OXFORD


Texto de Galo Martín
Fotografías de SIMON HO (www.simonho.org)

Son muchas las personas que no han estado en Nueva York, sin embargo ¿cuántas hablan de ella como si la conociesen? Quizás, la culpa sea de Woody Allen, gracias. Pensar en Oxford es imaginarse una ciudad complutense, cuando no se ha tenido el placer de descubrirla. Es eso y mucho más. La tradición ligada a la misma la convierte en una ciudad distante, en cambio, una vez dentro de ella te atrapa. Sus contrastes, fruto de la mezcla de historia, de cultura, de belleza, de juventud y de genialidad hacen de Oxford una ciudad excéntrica.

Buscar la Universidad en la ciudad de las agujas de ensueño es como buscar rascacielos en Nueva York: está en todas partes. Los más de treinta College (Magdalen, Corpus Christi, Christ Church, Trinity, etc.), repartidos por toda la ciudad, constituyen tan digna institución. Joyas arquitectónicas que esconden tesoros en forma de patios, donde el silencio reinante es un placer para los oídos y jardines, cuidados con sutil delicadeza, donde no es extraño ver jugar a los jóvenes a rugby y al cricket, una estampa muy británica.

La sobriedad es la pieza maestra que forma el puzzle de la academia hecha ciudad. De la mano de una gran solemnidad, la belleza que se contempla es intelectual. Sin duda, podría decirse que Oxford es una ciudad de rivalidades irreconciliables. Pueblo vs Academia y Ciencia vs Religión. Todo lo que ocurre tiene un porqué y la fe queda minimizada en las majestuosas bibliotecas repletas de libros, obra de lo grandes pensadores de todos los tiempos.

El misterio que emana de Oxford, el secretismo que encierra, sin duda, inspiró a John Le Carré en sus novelas. El turista, bajo la atenta mirada de las gárgolas que rematan la arquitectura gótica que caracteriza a la ciudad, no puede evitar sentirse vigilado. Una mirada desconfiada hacia atrás y corre el riesgo de ser atropellado por un estudiante borracho en bicicleta, el mayor de los peligros en Oxford. Ya se sabe, si bebes no conduzcas, pero ¿y si vas en la bicicleta con unas pintas de más? El reducido tamaño de la ciudad, el sentido cívico de sus habitantes, hacen de la bicicleta el medio de transporte más popular. En cambio, la cerveza es una razón de estado que el mismísimo Maquiavelo firmaría.

Nubes que filtran los rayos del sol tiñen de gris la ciudad. El color miel de la piedra de sus más emblemáticos edificios (Ashmolean Museum, Bodleian Library, Radcliffe Camera, Carfax Tower, Sheldomian Theathre, donde tiene lugar la inauguración y clausura del curso académico, ceremonia que se celebra en latín. La tradición debe ser respetada.), dota de personalidad a una de las dos ciudades más sabias de Inglaterra, la otra es Cambridge. Ambas miden más que su honor, cuando la prima-vera asoma, en la denominada boat race, a orillas del río británico por excelencia, el Támesis.

Los estudiantes son los que más giros de cuello provocan entre los turistas. De aquí, de allá, de todas partes vienen atraídos por cantos de sirena en forma de conocimientos infinitos. También es una manera de diferenciarse del resto, de recordar que este mundo aún está dividido en clases. Y, por qué no, por averiguar el significado de la flema británica. Clinton fue más allá y descubrió que María es más que la Virgen, en el pub Turf Tavern. Hijos de las mejores familias británicas y del resto del mundo configuran un crisol de culturas y fortunas. ¿Cuál será el secreto del Brown´s Café, cuando la intelectualidad del futuro son sus mejores clientes?

Estudiar en Oxford es tan inglés, que hasta sus alumnos tienen su lugar predilecto desde donde lanzarse al vacío (la torre de la iglesia de Santa María) y encontrarse con quien los ateos niegan su existencia. Sueños rotos, miedo a reconocer el fracaso académico a unos padres exigentes, el desengaño del amor, etc., empujan a realizar este acto. Para unos romántico, para otros cobarde.

La ciudad cuenta con una población mayoritariamente joven, lo que le proporciona vitalidad, pero también cierta inestabilidad. Un universitario es como un barco sin rumbo, su destino es la deriva, aunque a un estudiante de Oxford siempre se le presenta un horizonte al alcance de muy pocos. Así, es mucha la presión a la que deben hacer frente los alumnos, sin olvidar que, por encima de todo, son personas. Esa juventud, con ansias de vivir, de descubrir, se mezcla con la sabiduría de los profesores que allí imparten su clases magistrales y resulta una esquizofrenia colectiva que debe merecer la pena experimentar, al menos una vez en la vida. No basta con vestir una de esas sudaderas con capucha, en las que se puede leer en el pecho Oxford University, que pueden comprarse en las tiendas que pueblan Cornmarket Street, para sentirse estudiante de Oxford de pleno derecho. Sin duda, sí puede ser un interesa-te y a la par manido regalo para esa persona que siempre espera nuestro regreso. Viajar es acordarse del otro.

Inspiración, trabajo y Oxford son la clave del éxito de El Señor de los Anillos (J. R. R. Tolkien), entre pinta y pinta en el Eagle and Child y de Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll), entre otras obras. Quizás, por la cultura que se respira en sus calles y en sus pubs son tantas las grandes obras que allí han nacido.

Imbuido de ese mismo ambiente de fusión entre cultura, tradición, belleza y juventud surgió Radiohead, de la mano de Tom Yorke. Y es que en Oxford tienen cabida todas las manifestaciones artísticas, incluida la música de estos excéntricos chicos que, como no podía ser de otra manera, también estudiaron aquí. Al contrario que otros, en su horizonte no se veía el número 10 de Downing Street (residencia oficial del Primer Ministro británico).

Estudiar en la Universidad de Oxford es garantía de éxito, a nivel profesional y personal. No existe una meta concreta, no hay un fin predeterminado para sus estudiantes, sí muchas puertas esperando a ser abiertas, por aquellos con ansias de descubrir. Oxford es una manera de entender la vida.

Si alguna vez decide ir a conocer esta ciudad en forma de cuna de hombres notables, sea sabio y meta en su maleta un chubasquero o un paraguas (cada uno de estos dos elementos representa a un tipo de viajero, usted sabrá con cuál identificarse), no puede obviar el hecho de que Oxford está en la eterna húmeda Inglaterra y que la lluvia es constante, como la gente en los pubs bebiendo cerveza. Además, descubrir Oxford bajo la lluvia será siempre más real y siempre podrá refugiarse bajo el puente acristalado de Hertford, similar al Puente de los Suspiros de Venecia, pero sin tanta gente.

I might be wrong, nunca debería desvelarse el secreto de Oxford.

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