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Un artículo de Gema Talaván publicado originalmente en Universo Azul
Fotografías cortesía de www.turismoextremadura.com
Imaginemos un manto blanco cubriéndolo todo en plena primavera… esa es la imagen más evocadora del Valle del Jerte. Situado en el norte de Extremadura, se convierte por una semanas en una suerte de paisaje japonés gracias a los miles de cerezos que lo pueblan y que florecen a finales de marzo.
Pero el Jerte es mucho más que eso: es un enclave privilegiado, regado por cascadas y grandes pozas en las que bañarse en verano. Hay bosques que recorrer, vertientes que escalar y picos desde los que lanzarse en parapente… En definitiva, es una comarca en la que disfrutar en todas las épocas del año.
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El Valle constituye un paso natural entre Extremadura y Castilla, en la vertiente sur de la Sierra de Gredos. Regado por el río que le da nombre, tiene un clima suave en verano y no excesivamente frío en invierno, salvo en localidades serranas como Piornal y Tornavacas, donde el paisaje permanece nevado varios meses. Si queremos relajarnos de verdad, disfrutar de la naturaleza y dejar los ajetreos y las prisas en la gran ciudad, este es el sitio ideal.
Los parajes son de una belleza natural sobrecogedora y los pueblos están dotados de una arquitectura propia, en la que destacan los soportales de madera. La gran abundancia de gargantas naturales, surgidas entre los arroyos y pequeños ríos que nacen en las sierras divisorias, hace que haya muchos rincones como zonas de baño, con atractivas piscinas naturales y también zonas de pesca. Además cuenta con una vegetación frondosa y abundante por un lado y grandes picos por otro, como el Calvitero, que con 2.425 metros de altitud es la cumbre más alta de Extremadura.
Si existe una fiesta que aúna a todos los habitantes del valle, esa sin duda la Fiesta del Cerezo en Flor, que fue instituida como tal en 1972: exposiciones, degustaciones, verbenas, carreras…
La fecha varía cada año, pero suele ser hacia finales de marzo. Aunque los días de fiesta no siempre coinciden con el periodo de máxima floración de los frutales, pues esta se debe a cómo se comporte el tiempo: cuanto antes empiece el calor, antes comenzará la floración.
Rutas espectaculares
Para los amantes del senderismo existen varias rutas. Una de las más conocidas, y de las de mayor dificultad, pues alcanza casi 24 kilómetros, es la llamada «Ruta de Carlos V». Fue la que recorrió el emperador entrando por Tornavacas para llegar al Monasterio de Yuste, al otro lado de la montaña. Aunque claro está que él no lo hizo andando… Circula por antiguos cordeles medievales, tramos de calzada romana, el puente renacentista que lleva el nombre del emperador… Uno de los tramos más difíciles son los 1.500 metros del Puerto de las Yeguas. Tanto es así que se atribuyen al emperador las siguientes palabras: «no volveré a franquear otro puerto más que el de la muerte».
Otro itinerario es la «Ruta de Honduras» o «Ruta Judea», que une Cabezuela del Valle y Hervás, en el Valle del Ambroz. Ambas localidades tienen un importante pasado hebraico —la judería de Hervás es una de las mejor conservadas de Europa—. Este recorrido, plagado de espectaculares paisajes, se hace a través de las laderas de Traslasierra.
Por último, la llamada «Ruta de la Trashumancia» que sigue el itinerario que durante siglos han cruzado los ganados de la Mesta, por el cordel que atraviesa la cuenca del Jerte, en el que se conservan fragmentos de calzada romana.
Flora y fauna
En estas rutas, además de los cerezos que dan riqueza al valle, encontramos robles, que es el árbol predominante en la zona. Entre los animales que allí habitan, hay rapaces como milanos y ratoneros. También buitres leonados y entre los mamíferos, gatos monteses y jinetas, aunque muy difíciles de ver. Menos tímidas son las cabras montesas que pueblan las zonas serranas.
