Texto de Reyes Muñoz
Margrethe, princesa del reino del Norte –en guerra fría con el reino del Sur– está recluida en un convento. Su padre la quiere proteger. Mientras tanto en el mar, la sirena Lenia espera impaciente el día de su dieciocho cumpleaños: podrá salir por primera y única vez a la superficie.
El día llega, Lenia sale y se encuentra con un naufragio. Decide salvar a uno de los hombres y lo arrastra hasta la orilla. Se enamora de él. Magrethe ve la escena desde el convento, y cuando la sirena se marcha, ella acude al rescate del náufrago. Y se enamora de él. El resto de la historia es similar a la narrada por Hans Christian Andersen.
Pero similar no quiere decir igual. El cuento de Carolyn Turgeon es profundo y tiene un efecto. Una se da cuenta de hasta qué punto los mensajes negativos en torno a la figura femenina han calado hondo. Demasiadas veces he escuchado a alguien decir aquello de que las mujeres somos más malas y solo tengo que mirar a mi alrededor para darme cuenta de que esos mitos son falsos. En Sirena no hay maldad, no hay competencia, no hay deslealtad: hay amor, complicidad y comprensión.
Carolyn Turgeon nos da la oportunidad de conocer a la bella princesa del Norte, de descubrir su enorme cultura, de alucinar con su sentido de la responsabilidad y de sufrir por su corazón roto. La otrora mala, aquí se torna humana.
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