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Entrevista de Reyes Muñoz
Fotografías cortesía [c] MadAvenue
Dirigida por Àlex Lora, con guion de Alfonso Amador y Lluís Quílez
España, 2023
Con Babou Cham, Adam Nourou, Daniel Grao y Melina Matthews
La gran obra comenzó su estelar recorrido en Sundance, donde se llevó el premio del jurado. Un Forqué, un Goya, compitió para entrar en los Oscar…, son hitos fruto de un costoso trabajo de promoción, pero sobre todo, de un resultado cinematográfico impoluto. En veinte minutos, La gran obra, pone patas arriba ideas éticas que creías interiorizadas.
La trama nos sitúa en un centro de reciclaje. Una pareja bien, para ahorrarse la cola, da la tele que llevaban a reciclar a un hombre. Le proponen llevarse más cosas y los acompaña con su hijo a su casa. El thriller no está en la pantalla, está en tu cabeza.
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Puedes ver La gran obra aquí: https://vimeo.com/922928324/e836743b80
No sé si tú estás alucinando también con todo lo que está sucediendo con tu película. Te llevaste el premio del jurado en Sundance, un Forqué, has competido para entrar en los Oscar, te has llevado un Goya… Pero quizás todo empezó en Sundance, ¿no? Parece que tienen que venir de fuera a decirnos lo que tenemos.
Bueno, no lo sé. No sé si viene uno de la mano de lo otro, lo que sí que creo es que ganar en un festival de clase A ayuda a generar cierto interés por el cortometraje, al final se crea un efecto bola de nieve. Por otro lado es entendible, porque certámenes como Cannes, como Berlinale, Venecia, Sundance, South by South West… son festivales a los cuales llegan muchos cortometrajes, ¿no? Por ejemplo, a Sundance el año pasado, cuando entramos, llegaron más de doce mil y que seleccionen cincuenta y siete y que el nuestro resulte ganador… pues de repente, a nivel estadístico, sí que tiene una importancia. Decir «ostras, pues teníamos un 0,07 de posibilidades, ¿no?». Es a partir de ahí, que otros festivales, o la gente interesada en la industria del cortometraje, se fija, quiere saber más.
No es algo nuevo para ti. Es algo que ya has vivido. Odysseus Gambit ganó en Sundance, en Nueva York, por ejemplo… Pero hay algo que siempre dará vértigo, ¿no? La gran obra llegó a la fase final de los Oscar.
Lo que piensas es que sea lo que Dios quiera. Al final es que es algo que no controlas. Lo que sí que controlas es el proceso creativo, entre comillas, porque luego, cuando estás en el set, suceden cosas, durante el montaje, suceden cosas… siempre es un proceso cambiante.
En los Oscar no puedes hacer mucho más que desear que a los académicos lo vean, les guste, conecten con ello… Yo por mi parte he intentado dar visibilidad al cortometraje. Para mí sí que era muy importante hacer esa campaña. Porque mira, este año había ciento ochenta cortometrajes y como académico, me obligaban a ver treinta y dices: «¿Qué otro corto voy a ver ahora?», «ostras, pues voy a ver este que en Instagram he visto que ganó este otro festival», o «Veo este porque conocí al director en este evento». Yo vi unos noventa de los ciento ochenta, que me parecían muchísimos, pero igualmente no llegué a ver los ciento ochenta. Hice mi listado de quince para el shortlist y seguro que me he dejado algunos que eran muy buenos porque no he sabido nada de ellos. Por eso es tan importante que tu corto esté en el candelero, por eso era tan importante esta campaña.
Tu anterior película, Unicornios, es un largo de ficción. Odysseus Gambit es un corto documental. Ahora un corto de ficción. ¿Cómo manejas estas decisiones?
Para mí es cine, es igual. Es decir, la manera a la que me he acercado siempre a cualquier tipo de proyecto, ya sea un cortometraje documental, un cortometraje de ficción, un largometraje documental; es porque hay algo que me interesa y quiero explorarlo. Sobre todo, lo interesante es el proceso de trabajo y exploración. Lo que creo que te hace crecer como cineasta, como persona, es eso. Luego hay algo que va más allá: las relaciones que estableces, estéticamente o visualmente, cómo te quieres acercar a eso para explicar lo que crees que has aprendido o descubierto, ¿no? Son procesos que se dan en cualquier tipo de creación, no solo en la audiovisual. Hay algo incluso conceptual.