El microclima del que goza el valle, abrigado de los vientos por la Sierra de Gredos, lo convierte en un auténtico vergel, donde reinan las cerezas. También son de gran calidad las ciruelas, las peras, los higos… sus bosques proporcionan frambuesas, zarzamoras, grosellas y moras con los que se elaboran excelentes mermeladas y licores. Estos cuentan con gran fama, pues se llevan a cabo a través de la destilación artesanal y no tienen colorantes ni aromatizantes. La zona es también rica en setas, truchas y cabrito, con los que se hace una cocina recia y austera pero muy variada.
Gastronomía
En cuanto a los platos propios de cada localidad, en Tornavacas destaca la ensalada de invierno, realizada con naranjas, aceitunas negras y un chorreron de aceite de oliva puro. En Jerte destaca la sopa de patatas. Las truchas escabechadas son famosas en Cabezuela, mientras que en Navaconcejo son fritas con una loncha de jamón. En Piornal, lo mejor son las setas, en temporada, existiendo prácticamente todas las variedades. También está muy bueno el cabrito al horno.
La Garganta de los Infiernos
Es una reserva natural, declarada así el 1994 como fórmula de preservación para uno de los escasos ecosistemas de montaña presentes en Extremadura. Se extiende por los términos municipales de Jerte, Tornavacas y Cabezuela del Valle.
Cuenta con gran abundancia de agua, que con cerca de 15 gargantas salpica las faldas del valle creando auténticos vergeles. De la Garganta destaca sobre todo el paraje conocido como Los Pilones, por la gran cantidad de saltos de agua y cascadas que lo conforman y, sobre todo, porque hay grandes pozas labradas en la roca, producidas por la erosión del cauce y que se convierten en auténticas piscinas naturales de aguas cristalinas y fresquitas. Cuenta además con una gran variedad vegetal y animal.
Los pueblos del Valle
Para hablar de los pueblos que conforman el Valle del Jerte, el río sirve de referencia. Existen diferencias entre los de la sierra y los de la rivera: la altitud hace que la orografía sea distinta, lo que trae consigo peculiaridades en la distribución de las calles y en su arquitectura.
Barrado está en la vertiente izquierda del río, en lo alto de un pequeño valle intermedio entre el Valle del Jerte y la Vera. Esto le convierte en un mirador de lujo. Con veranos frescos e inviernos no demasiado duros, uno de sus principales atractivos es que cuenta, en su término municipal, son gran cantidad de restos romanos como tumbas y aras votivas.
Cabezuela del Valle es, como indica el nombre, cabeza de toda la comarca. Está junto al río Jerte. En él se puede visitar el Museo de la Cereza, el Centro de Interpretación sobre el Agua y la Asociación de Turismo del Valle del Jerte.
Destaca su casco histórico, proclamado conjunto histórico-artístico. En sus construcciones muy bien conservadas, se combinan los balcones-secaderos, las galerías abalaustradas, los voladizos y entramados. El barrio más antiguo, de época medieval, es conocido como «La aldea». Allí estuvo la judería, con sus calles repinadas y laberínticas en las que abundan las casas realizadas con la mezcla de madera, adobe y granito. Los edificios más emblemáticos del pueblo están construidos en sillería y cuentan con escudos nobiliarios símbolos y anagramas.
El Ayuntamiento está coronado con una espadaña que alberga un reloj. Su iglesia parroquial, dedicada a San Miguel Arcángel, es de la época barroca y es probable que se levantará sobre la antigua sinagoga. Cabezuela también tiene su pasado romano, y de él conserva el puente que cruza el río Jerte.
Cabrero es uno de los pueblos serranos de la vertiente izquierda del río. Hasta hace poco fue un barrio de Piornal. Su historia está vinculada a la de los cabreros que llevaban sus rebaños a tierras menos altas, de ahí su nombre. Es reconocido su aguardiente de cereza.
El Torno es un pueblo serrano. En su término hay frondosos bosques de robles y castaños y en las laderas discurren gargantas de aguas cristalinas. En el fondo del valle, los remansos del río son ideales para los bañistas.
