«La ciencia en la literatura» de Xavier Duran


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Entrevista de Reyes Muñoz
Fotografía cortesía de Edicions de la Universitat de Barcelona (Detalle de la cubierta del libro)

«La ciencia en la literatura» ganó recientemente el Premio Nacional de Edición Universitaria como mejor obra de divulgación científica y nosotros sabemos por qué. A través de decenas de referencias puramente literarias, el autor nos explica la historia de todas las ciencias, desde el siglo VIII a.C. hasta la actualidad.
Con estas credenciales, descritas en el resumen de la cubierta, es capaz de espantar al 90% de sus posibles lectores. Y sin embargo, nosotros nos lo hemos leído y estamos fascinados: resulta interesante, amable, divertido, intenso y reflexivo, y todo ello, lo consigue con una prosa de precisión científica que se desliza por las páginas sin ruido.
Ante tal descubrimiento, hemos hablado con su autor, Xavier Duran, licenciado en Ciencias Químicas y doctor en Ciencias de la Comunicación. En el dorso del volumen dice que sirve para acercarse a la ciencia con una nueva perspectiva. Y añadimos: es el libro de un científico que te enseña a leer de una manera distinta.

¿De dónde parte la idea de contar la ciencia a través de la literatura?
Hace algo más de 30 años leí en un libro de historia de la química una referencia a la novela Las afinidades electivas, de Goethe. El autor alemán aprovechaba este concepto vigente entonces —que los compuestos se forman o se destruyen por afinidad entre sus componentes o con otros nuevos que aparecen— para aplicarlo metafóricamente a las relaciones humanas. Pensé que era curioso y empecé a buscar referencias científicas en la literatura. Pensaba que habría pocas, pero a medida que profundizas en el tema ves que se trata de un filón inagotable.

El libro abarca desde Homero hasta nuestros días. ¿La investigación ha sido para el libro o es una recopilación que has ido haciendo a lo largo de tu vida?
Durante muchos años leí tomando notas y subrayando, busqué bibliografía, leí muchas críticas literarias para encontrar posibles referencias… Escribí muchos artículos sobre el tema. También he dado conferencias y algún curso. En cierto momento pensé que valía la pena poner un poco de orden y escribir un libro. Y esto me obligó no sólo a ordenar el material que tenía, publicado o no, sino también a profundizar en algunos temas, autores y épocas. Con interrupciones, el redactado final es un trabajo de unos dos años.

Probablemente, antes de escribir su novela, Mary Shelley se hizo preguntas como las que hoy nos hacemos. Pero cuando estás inmerso en una época de cambio, no ves claro el camino y tienes miedo del lugar a donde vas a ir a parar.

Hay una especie de lucha de licántropos contra vampiros, utopía y distopía. Hay escritores que incluyen doctores o científicos para ridiculizarlos y otros para enaltecerlos, otros para advertirnos… Letras contra las ciencias. Pensaba que actualmente ganaba la ciencia, pero ya no lo tengo tan claro… ¿En qué momento histórico estamos según nuestra literatura?
Veo más preocupación y desorientación que elogios. Nos falta perspectiva, pero creo que es algo que ha pasado en otras épocas. Las máquinas de vapor o el ferrocarril o el telégrafo causaban sensación, pero se temía por el impacto que tendrían. Proust mostró personajes que tenían miedo de hablar por teléfono, sin ver a un interlocutor que se hallaba a muchos kilómetros de distancia. Y el automóvil fue un signo de libertad y una máquina diabólica. Ahora estoy leyendo Frankissstein, de Jeanete Winterson. Alterna la historia de la gestación de Frankenstein con otra situada en la actualidad que muestra proyectos de robots sexuales e intentos de acabar con la mortalidad. Probablemente, antes de escribir su novela, Mary Shelley se hizo preguntas como las que hoy nos hacemos. Pero cuando estás inmerso en una época de cambio, no ves claro el camino y tienes miedo del lugar a donde vas a ir a parar. Tampoco aparecen en las novelas tantos “científicos locos” que realizan investigaciones muy arriesgadas. Por otra parte, quizá encuentro a faltar más novelas como las de McEwan, Ishiguro o Powers que reflexionen sobre temas más próximos de forma más realista. Posibles argumentos hay muchos.

Es un libro entretenido, nada arisco. Y se percibe ciencia en la forma de observar la literatura, de exponer las tesis y mostrar conclusiones… ¿Cual es tu esposa y cual es tu amante? Siguiendo la cita de Chejov de la introducción.
Mi esposa es la ciencia, como químico de formación, periodista científico de profesión y por interés personal. Pero mi amante es la literatura y me apasiona. Chejov iba de una a otra. Yo creo que además de hacer esto se puede pasear dando la mano a las dos. Es muy enriquecedor. No solo no tienen celos una de otra, sino que intercambian opiniones e incluso colaboran. Y eso abre la mente hacia nuevos horizontes.

