Miguel Alcantud dirige Diamantes negros


Entrevista de Gustavo de las Heras
Fotografía cortesía de DYP

Muchos son los directores que se lanzan a las intranquilas aguas de la realización de dramas sociales, y pocos son los que salen indemnes. La habilidad de hacer que la historia hable por sí misma no la tienen muchos, pero Miguel Alcantud lo hace con facilidad y nos atrapa casi sin darnos cuenta en un viaje emocional que sabes dónde empieza, pero no dónde acaba. Diamantes negros es una declaración de intenciones. Pone cara a problemas invisibles para los ojos europeos, cada vez más ciegos. De sus experiencias vitales y sobre cómo lo hizo nos da cuenta a continuación.

El sueño de dos niños africanos de jugar al fútbol se convierte en su talón de Aquiles. ¿Cuál era su objetivo con Diamantes negros?
Yo estaba trabajando como cooperante en Malí y me enteré de que existía esta problemática y lo que más me sorprendió es que el tráfico de niños por el fútbol ha hecho que haya más de 20.000 menores tirados en las calles de Europa. No pueden volver a África y tampoco pueden jugar al fútbol. Me sorprendió que no se supiera casi nada de esto porque todo el dinero que mueve esa industria lo tapa. Mostrarlo fue el objetivo de la película.

Llegó al tema gracias a su colaboración con la Fundación Voces. Pero, ¿le gusta el fútbol?
Sí. No soy aficionado de bufanda, pero sigo los partidos. Precisamente porque me gusta me dio tanta rabia. Me gusta el deporte en general y que sea utilizado para explotar a niños y traficar con ellos va en contra de su espíritu.

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Amadou y Moussa son dos adolescentes que viven en Malí y hacen lo que dos adolescentes pueden hacer en Malí. Su pasión es el fútbol. Juegan después de echar una mano en casa porque la situación económica es mala. Ambos comparten el sueño de jugar en equipos europeos que para ellos lo representan todo. Llega a su pueblo un ojeador español que les promete cumplir sus sueños. Comienza así un viaje que les cambia la vida

¿Qué responsabilidad tienen los clubes?
Mucha, tanto por acción como por omisión. Hay una normativa clarísima de la FIFA que dice que no se puede contratar a menores fuera de Europa. Si nos fijamos en los equipos menores de los grandes clubes, descubrimos que alguien se está haciendo el loco. En África pagan dinerales por cruzar el estrecho en una patera y si viene un blanco con traje y le dice a tu familia que te va a convertir en una estrella… pues seguramente lo venderán todo por esa oportunidad.

¿Y qué opinas de las fichas de 90 millones de euros?
Supongo que son los precios de un mercado absurdo y desorbitado, pero que si alguien los paga es que algo saca. Esas cifras obscenas generan los engaños. Los ojeadores buscan un Messi, un Eto’o… un jugador que les haga ricos. Y mientras lo encuentran, sacan el dinero que roban a las familias.

¿Europa se ha olvidado de África?
Europa se acuerda mucho de África. Se acuerda de ella desde que existe. Antes sacaban oro y diamantes, ahora sacan futbolistas. Europa expolia África desde que tiene este nombre.

En la película hay actores que no son profesionales. ¿Cómo se planifica un film así? ¿Es difícil?
Mucho. En Malí no hay una industria. Buscamos actores de dieciocho años que parecieran más pequeños, y no había. Y nos los tuvimos que inventar y para ello hicimos un casting entre chicos que jugaran bien al fútbol y que reaccionaran bien ante la cámara. Una vez elegidos, el trabajo es distinto. No podía tirar de técnica y tenía que tirar de otras cosas. Y este proceso generó situaciones muy divertidas.

Ha contado con Willy Toledo y Carlos Bardem. ¿Quizás porque son los que menos se cortan denunciando?
Supongo que pesó más en ellos que en mí. La película se guía por una filosofía a la que ellos son afines, y quizás miraron mi proyecto con más benevolencia. Yo busqué actores que me dieran el perfil, no hice un casting de currículo político. Busqué actores, no militantes.

Willy Toledo, muy criticado por su implicación en asuntos sociales, ¿ha aportado ideas, reflexiones al film?
El guión existía cuando Willy llegó a la película. Es un pedazo de actor y eso es lo que ha aportado. Luego sí que hemos tenido discusiones políticas y supongo que los dos nos hemos enriquecido. Carlos y Willy tienen unas ideas opuestas a los personajes que interpretan y se trataba de dibujar un malo con matices. Sobre los personajes sí que hemos hablado mucho.

¿Busca que nos emocionemos o que reflexionemos?
Puedes dar el mejor mensaje del mundo, pero si la película es un aburrimiento el mensaje se pierde. Es verdad que estamos denunciando algo, es cierto que el drama es real, pero si hemos hecho una película de ficción es porque buscamos emocionar. Si solo hubiéramos buscado la denuncia, lo lógico hubiera sido lanzar un documental con muchos datos objetivos.

¿Da vértigo enfrentarse a una película y además de estas características?
Siempre me da vértigo empezar algo nuevo. Cada vez que empiezo con un proyecto nuevo, está la duda. Y con esa duda comienzo a buscar el lenguaje, la luz, el tono… es muy excitante. Siempre tengo un momento en el que se me quita el sueño ante la pregunta de si seré capaz de hacerlo.

Cambio de tercio… ¿Qué opina de lo que dijo Montoro sobre la calidad del cine y las cifras de espectadores?
Es un ministro que nada tiene que ver con la cultura. Es posible que Montoro sea un cinéfilo pero también puede que no haya visto una película en su vida. Es como si yo hablo de la calidad del fuet en general, o del aceite de oliva, o del vino. En la industria cinematográfica de cualquier país, España incluida, hay películas malas y regulares. Pero también las hay muy buenas. Y en el cine español hay películas excepcionales. Esas declaraciones son como mínimo desafortunadas.

Se señala como un problema la falta de una crítica interna…
Hace falta un diálogo y revisar el tema de la financiación, el papel de las televisiones, el de las subvenciones… hay que hablar del precio de las entradas, que es una salvajada. Las cosas están cambiando y parece que vamos muy por detrás de esa evolución. La gente no es malvada y por eso no entra a ver películas. Debemos descubrir por qué no entran. Si no encontramos respuestas, nos cargaremos la cultura, que es lo más importante que tenemos.

Terminamos con una pregunta agradable. ¿Qué les diría a los niños que sueñan con ser una estrella del fútbol?
Que a por ello. Lo más bonito del mundo es tener un sueño y lo mejor que podemos hacer es luchar para conseguirlo. Pero hay que tener los pies en el suelo, sabiendo quiénes somos, nuestras aptitudes y sin perder el norte nunca. Pero si tienes un sueño, hay que hacer lo imposible para conseguirlo.



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