Texto de BiPaul
Documentación facilitada por Enrique Larriba Pastora (CFE)
Fotografías de con licencia (cc) Arriba: Copenhague. Foto de Sergio Morchon (Dr. Jaus) www.flickr.com Abajo: Molinos de viento de Consuegra, Toledo, Banco de imágenes y sonidos es una iniciativa del Ministerio de Educación
Para realizar este reportaje hemos tenido la inestimable asesoría de Sandra Gómez Montilla, Xandra Cuesta Pérez, Sara Cob de las Heras y Cristian Salvador Peinado. Todos ellos son antiguos alumnos de las dos últimas promociones del Máster de en Eficiencia Energética y Gestión de Proyectos Energéticos que desde hace seis años ofrece la Compañía de Formación Empresarial (CFE).
Si hasta hace poco más de una década, hablar de ecología le situaba a uno en el apartado de los antisistema, en la actualidad son las corporaciones empresariales las que cuando pueden, sacan a relucir el tema de eficiencia energética. Esta ética nada tiene que ver con las predicciones apocalípticas que algunos hacían, sino con el bolsillo. Y es por ello que la profesión de «responsable en eficiencia energética» está en alza. Y a medida que los combustibles toquen techo, los precios suban y las leyes se endurezcan, más a cuenta saldrá crear este puesto en las empresas.
En el caso del ahorro energético está en alza algo que se ha venido a llamar «Responsabilidad Social Empresarial» y que por diversas cuestiones está de actualidad en los foros sociales, políticos y económicos. Sandra Gómez Motilla, que forma parte del equipo del Departamento de Calidad y Medio Ambiente de DHL Express, nos explica en qué consiste este concepto: «A menudo, observamos como las grandes empresas publican documentación a cerca del conjunto de sus prácticas, estrategias y sistemas de gestión empresarial, con el objeto de mejorar su organización y encontrar un equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental. La Responsabilidad Social Empresarial hace alusión a esto; busca conciliar el crecimiento y la competitividad empresarial, integrando al mismo tiempo el compromiso con el desarrollo social y la mejora del medio ambiente fruto de la creciente preocupación de la sociedad por estos temas; lo que desencadena que las empresas traten de abordarlos en profundidad, adquiriendo un compromiso permanente con todos los grupos de interés».
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POSIBLES PREGUNTAS FRECUENTES
«Los perfiles académicos más adecuados para realizar un máster de eficiencia energética son sobre todo perfiles técnicos, ya sean ingenieros, arquitectos, etcétera. Todavía la legislación no es clara en algunos aspectos, por lo que aunque en este perfil también puedan entrar otros titulados, como por ejemplo, licenciados en ciencias ambientales, todavía no se les reconoce legalmente para ciertos trabajos, como es la certificación energética de edificios. Por ese mismo motivo hay mucho intrusismo laboral y quedan ciertos aspectos por pulir. Esto puede resultar frustrante para expertos que aunque titulados, no pueden ejercer porque la ley se olvida de ellos a la hora de darles competencias».
«Una persona que realice funciones de mejora energética debe conocer muchos elementos diferentes de la empresa o edificio que desee mejorar, así como las leyes, normas y directivas a cumplir. Ha de unir todos estos elementos y generar potenciales Medidas de Ahorro Energético que ayuden a reducir el consumo energético, para que se produzca de una forma rentable y que se mantengan, o incluso se mejoren, los niveles de producción y confort»3 |
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Altos vuelos
El ahorro de las grandes empresas se produce por dos vías. Por un lado, a un consumo más eficiente, menos gasto y por otro lado, a mejor implementación de los procesos, menos multas a pagar a organismos públicos nacionales e internacionales. Es en este punto donde surge la polémica, dado que en función de la normativa, las entidades, o incluso los propios estados en lugar de invertir en I+D+i, se permiten lujos económicos con consecuencias medioambientales y sociales a medio y largo plazo. El caso más claro lo tenemos con el Protocolo de Kyoto, que permite a los estados comprar emisiones de CO2 a países menos industrializados. Cristian Salvador Peinado, del equipo del Departamento de Calidad de Tiendalista, está en contra de estas reglas de juego: «Si nos preguntamos para qué sirve que un país industrializado como España, compre derechos de emisión a un país en vías de desarrollo, la única respuesta posible es que solo sirve para que el país vendedor no pueda desarrollarse. No vale con comprar derechos de emisión a otros países para pasarles ‘el muerto’, lo que ese país tiene que hacer es invertir en I+D+i, creando nuevas formas de producción que consigan esa disminución. Con ello se conseguiría reducir las emisiones de contaminantes y los países estarían obligados a crear procesos productivos eficientes».