«La naturaleza nos protege de la ciencia como una madre arranca un arma peligrosa de las armas de su hijo», esta frase es de Rousseau, pero por lo que vemos en tu libro, la podría haber recitado Unamuno, hombre racional por excelencia. ¿A qué crees que se debe ese miedo o desconfianza en la ciencia?
Por una parte, a lo que comentaba antes: al temor del desconocimiento sobre cómo acabará la historia. Hoy sabemos que el ferrocarril fue un gran invento, pese a que haya tenido su parte negativa con accidentes trágicos o explotación laboral en la construcción de algunas líneas. Pero en aquel momento, lo que veían algunos era simplemente una máquina temible que echaba humo y viajaba a una velocidad endiablada. ¿Qué tipos de humanos seremos —o serán— en la segunda mitad del siglo? ¿Nos habrán substituido las máquinas? ¿Se habrá descontrolado del todo el calentamiento global? En su momento, Unamuno y otros debían considerar que se iba demasiado lejos o demasiado rápido, sin saber hacia dónde. Por otra parte, existe un componente ideológico e incluso religioso. La sociedad tradicional se veía amenazada por la sociedad moderna. Por eso autores como Azorín describen la ciudad con todos los defectos posibles, como un lugar peligroso, alocado. En 1901, en Diario de un enfermo, escribe sobre “trenes que chocan y descarrilan, tranvías eléctricos, prematuros tranvías que atropellan y ensordecen con sus campanilleos y rugidos, hilos eléctricos que caen y súbitamente matan, coches que cruzan en todas direcciones…” Ven que se acaba un mundo y que entran en otro que no encaja en sus convicciones y que ya no pueden controlar.

He sonreído con tu libro en varias ocasiones. Al leer que los médicos «curaban» basándose en los astros, o que cuando vivía o moría alguien era porque Dios quería… Quizás dentro de cinco siglos, alguien sonría al leer sobre nuestra ciencia en alguna novela… Tu viaje por la historia de la ciencia, nos hace ¿muy intrascendentes o muy trascendentes?
Las supersticiones o manías no desaparecen de golpe. Por eso algunos médicos de la Edad Moderna tenían que hacer algo de comedia. A cada lector, la lectura le provocará sensaciones distintas. Quizá cuanto más reflexionas, en cualquier campo de la cultura o del pensamiento, ves que el ser humano es menos elevado de lo que se cree a menudo. Pero también debe ser algo excepcional. ¿Cómo, si no, habría construido una sociedad tan compleja? Más allá de la realidad palpable o de lo que podamos prever, está la convicción de cada uno. En definitiva, la trascendencia es algo muy intimo.

He leído algunos de los libros a los que haces referencia y nunca me había fijado en que ahí hay un evento científico de fondo, como por ejemplo, en Frankenstein. En toda época, la moral ha frenado la ciencia, y al final ha ganado la ciencia. Ahora nos ponemos corazones de gente que ha fallecido, por ejemplo. ¿El papel de la literatura para la ciencia ha sido más positivo o negativo? ¿O la literatura solo es el testigo de su época?
Ha habido de todo. Yo creo que ha sido más bien positiva, porque ha servido para divulgar conocimientos de manera didáctica, para exponer cambios tecnológicos, para dar gritos de alerta, para ayudar a reflexionar, para promover el interés… Todo literato, aunque quiera mantenerse anclado en los clásicos o desee simplemente componer literatura sin preocuparse de ningún mensaje, está inmerso en una época. Más aislado o menos, no puede abstraerse del todo. Creo que muchos escritores escogieron ser testigos de su época o de la inmediatamente anterior y otros se basaron en su época para extrapolar y crear un futuro más o menos posible. Frankenstein —otra vez lo cito, pero es que tiene tantas lecturas…— nos enseña que hay que aprender a dar media vuelta cuando es necesario. Claro que Carl Djerassi, el padre de la píldora anticonceptiva y también escritor, dice algo distinto. Algo así como que debemos detenernos antes de chocar contra la pared, pero que no sabemos cuán lejos o cerca estamos de esta pared. La literatura ayuda a la reflexión y esto siempre es necesario. En cuanto a la moral, es imprescindible. Pero recordemos que tanto ética como moral, etimológicamente significan “costumbre”. Y las costumbres y lo que es aceptable cambia en cada época.