En el caso de La gran obra yo había ido a España a rodar. Mis hijos todavía tenían que acabar el año escolar, tenía tiempo. Mi mujer estaba deseando volverse a Estados Unidos, porque no habla el idioma y estaba un poco aislada. Que digo: «En ese tiempo, ¿qué hago?». Y bueno, surgió la posibilidad, primero de trabajar para Lluis Quilez, que estaba poniendo en funcionamiento Mano de hierro, y entré como uno de los tres editores, y luego sucedía que él estaba liado con ese proyecto y no podía hacer el cortometraje.
De alguna manera, también pensó que, por los otros trabajos que había hecho, a lo mejor pues tenía algo de coherencia con lo que él había escrito con Alfonso Amador, y me propuso dirigirlo. Así que así fue como sucedió. A partir de aquí, no pude estar de editor en la serie, y me tomé el cortometraje como un proyecto personal. que me apetecía hacer. Tenía el tiempo y lo pusimos en funcionamiento.
Pero que si hubiera sido un largo, un documental o cualquier otra cosa, me lo hubiera tomado igual. Y a mí me da igual que sea un corto, un largo, o un documental. No sé, no veo diferencia.
Unicornios
A ver, igual lo que te digo ahora es molesto. Si el orden entre Unicornios y La gran obra, hubiera sido a la inversa, quizás Unicornios tendría lo que se merece.
Bueno, es que Unicorns es una película complicada. Yo respeto mucho a la audiencia pero me parece que fue una película incomprendida…, o fallida en algunos aspectos. Yo la sigo queriendo. Es como con mis hijos, que los quiero todos igual. La quiero y la encuentro interesante en ciertos aspectos.
En el futuro habrá ocasión de revisar Unicornios, me parece.
Al final, mira, hay cosas que salen mejor, cosas que salen peor. Te sientes orgulloso de los procesos y luego la crítica y los premios son circunstanciales, ¿no? Yo siempre digo que no hay ni que desearlos ni que merecerlos. A veces sí que te duele un poquito, ¿no? Por ejemplo, este año teníamos el cortometraje galardonado en festivales, y no digo de ganar un Gaudí, pero, ¿por qué por qué no hemos estado nominados? Me hubiera gustado formar parte de la fiesta del cine catalán porque soy de allí. ¿No sucede? Pues bueno, no sucede, felicitas a los demás y sigues. También se lo merecen.
Y las críticas son subjetivas y si no entra la película, pues no entra. Intento no leerlas demasiado, porque sí que es cierto que algunas son personales y tienen mala hostia, y entonces dices: «Bueno, esto no sé si soy yo o eres tú». Cuando van a lo personal… Con Unicornios eran de «qué hace el director este, cuarentón y cishetero, hablando de la juventud». No sabes si soy cishetero, bisexual o gay; y cuarentón, pues sí, pues es lo que hay. Pero te ponen ahí, en el ojo del huracán y además con mala hostia. Lo mejor es pasar y decir, «Mira, la obra está ahí fuera y que cada uno haga lo que quiera con ella». Y ya está.
«Intentas poner en cada película un poco de tu persona, de tu alma: lo que tú has visto, lo que tú has percibido. Es algo que creo que es muy, muy difícil, ¿no?»
He estado viendo esta mañana Odysseus Gambit. ¡No sabía de su existencia! Pero creo que hablando de símbolos hay una conexión con La gran obra, ¿no?
Intentas poner en cada película un poco de tu persona, de tu alma: lo que tú has visto, lo que tú has percibido. Es algo que creo que es muy, muy difícil de evitar ¿no? A veces pienso que si algún día acabo haciendo películas de comer palomitas, por decirlo de alguna forma, todavía habría algo de eso ahí. Hay una coherencia, independientemente de que el tema ya estuviera dado por el guion. Yo creo que hay una conexión con El cuarto reino, con Unicornios, con La silla del padre… con otras películas que he hecho, ¿no? Siempre hay una parte de tu personita en todo aquello que haces.
En ese sentido, incluso a nivel de tema, la conexión clara es con El cuarto reino. Los personajes de Salif y Yousef, aunque es un centro de reciclaje en España, parecen salidos del centro de reciclaje de Brooklyn de El cuarto reino, con todos estos underdogs, estas personas que se han caído por culpa de las bisagras del sistema… Como puede ser… pues sí, el personaje de Odysseus Gambit, y estoy pensando también en los niños del orfanato de Parivara.
