fría y en España del trauma de la posguerra y la dictadura.
La isla
Uno de los aciertos de Chicho Ibañez Serrador —de esas cosas que demuestran que era un genio— fue rodar la película a plena luz del día, en un espacio idílico, con el sol y el mar como telón de fondo. La claridad y la sensación de isla funcionan como interruptores del desasosiego. También la banda sonora –de Waldo de los Ríos— acelera la tensión en una película lenta y silenciosa. Cada gesto infantil y sobre todo, cada mirada, carga de tensión la pantalla.
Chicho Ibáñez Serrador, el maestro del terror español
Nacido en Montevideo, Chicho forma parte de la vida de unas cuantas generaciones españolas por el Un, dos, tres (¿estas cantando la sintonía) pero también por aquellas Historias para no dormir, cuya careta de inicio (grito y puerta) forma parte de nuestras pesadillas. Llevó el terror psicológico y literario a la televisión nacional, introduciendo a autores como Poe o Lovecraft en los hogares españoles.
Sus historias no buscan monstruos, sino responsabilidades. En ¿Quién puede matar a un niño?, el verdadero monstruo es el ser humano y su historia de maltratato a las niñas y a los niños. El director emplea el género para hablar de la violencia estructural, la herencia de las guerras y la deshumanización. El terror evoluciona del miedo a la culpa, como señala el propio título de la película. Chicho abrió la puerta a una nueva generación de directores —como Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró o Paco Plaza— que entendieron el terror no solo como entretenimiento, sino como una herramienta de reflexión social y moral.
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