Amaya Asiaín
Hace dos años se ratificó el pacto firmado por los gobiernos en la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático celebrada en la ciudad japonesa de Kioto en 1997. Después de muchas negociaciones y sudores de última hora, 141 países se comprometían a reducir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero (el metano, el óxido nitroso, el hidrofluocarbono, el perfluorocarbono y el hexafluorocarbono de azufre) en aproximadamente un 5% por debajo de los niveles de 1990 para el periodo 2008-2012 (¡¡ ojo !! que no queda nada para se que cumpla ese plazo)
Así, el 16 de febrero de 2005 tomaba forma una de las principales herramientas ideadas para combatir el cambio climático, una necesidad que había quedado patente ya 13 años antes, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro. No le quedó tan clara esta necesidad a algunos países, entre ellos Estados Unidos, que emite el 25% de los gases contaminantes.
Quizá por eso llame tanto la atención que el espíritu de Kioto se haya encarnado en un político estadounidense que ha ganado incluso el oscar al mejor documental (y a la mejor canción) por su trabajo de divulgación sobre la necesidad de tomar medidas ante el cambio climático, «Una Verdad Incómoda».
Al Gore estuvo un mes antes de la gala de los Oscar en Madrid, en el I Encuentro sobre Energía, Municipio y Calentamiento Global. Es curioso que se junten en el tiempo y en el espacio el vicepresidente de un gobierno que no firmó en su día el Protocolo de Kioto y el país de la UE que más complicado tiene cumplir sus objetivos. Recordemos que, en total, los 15 países miembros de la UE – antes del 1 de mayo de 2004- deben reducir sus emisiones en un 8%. Aún así, España puede aumentarlas un 15% respecto al año1990. En el momento en el que se ratificó el Protocolo, España emitía ya un 40% más que en el año de referencia.
En el I Encuentro sobre Energía, Municipio y Calentamiento Global, el ex vicepresidente estadounidense reunió a más de 1.500 personas en el Auditorio de Ifema, dando inicio a unas jornadas que concluyeron con la «Declaración de Madrid sobre políticas locales de cambio climático», por la que las administraciones locales se comprometen a poner en marcha políticas amigas del medio ambiente.
Esta declaración es sólo una muestra más de la conciencia generalizada sobre la necesidad de combatir el cambio climático. No sólo se ha logrado que más de un centenar de países se pongan de acuerdo y firmen un Protocolo de acción global, sino que todos y cada uno de nosotros nos sentimos cada vez más responsables con el planeta.
Por eso es noticia que el mencionado Al Gore consuma veinte veces más electricidad que una familia media de Estados Unidos. Por lo menos eso asegura el centro de estudios Tennesse Center for Policy Research, que cifra en 24.600 € el gasto de luz del ex vicepresidente en el año 2006. Claro que hay que mantener una casa con 20 habitaciones, 8 cuartos de baño y una vivienda aneja para invitados. (nunca confesaré cuánto me cuesta mantener mi casa de 30 m2…)
Me gustaría acabar retomando esta reflexión que Eduardo Mendoza expuso en su columna de El País el pasado 19 de febrero:»A nivel público no hay voluntad real de frenar el crecimiento y reducir el funesto despilfarro de recursos, y a nivel privado, todavía menos. Los ecologistas dicen, seguramente con toda la razón, que bastaría eliminar el gasto energético superfluo para paliar el desastre, pero ignoran que lo seres humanos estamos dispuestos a sacrificarlo todo menos lo superfluo. Al fin y al cabo, lo superfluo es lo que nos permitió evolucionar a lo que somos: en algún momento tuvimos un plus de inteligencia innecesario para la supervivencia que nos hizo pasar del puro alimentarse, defenderse y reproducirse, a Ferran Adrià, George Bush y el primer sex-simbol que a cada cual le venga a la memoria.»