Son temas que a mí me interesan y tienen que ver con la incapacidad, con la discapacidad, con lo funcional… Soy una persona discapacitada y siempre hay algo que me conecta con eso. No quiere decir que solo tenga que hacer películas sobre discapacitados. Incluso en Unicornios… la locura a la que nos están llevando las redes sociales genera gente con incapacidades emocionales, ¿no? Que es algo que parece a priori bastante invisible, pero las consecuencias de lidiar con eso, uno mismo y los que te rodean, pues puede ser algo sobre lo que quizás debemos reflexionar. Y bueno, ese es mi acercamiento al cine, a los procesos que yo utilizo.
«Para mí el corto no deja de ser una partida de ajedrez, para ver si estoy equivocado o no estoy equivocado.».
El título, La gran obra, es muy bueno, tiene mucho significado. Me apunté uno alternativo, cuando me preparaba la entrevista. «Los miserables», porque quiénes son los miserables. ¿Cuál es el tema de La gran obra?
Tiene muchos temas. Yo no sabría decirte cuál es el tema central, cada uno lo toma a su manera, evidentemente. Hay un tema que es el racismo, hay un tema que es la lucha de clases, la imposibilidad de escalar en el sistema social. Luego también hay otro tema, que a mí me parece muy interesante, que son los prejuicios. También, ¿hasta qué punto cuando somos altruistas, lo que en verdad estamos haciendo es ayudarnos a nosotros mismos?
Lo de La gran obra, sobre todo en español, pues tiene esa polisemia de estoy haciendo una una gran obra por ayudar, o por ayudarme, o la gran obra es el cuadro. Incluso el sistema es una gran obra, perfectamente imperfecta, y es imposible escapar a estas diferencias económicas y sociales. Parece que el sistema esté pensado para perpetuarse en sí mismo, lo cual también lo convierte en una gran obra. Hay varios temas y cada cual, pues que encuentre las capas que quiera. En ese sentido me parece que el corto es interesante porque se puede escarbar un poquito.
A mí me ha sorprendido, no dónde me posiciona la película, sino dónde me he posicionado yo, como espectadora. Hay momentos en los que estoy más cerca de la parejita aún estando muy lejos de ellos. Y ayudan mucho la música, los sonidos, también te lo digo.
Sí, era uno de los objetivos: hacer que el espectador se convirtiera en el epicentro de la obra, ir más allá de los márgenes, incluso del cuadro, del cortometraje, para instalarlo en la cabeza del espectador.
No sé dónde lo escuché, pero vamos al cine a ver historias, a emocionarnos, a ver grandes estrellas, pero sobre todo vamos a vernos a nosotros mismos, y eso es lo que a mí me parece interesante, ¿no? Meter al espectador, o encontrar los mecanismos, ya sea a través de la planificación, de los silencios, de las actuaciones, de la música; para posicionar a la audiencia en ese lugar donde el cerebro intenta generar soluciones, avanzar jugadas en esa partida de ajedrez.
Para mí el corto no deja de ser una partida de ajedrez, para ver si estoy equivocado o no estoy equivocado. Es algo que nos crea una cierta gratificación, ¿no? Cuando el cerebro dice, «Bueno, seguramente suceda esto», y sucede, el público se siente recompensado. Piensa : «Mira qué listo que soy, los he pillado, ¿no?» Pero por otro lado puedes utilizar todos esos mecanismos para generar lo contrario, para decir, «Va a suceder esto» y luego haces un giro y dices: «pues sucede esto otro». Y como va también de los prejuicios, sitúas al espectador en ese lugar donde se siente sospechoso de él mismo, ¿no? «¿Soy racista o no soy racista?».
Es interesante y entiendo que tiene que ser así. Los prejuicios tienen que existir porque si no podríamos ser funcionales y al final no tenemos el tiempo suficiente para pensarlo y repensarlo todo, ¿no? Entonces el prejuicio simplifica la realidad a un mínimo común denominador. Es algo lícito y nos ayuda a movernos en un mundo que es complejo, pero precisamente porque es complejo deberíamos saber que el cerebro tiene su mecanismo de defensa, ser conscientes y abstraernos para realmente dedicarle tiempo a algunas cosas. Decir: «Bueno, a lo mejor no todo es blanco o negro, a lo mejor aquí hay un montón de grises».