El Quijote por leer mucho, se volvió loco. Hay mucho científico quijote en la literatura, que de tanto investigar, deshumaniza al hombre. Pero no es gratuito: Inventamos la bomba nuclear o la medicina fue la ciencia asesina en la Alemania nazi. Eso en la literatura se refleja en las utopías, las antiutopías y en las distopías, ¿no?
No me gustan los científicos que simplemente investigan y dicen que las consecuencias no son cosa suya. Tampoco podemos decir que sea exclusivamente responsabilidad del científico. La sociedad debe escoger y debe hacer presión en la dirección que crea correcta —y para ello debe tener unos mínimos conocimientos y criterios. En todo caso, el científico tiene unas obligaciones y, por suerte, aunque sea lentamente, aparecen grupos conscientes de ello, como los que investigan sobre ética de la inteligencia artificial —la bioética surgió hace mucho más tiempo. Y como en todo, debemos mantener el equilibrio y escuchar al otro. No podemos ser como algunos científicos que Thomas Pynchon presenta en V, preocupados únicamente por el presupuesto que les permita investigar sin problemas. Pero tampoco como el Elie Naphta de La montaña mágica, intransigente y totalmente cerrado a comprender la ciencia.

Huxley pertenecía a una familia de científicos eminentes y no fue médico por problemas de visión. Pero conocía a fondo estos temas. Orwell era clarividente y tenía una cultura amplísima. Lo que les da un gran valor no es sólo su categoría como escritores, sino también su capacidad para explorar terrenos desconocidos y dibujar futuros verosímiles.

Uno de los autores con más referencias, después de Newton, es Huxley. Y al final no tengo muy clara la posición de Huxley con respecto a la ciencia… Pero creo que tú, en esa guerra entre seguidores de Orwell y Huxley, estás con Huxley. ¿O me equivoco? Los dos fueron muy clarividentes…
Siempre he creído que la sociedad va hacia una mezcla de las dos distopías. Tenemos el big data y todo lo que saben de nosotros gracias a —o por culpa de— Internet, las redes sociales y las cámaras de vigilancia. Pero también avanzamos, no de forma siempre correcta, en genética. ¿Vamos a crear personas con características determinados gracias a la genética? ¿Podemos aceptar que una aseguradora excluya a una persona porque tiene un gen que a partir de los 60 años le puede provocar cierta enfermedad con un 70% de probabilidad? ¿Y entonces, dejamos que estas personas se queden sin cobertura o las ponemos a cargo del estado? ¿Dedicamos la ingeniería genética a curar o evitar enfermedades graves o a seleccionar personas más inteligentes y fuertes? ¿Y dejamos que esto genere dos capas sociales totalmente diferenciadas, según si se tienen los medios para pagarlo o no? Esto es o que Orwell y Huxley nos ayudan a debatir. Huxley pertenecía a una familia de científicos eminentes y no fue médico por problemas de visión. Pero conocía a fondo estos temas. Orwell era clarividente y tenía una cultura amplísima. Lo que les da un gran valor no es sólo su categoría como escritores, sino también su capacidad para explorar terrenos desconocidos y dibujar futuros verosímiles.

Te pregunte lo que te pregunte, me quedarán muchas cosas en el tintero, como la relación entre la revolución industrial y la literatura social y la percepción de la máquina como enemiga del hombre, o como la industrialización de las ciudades resulta muy atractiva para algunos literatos al tiempo que desemboca en el decadentismo… He leído mucho de ese momento histórico, y no he sabido ver lo que tú ves. ¿Deberíamos aprender a leer literatura con un espíritu científico?
Una de las cosas buenas de la literatura es que cada lector puede valorar cosas distintas. Unos se centrarán en la trama, otros se fijarán en la construcción de los personajes, en el entramado de la historia, en el lenguaje… Unas obras nos ilustran sobre momentos históricos, otras sobre corrientes filosóficas o artísticas, sobre ideologías…
Yo intento valorar cosas muy distintas, pero me fijo en la visión que un autor ofrece de la ciencia o en si usa términos científicos para construir metáforas. No digo que en todas las obras existan estas referencias o interpretaciones. Y tampoco que sea obligatorio fijarse en ellas, aunque si estamos preocupados por la evolución de la sociedad el debate científico es imprescindible. Lo que me sabe mal es que se olvide la importancia que la ciencia tuvo para muchos grandes autores y se dejen de lado sus aportaciones en este campo.
He leído largos ensayos sobre Balzac que no comentan siquiera algunas de las referencias científicas de sus obras. Él, que dedicó la primera novela de La comedia humana al naturalista Geoffroy Saint-Hilaire, con el deseo explícito de hacer en psicología humana lo mismo que éste había hecho en biología. También me sorprendió que en una ocasión alguien me dijera que no se había fijado en que Middlemarch, de George Eliot, tenía tantas referencias médicas. Creo que el personaje de Lydgate es extraordinariamente ilustrativo de cierta época de la medicina. En 2020 se conmemorará el centenario de la muerte de Pérez Galdós. ¿Recordaremos a un darwinista como Pepe Rey, enfrentado al conservadurismo de su entorno? ¿Obviaremos Amor y ciencia? No es obligatorio leer literatura con espíritu científico. Pero hacerlo resulta mucho más enriquecedor, tanto para el lector como para la sociedad en general.


La ciencia en la literatura aparece en la edición de ExPERPENTO diciembre 2019 – enero 2020.
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