En El Torno, los mayores conservan ciertos rasgos dialectales derivados del asturleonés y encuadrados en la modalidad de altoextremeño.
Otra peculiaridad son las más de un centenar de chozas existentes: antiguas construcciones pastoriles que componen un conjunto arquitectónico de gran valor, declarado Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura. Construidas como refugio de agricultores y ganaderos, actualmente sufren un proceso de deterioro que se quiere frenar.
Existen diferentes tipos de chozas. Las más comunes son aquellas de estructura cónica realizadas de la siguiente manera: del suelo se levanta una pared vertical y de planta circular hasta una altura de un metro y medio.
A partir de aquí se hace una falsa cúpula con lanchas, piedras grandes y lisas que van cerrando la estructura. Esta se remata con una losa llamada corono, que cierra la techumbre. Dos grandes piedras colocadas en vertical, las jambas, y otra en horizontal, el dintel, forman la entrada que será cerrada por una puerta de madera.
El suelo se cubre con lanchas llanas y las paredes pueden estar revocadas para impedir que entre el frío. Aunque pequeño, de entre tres y cuatro metros de diámetro, el interior está muy bien aprovechado: sobre la puerta, una pequeña alacena para guardar enseres de cocina; en una de las paredes, el camastro, y la lancha para la lumbre, que hacía las veces de cocina y de la calefacción.
En su derredor encontramos pequeños bancos de madera de tres patas, bien para asiento o mesa. En la pared y el techo se colocaban en escarpias para sujetar alforjas, morrales y la bota de vino.
Situado junto al río, en Jerte está el Centro de reproducción de salmónidos y el Centro de Interpretación sobre la fauna y la flora de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos.
En la Guerra de la Independencia, en 1809, el pueblo fue arrasado por un incendio al que sobrevivió el Barrio de los Bueyes, que hoy en día es la parte más antigua de la población. Destaca la Plaza de la Independencia, con bellas casas con soportales y una curiosa torre-vigía, perteneciente a la iglesia de la que se separa unos metros. Jerte es famoso por su fábrica de alabastros, que puede visitarse.
Es uno de los pueblos serranos de la vertiente izquierda. En su término municipal están los restos de un castro celta, conocido como Villavieja. Está rodeado de cerezos y castaños, higueras y olivos que le confieren un paisaje de gran belleza.
Navaconcejo es de los pueblos mayores. Su arquitectura entramada es característica de la zona: voladizos, grandes aleros y amplias balconadas y solanas de madera en la antigua calle Real. Del siglo XVII se conserva el edificio conocido como La Fábrica. Desde aquí parten varias rutas, como la de la Garganta de las Nogaleas.
Piornal es el pueblo más alto de toda Extremadura y sus jamones y embutidos, curados pon el aire de la sierra, son muy famosos.
Destaca la festividad de Jarramplás, los días 19 y 20 de enero, en la que confluyen muchos de los rasgos del folklore de la zona. Creencias, músicas, ritos, gastronomía, vestimenta tradicional, etc. Jarramplás es un personaje ataviado con una enorme máscara y ropas con tiras de colores al que los vecinos del pueblo castigan tirándole nabos. Cada año un lugareño acepta, orgulloso, el papel. Se desconoce el origen de la fiesta y la teoría más extendida habla de un ladrón de ganado escarmentado por sus vecinos.
Rebollar es un pequeño pueblo que aparece como colgado de la sierra en la margen derecha del río. Está rodeado de bancales, donde los cerezos se mezclan con olivares. Cuenta con estupendas vistas del valle.
Tornavacas es la entrada del puerto de igual nombre, en cuya cumbre se disfruta de un fabuloso mirador. Conservan su arquitectura casonas hidalgas de piedra. Allí nace el río Jerte. Merece la pena visitar la iglesia de la Asunción, construida entre los siglos XVI y XVII y declarada edificio histórico-artístico.
Sus calles estrechas y repintadas y su arquitectura de casas, construidos con Adobe rojizo y adaptados al terreno hacen que el pueblo sea peculiar y muy bello.
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