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Entrevista de Raquel Carrillo
Fotos y trailer [c] cortesía de Ellas Comunicación
El último disco de Rosalía o que la protagonista adolescente de Los domingos quiera meterse a monja de clausura, nos da que pensar. En un mundo que nos bombardea con el materialismo más salvaje, ¿hay algo más punki que meterse a monja con 17 años?
Jesús de Nazaret fue probablemente el primer antisistema. Puso patas arriba la sociedad en la que vivía, algo que supo ver Andrew Lloyd Webber cuando compuso la ópera rock Jesucristo Superstar, o Madonna, con Like a prayer, siempre antecesora de las modas, que cantó el amor que sentía ante la llamada de Dios.
Pero sin irnos tan lejos, Los Javis, visionarios y transgresores, también lo hicieron en La llamada, donde a una adolescente se le aparecía Dios todas las noches cantando a Whitney Houston. Incluso La Mesías, reflexiona sobre la necesidad del hombre moderno de escapar del atroz mundo en el que vivimos mediante la espiritualidad. En Europa, Fleabag, una antiheroína antisistema, encontraba también refugio en el párroco de su barrio.
Lejos de la ranciedad conservadora con la que se suele pintar el catolicismo en España, estas lecturas le dan la vuelta al estereotipo. Todas estas reflexiones nos hemos hecho al ver Los domingos, ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián, dirigida por Alauda Ruiz de Azúa. Una película que habla de religión libre de prejuicios.
Blanca Soroa, con 17 años, debuta como actriz dando vida a la protagonista, y Miguel Garcés interpreta a su padre, que asiste desconcertado a la llamada de su pequeña: ¿Manipulación o epifanía?
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Blanca, en esta sociedad consumista en la que los jóvenes tienen el foco puesto en el exterior, ¿Crees que hacen falta más historias de jóvenes que miren hacia dentro?
Sí que creo que es interesante que haya películas que cuenten estas cosas, pero no necesariamente porque los adolescentes estemos más pendientes del foco exterior.
Yo, como adolescente, creo que últimamente las historias se centran más en nuestro mundo interior. Quizás antes no tanto. Igual que en el tema de la educación, por ejemplo, tenemos mucha más libertad para decidir qué queremos estudiar o si no queremos estudiar, en el tema de la fe ocurre también.
Miguel, tu personaje es muy ambiguo respecto a la decisión de Ainara.
Es un personaje de dudas, es un padre que a veces está, y otras no. A veces prima su vida privada, y es egoísta, y otras veces comprende a su hija.
Alauda me dijo: «No te preocupes en marcar una línea, las personas reales no tenemos una línea, tenemos muchas. Dudamos, a veces actuamos de una manera, y al día siguiente de otra». Me resultó cómodo ese baile.
«Para entender el deseo de Ainara de entrar en un convento, lo comparaba con mi deseo de estudiar piano en un conservatorio superguay en Estados Unidos».
Blanca, siendo tú tan ajena al mundo religioso ¿Cómo has conseguido empatizar con Ainara?
Durante el proceso con Alauda, nos dimos cuenta de que a mí lo que mejor me venía, era estar muy presente con lo que estaba pasando, y creerme lo que estaba sintiendo mi personaje. Pero sí que hacía comparaciones, no tanto para pensar en ellas cuando estaba interpretando, sino para entender eso que siente Ainara. Porque al final yo no he hablado nunca con Dios, ni he recibido ninguna llamada.
Lo comparaba con que a mí me gusta mucho la música. El poder entrar en un convento para Ainara, lo comparaba con mi deseo de poder estudiar fuera piano, a un conservatorio superguay en Estados Unidos, por ejemplo.
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Miguel, ¿cómo habéis trabajado esa relación entre padre e hija?
Yo también soy padre y tengo un chaval de un año más que ella, con lo cual había esa proximidad con el personaje. Y luego que, al no tener Blanca ninguna experiencia, yo sabía que lo que iba a tener delante no era una actriz tirando recursos técnicos, sino que lo que me iba a dar ella era verdad. Muchas veces solo tenía que mirarla, y comprenderla desde mi lado de padre, y la cosa funcionaba.
Ainara tiene una fe ciega en Dios…. ¿En qué cree Blanca Soroa?
Al igual que mi personaje, soy una adolescente que está todavía intentando definirse, y buscando un poco de sentido a mi vida. Entonces, creo en todo y a la vez creo en nada. No sé, como todos los adolescentes, ¿no?
Al igual que veo qué universidad y qué carrera quiero estudiar, pues también pienso en cuál es mi fe, cuál es mi vocación o mi no vocación, no lo sé todavía… Soy muy abierta de mente, estoy abierta a escuchar todo tipo de testimonios, de opiniones, de creencias y culturas… Pero todavía estoy en ese proceso de búsqueda, como yo creo que es natural, y como debería ser en cualquier persona de mi edad.
La transgresión
Miguel, ¿qué es lo que más transgresor de esta película?
La capacidad que tiene de trasladar al espectador a una casilla distinta de la que parte, cuando comienza la película. Oír a gente que no tiene ninguna creencia, ningún sentimiento religioso, poder llegar a comprender la forma de pensar de Ainara. No digo compartirla, sino comprenderla. Y viceversa, que las personas religiosas encuentren que es una película que respeta lo suyo, y que pueden llegar a comprender los personajes como el de la tía Maite.
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Blanca, si ahora mismo viene una amiga tuya y te dice que quiere meterse a monja, ¿Qué le dirías?
La apoyaría. Hablaría con ella, trataría de entenderla. Pero realmente es una pregunta difícil de contestar… Que cada uno haga lo que quiera y si una persona quiere ser monja de clausura, pues que lo sea, ¿no? Yo estoy de acuerdo en que cada uno tenga su libertad.
Pero también es cierto que tenemos una opinión muy diferente cuando le pasa a alguien de fuera, que cuando le pasa a alguien de dentro… Por ejemplo, el personaje de Iñaki, interpretado por Miguel, es un padre que lleva a sus hijas a un colegio católico, pero cuando le toca a él que su hija quiere dedicar su vida a la oración, le choca.
Y a ti, Miguel, si viene tu hijo adolescente y te dice, «Pues es que me quiero meter a cura…»
Yo intentaría tratar el asunto con pies de plomo, porque una situación como esta puede ser un conflicto que perviva en la familia durante tres meses, un año y quizás luego se disuelva o se olvide. Pero si durante el tiempo de conflicto, tú friccionas mucho, puedes tensar la cuerda con tu hijo, y se acaba rompiendo. Quizás dañas una relación para siempre.
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