El elenco: Babou Cham, Adam Nourou, Daniel Grao y Melina Matthews
Se me acaba el tiempo y quería preguntarte por los actores. A Daniel Grao y a Melina Matthews, los conocemos, son brutales. Pero nos descubres a Babou Cham y sobre todo a Adam Nourou. Adam Nourou, es una bestia, todo mirada. Y también, me gustaría que me dijeras cuanto tiempo te llevó el rodaje, porque el corto funciona como un reloj. Y por último, que me hablaras del poder de los silencios, y de las miradas. Con esto, creo, mi entrevista estaría resuelta (Risas).
Fueron cuatro días y nos lo tomamos todo con mucha calma. El tiempo era un tiempo de rodaje de largometraje, cada plano pues se tomaba su tiempo. Estaba todo muy planificado de antemano, porque Manel Aguado, el director de fotografía, y yo, nos pasamos un par de días antes por la casa, hicimos fotos de cada ángulo. Cada plano estaba medido. Quería tenerlo todo como un reloj, como el reloj Fisher de la partida de ajedrez, clac, clac, que son los tambores, ¿no?
Y bueno, los actores… Todo fue una cuestión de oportunidad. Tanto Melina como Daniel estaban trabajando en la serie, en Mano de hierro y tenían unos días libres, así que nos vino muy bien. En el caso de Melina yo estaba muy entusiasmado, porque sí que me apetecía meter en el cortometraje los idiomas del colonialismo, que al final le dan otra capa. Es una madre que le habla en inglés a su hijo y esto la posiciona en un lugar social, de clase rica: «es que quiero que mi hijo aprenda inglés ya desde el principio». Para mí tenía un mensaje dentro del cortometraje, ¿no? Melina, aparte de ser una bestia, pues claro, ella creció en Barcelona hablando español y catalán, pero con un padre galés y una madre francesa, así que habla cuatro idiomas desde pequeñita y no sé si hablará más. Y eso ayudaba en el mensaje de la dirección del cortometraje.
Luego con Adam, pues claro, a mí me enamoró en Adú, que es una peli maravillosa. Recuerdo ver los Goya aquel año, durante la pandemia. El chaval no pudo asistir, pero ganó. Es la primera persona de color que ha ganado un Goya al mejor actor revelación, ¿no? Cuando se dio la oportunidad pues le envié un mensaje a través de Instagram y le entusiasmó. Lo trajimos desde París, estuvo una semanita por Barcelona. Y con Babou quedé a tomar una limonada, nos entendimos muy bien, le gustaba el proyecto y nos pusimos adelante.
Y luego, lo que dices de silencios y demás, pues es algo que para mí era muy interesante y es algo que hago en todas las ficciones. En un cortometraje no hay mucho tiempo para hacer tomas, a lo mejor haces cuatro, cinco, si tienes suerte, ¿no? Tampoco hay tanto presupuesto, y normalmente, cuando haces dos o tres tomas, van a ser muy parecidas.
Yo lo que hago es sacrificar una y hago una toma silente, porque como soy de defecto montador, a veces sí que me las veía cuando editaba pelis, de decir, «ahora necesito un contraplano», y tienes el contraplano pisado por diálogos. Tienes que pillar una pequeña pausita entre los diálogos y tal para poner un plano de de miradas o lo que sea. Entonces creo que a mí como montador me sirve, pero además también me sirve para dar gasolina a los actores y que ellos exploren otras otras vías: «¿cómo puedo comunicar esto si el director me está pidiendo que lo comunique sin palabras?». Ellos mismos investigan y encuentran maneras para decir las cosas de otro modo.
Y luego también me sirve a nivel de guion, claro, al final pues pues un guion no deja de ser una propuesta. Es como el que tiene una hipótesis. Y la hipótesis la coges, te la llevas al laboratorio, haces tus experimentos y la refutas o la confirmas. Entonces a mí estar en los ensayos y tirar estas tomas silentes me sirve para confirmar o rechazar ciertas cosas que están sobreguionizadas. Hemos puesto esto ahí, pero una mirada lo resuelve todo, un silencio lo resuelve todo, o un gesto lo resuelve todo, ¿no? Son cosas que en la escritura son difíciles de imaginar, ¿no? Incluso crear esas acotaciones y anotaciones pueden coartar al actor. «Ahora gira y pestañea y va a hacer una respiración profunda». Dejémoslas para el laboratorio y en el rodaje es donde las tenemos que encontrar. Es ahí, para mí, donde se hace la película.
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