Salvando las distancias, una comedia de Nanette Burstein


Texto de Johari Gautier Carmona

El sexo es una droga altamente adictiva que, además de causar graves desordenes emocionales, también genera cambios imprevistos en la vida sentimental y profesional. Esta idea no es nueva.

Muchas novelas y películas han tratado este tema con más o menos profundidad aunque pocas lo han hecho con la ironía y la ternura de la película “Salvando las distancias”. En ella descubrimos a una joven estudiante de periodismo de paso por la gran ciudad de Nueva York que, tras relacionarse apasionadamente con un joven lugareño, teme perder su independencia y la voluntad de seguir con sus sueños profesionales. Nada mejor que la distancia para reordenar ciertas ideas e imponer las prioridades que uno considera oportunos.

No obstante, ahí surge el otro grave problema que puede generar el sexo: un amor intenso y recíproco, soñador y tierno, que amenaza con todos los mayores proyectos existenciales y, sobretodo, la independencia de cada miembro de la pareja. Así pues, de vuelta a su querida California, la protagonista trata de seguir con sus proyectos pero manteniendo un amor a distancia tan apasionado como desesperante. La ilusión deja paso al miedo a perderse. Más aún cuando las concesiones y los sacrificios pueden salir muy caros. Entonces uno se pregunta: ¿Cómo preservar el amor cuando el trabajo insta a separarse?

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