Javier Sierra De Roswell al Museo del Prado


Entrevista de Mercedes Vuelta Suances
Fotografía de Álvaro Trigueros©

Javier Sierra tiene un radar para captar historias que siempre han estado ahí y dotarlas de un cuerpo literario creíble e increíble a partes iguales. Su último gran éxito, El maestro del Prado, se nutre de las obras del Museo para crear una trama llena de acción y de misterio. Roswell. Secreto de estado fue su primer libro. En él mostraba una profunda investigación en torno a la recuperación por parte del ejército de los restos de un OVNI. Roswell vuelve a las librerías revisado, de la mano de Booket. Con Javier Sierra hablamos de estas dos novedades literarias que ya se han convertido en el gran reclamo de la Feria del Libro de Madrid.

En el año 1995 usted escribió Roswell. Secreto de Estado. ¿Por qué una nueva edición después de casi 20 años?
Hay una razón poderosa para ello. No escribí aquel libro «de oídas», ni me impliqué en la investigación del «incidente de Roswell» leyendo libros y coleccionando recortes de prensa de la posguerra. En 1991, poco antes de cumplir los veinte años, viajé a Nuevo México en busca de los últimos testigos que aún quedaban con vida de aquel extraño episodio, ¡y los encontré! Eran un grupo de ancianos, la mayoría militares retirados, que no encontraron ningún buen motivo para rechazar un rato de conversación con un joven venido de Europa. Fueron ellos los que me convencieron de que aquel accidente de una aeronave de origen desconocido en el desierto de Nuevo México, recién acabada la II Guerra Mundial, no fue nada convencional. Cuatro años después de aquel viaje, y por culpa de una película militar secreta que resultó ser un fraude, el caso Roswell se puso de moda y yo encontré la posibilidad de publicar mi primer libro. De algún modo, en él plasmé mi visión curiosa e inquisitiva del misterio, que es la que después trasladé a mis novelas. El lector que alguna vez se ha preguntado por qué tengo esa fascinación por lo desconocido, encontrará la respuesta en este libro.

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ROSWELL. SECRETO DE ESTADO
En 1947 un granjero recogió unos restos de algo y los llevó a las oficinas del sheriff. El sheriff avisó a los militares. Y los militares emitieron un comunicado en el que decían poseer los restos de un platillo volante. La noticia corrió como la pólvora. El gobierno reculó y negó lo dicho por el ejército. En 1995 –año en el que se publicó el libro–, acababa de salir a la luz la autopsia de un alienígena y el tema estaba de actualidad. Javier Sierra fue rápido. Entre líneas fue de los pocos que supo ver un intento por tapar el caso a base de intoxicación informativa.

La obsesión de los gobiernos por ocultar o incluso intoxicar informativamente casos como el de Roswell… ¿A qué se debe? ¿Se temen reacciones como la de la retransmisión de Orson Welles de La guerra de los mundos?
El terror causado por la emisión de Orson Welles no fue sino el reflejo de lo que la población siente ante una amenaza desconocida. Si en lugar de marcianos Welles hubiera hablado del Ébola, de una pandemia misteriosa o de una brusca amenaza climática, habría conseguido el mismo efecto. Los gobiernos saben lo miedosa que es la masa y llevan décadas teniéndola en la ignorancia. Al hacerlo consiguen dos cosas: mantenerla sedada con desinformación y hacerla más fácilmente manejable.

Quizás en su día, lo que aceleró el proceso de publicación del libro fue la salida a la luz de la autopsia de un alienígena. Usted fue de los pocos que dio en el clavo al hacer una lectura de este acontecimiento. Distinguir entre información e intoxicación… ¿es cuestión de investigación o instinto?
De investigación, sin duda. Antes de que apareciera la falsa autopsia de los extraterrestres en escena, un puñado de personas de todo el mundo contábamos los meses que faltaban para que se cumpliesen los 50 años del incidente de Roswell. Tras medio siglo, íbamos a poder reclamar a través de los mecanismos legales oportunos, que se desclasificase el caso Roswell. Había buenas razones para ser optimista. Poco antes, el presidente Bill Clinton había hecho públicos documentos que demostraban que soldados americanos habían sido utilizados como conejillos de indias y expuestos a radiaciones nucleares, en los años previos a la bomba de Hiroshima. Si ese secreto había sido reconocido, tal vez no era muy disparatado pensar que otros como lo sucedido en Roswell se revelarían. Pero nos equivocamos. En 1995, dos años antes de cumplirse el medio siglo del accidente de Nuevo México, esa película atrapa toda la atención del caso y termina poniendo en ridículo, cuando se descubre el fraude, todo lo vinculado al supuesto accidente de una nave de otro mundo en Roswell.

Nos está enseñando, a través de varios de sus libros como La cena secreta, La ruta prohibida y sobre todo en El maestro del Prado, a buscar la cara B del arte. ¿En qué podríamos fijarnos cuando observamos un cuadro para no quedarnos solo en el lienzo?
Lo primero que debemos hacer es concederle al cuadro un tiempo pausado de observación. Hay que familiarizarse con sus personajes, conocerlos, estudiar su gestualidad y las relaciones que existen entre ellos. Si representan una escena mitológica o religiosa debemos tener a mano el texto en el que se inspiraron. Y después, solo después, comenzar a cuestionar lo que vemos. ¿Ha sido fiel el pintor a esos textos? ¿Son los protagonistas quienes nos han dicho que son? ¿Dónde estuvo colgado ese cuadro por primera vez? Tras una serie de preguntas certeras (cada obra requiere las suyas), la pintura comenzará a «hablarnos». Palabra.

Disculpe que seamos tan directos pero… ¿Existe el maestro del Prado o es una licencia editorial?
Existió. No sé si todavía vive.

¿Estaba el alumno preparado para la llegada del maestro?
Esa pregunta me la he formulado muchas veces. No creo que aquel Javier Sierra de 1990, que todavía no había volado a Roswell, estuviera maduro para aquellas lecciones. Pero llegaron justo cuando mi mente creadora estaba a punto de eclosionar, de mutar en lo que ahora es. Así que, supongo que el maestro llegó cuando debía…
Está en un periodo trabajoso. Por un lado, la presentación de El maestro del Prado, por otro, la de la reedición de Roswell. Secreto de Estado. Son su primer y su último libro. Esto le obligará a hacer una panorámica de su obra. ¿Qué balance de experiencias hace?
Mi balance esconde una tímida satisfacción interior: tengo a mis espaldas una obra que es fiel a mi manera de ver el mundo. Sigo siendo una persona curiosa. Alguien que al formular una gran pregunta espera encontrar una gran respuesta. Y en ello ando. Buscando grandes respuestas que seguir compartiendo con quien me lea.

Lee esta entrevista en la versión on-line del ExPERPENTO de verano de 2013:

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