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UN NUEVO PARADIGMA ENERGÉTICO Xandra Cuesta Pérez, Técnico en el Dpto. de Prevención, Calidad y Medio Ambiente de la Asesoría ADHIR España es un país que ha basado su producción eléctrica en combustibles fósiles, principalmente en carbón y fuel. Por su parte, los carburantes también suelen proceder de combustibles fósiles. Este tipo de combustibles están de forma limitada en la naturaleza, por lo tanto, a medida que nos vayamos acercando a su techo, su precio irá en aumento. El hecho de que nuestra civilización se haya desarrollado y lo siga haciendo (el número de habitantes en el mundo aumenta y también lo hace el número de productos que necesitan de energía eléctrica para funcionar), puede suponer el colapso de la misma cuando esta fuente se agote. Por ese motivo, hay que desarrollar un nuevo paradigma. Para ello, existen otras alternativas en la producción de energía eléctrica, las energías renovables, que aunque todavía tienen que seguir evolucionando y lograr asentarse como una fuente de energía estable y segura, en el año 2012 aportaron al sistema eléctrico del país 2.363 MW (1.122 MW de eólica, 968 MW de termosolar y fotovoltaica, 192 MW de hidráulica y 81 MW de térmica renovable). Por su parte, la alternativa más sostenible a los carburantes, son los biocarburantes que proceden de la biomasa que es la materia orgánica procedente de cultivos energéticos y residuos agrícolas, forestales, industriales y urbanos |
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A ras del suelo
Las primeras en reaccionar fueron las grandes corporaciones. Es lógico dado que a más consumo energético, más gasto y por tanto, más capacidad de ahorro por cada decisión tomada. Sin embargo la tendencia se expande a las pymes, muchas de las cuales actúan de forma autodidacta con gestos simples como cambiar las bombillas. Pese a la buena voluntad, es necesario consultar a un experto, que ayuda a ahorrar y a cumplir la legislación para evitar posibles sanciones: «en un futuro próximo –nos comenta Sara Cob de las Heras, de Consultor Eficiencia Energética Industria– se pondrá en marcha el borrador de ley que están llevando a cabo en la UE, donde se obligará a todos a pasar por una auditoría energética cada cuatro años o a acogerse al sistema de gestión energética basado en la norma 50.001. Es por ello, que las empresas deberán elegir un camino».
Y aquí es cuando a los pequeños empresarios se les encoge el corazón ante la posibilidad de nuevo gasto. Sin embargo, Xandra Cuesta Pérez, Técnico en el Departamento de Prevención, Calidad y Medio Ambiente de la Asesoría ADHIR nos da una buena noticia: «dependiendo del tipo de empresa hay que buscar la opción más adecuada. Hoy en día hay muchas empresas que se dedican a la consultoría o asesoría de medio ambiente, por lo que el departamento de medio ambiente se puede externalizar, lo que supone un coste menor para las pymes».
Las pequeñas empresas denuncian la práctica inexistencia de incentivos para ponerse (o quitarse) las pilas. La concienciación, exigen, ha de producirse a todos los niveles dado que como explica Xandra Cuesta Pérez, «en el año 2012 en España había 3.191.416 pymes, es decir, un 99.88% del tejido empresarial español, siendo tan solo 3.794 las grandes empresas que hay en nuestro país. Por lo tanto –añade– está claro que si todas las pymes tuvieran una buena ética medioambiental seguramente repercutirían más en el medio ambiente que las grandes empresas».
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Una verdad incómoda:
Xandra Cuesta Pérez lo tiene muy claro. Aunque cueste dinero, todo lo relativo a mejorar la eficiencia energética solo se puede ver como inversión: «los resultados son cuantificables desde el punto de vista económico, ya que además de amortizar la inversión realizada en los equipos, se generará un ahorro en el consumo de energía y por lo tanto, un ahorro en el pago de la misma, que será mayor a medida que pase el tiempo, ya que el precio de la energía seguirá aumentando. Es complicado asegurar el porcentaje de ahorro ya que puede oscilar. La cuantificación ecológica se podría medir en emisiones de CO2 que también se traduce en un ahorro económico: dado que ni hay que comprar más derechos de emisiones, ni hay que pagar multas por infracciones ambientales».
Lo cierto es que lo consideremos gasto o inversión, antes o después, todos los agentes económicos –incluidos nosotros– deberán entrar al trapo. La idea es que no sea movidos por una cuestión económica, sino por pura ética… y estética, tal y como señala José Tebar, Director del Máster en Gestión, Consultoría y Auditoría de Sistemas Integrados de CFE: «la inversión en gestión ambiental no debe ser vista por parte de las empresas como un coste innecesario, son múltiples los beneficios derivados de hechos como reducción de costes por sanciones ambientales, minimización en la generación de residuos y racionalización energética, reducción de consumos o marketing en mejora de la imagen de la empresa entre otros».
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