Texto de R. Muñoz
Elena es griega. Su país, tal y como vemos en las noticias, está económicamente hundido. Para salvar la situación decide viajar a Frankfurt, una de las ciudades europeas más ricas. Está embarazada. En casa deja a su pareja. Tessa acaba de ser madre. Es una directiva de éxito y tiene que reincorporarse a su trabajo. Lucha por conciliar su vida personal y laboral. Contrata a Elena de niñera.
La relación entre Elena y Tessa no tiene un buen inicio, pero ambas se van adaptando a su nueva vida. Elena aprende a cuidar al bebé con ternura y Tessa a confiar en ella. Todo va bien hasta que Elena encuentra la sillita del bebé vacía. El niño desaparece. Y Elena huye. Tessa no duda en perseguirla. Viaja a Atenas y allí se encuentra con una realidad cruel que unge de cinismo incluso a los que como ciudadanos suponemos buenos. No hay piedad en Grecia para los ricos desamparados.
El estado del bienestar en el que viven quienes hablan de dramas sociales suele actuar como una muralla entre lo que llega a la gente y lo que sucede en la calle. Hay una cantidad ingente de documentos que se pasan de frenada y lejos de conmover, provocan repulsa en el gran público. Christian Zübert no se la juega y en lugar de plantear un film lacrimógeno nos arroja una historia agobiante atravesada por decenas de aristas sociales y políticas. Respira habla de mujeres, de conciliación laboral, de maternidad, de migraciones, de norte y de sur y de la desintegración económica de la Unión Europea y lo hace desde el frío e inquietante discurso de un thriller. Respira es el título. Conviene recordarlo.
La responsabilidad de convertir Respira en una buena película recae tanto en el director como en las actrices. Un simple gesto impostado de cualquiera de ellos hubiera llevado la historia al fracaso. Son muchos los temas tratados y todos muy crudos. Ese era el riesgo de afrontar un guión con aristas afiladas, pero Jordis Triebel –Tessa– y Chara Mata Giannatou –Elena en su primer papel para un largometraje– desarrollan las personalidades de sus personajes con dignidad y delicadeza. Prueba de ello es que Respira ha sido seleccionada y exhibida en prestigiosos festivales internacionales, meta complicada para un thriller por mucho corte social que tenga. Se vio por primera vez en la Sección Oficial del Festival Internacional de cine de Toronto y clausuró el Festival de Gijón.
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Cine magnético y traumático Respira entra dentro de la categoría de películas que vemos para sufrir. La historia está llena de joyas fílmicas que hurgan en miedos ancestrales y prometen hacernos pasar un rato traumático. En la cumbre encontraríamos La semilla del diablo de Roman Polanski, posiblemente la película más insoportable de la historia del cine. El polaco bajaba intensidad en Frenético, la película que convirtió la espera de la maleta en una experiencia inquietante. Sobre miedos y maternidades, en 1992 Curtis Hanson presentaba La mano que mece la cuna. Con herramientas psicológicas similares a las de Polanski, trabajó Darren Aronofsky. En 2010 hundía al público en la butaca con la genial Cisne negro. No son películas de terror, sino de pánico. Pensemos en El diablo sobre ruedas, la obra maestra low cost de un joven Steven Spielberg, en Calma total de Phillip Noyce o en El cabo del miedo de Martin Scorsese. Y en este apartado de películas geniales que no veríamos dos veces, también destacaremos la española ¿Quién puede matar a un niño? de Chicho Ibáñez Serrador. El pánico es difícil de gestionar, pero cuando el director atina y los actores se comportan, el resultado es una película extrañamente atractiva. |
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Este contenido en la edición impresa de febrero-marzo de 2016 de ExPERPENTO:
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