Texto de Daniel Vázquez González
Hablar ahora de Rosario Tijeras supone saber (o no) que es una película basada en un best-seller del mismo título cuyo creador es Jorge Franco. La novela, de origen colombiano, ha sido traducida a idiomas como el inglés, francés, griego, italiano, holandés, polaco, coreano y japonés. Ahí es nada. Rosario Tijeras levantaba pasiones en su versión literaria.
ENTREVISTA CON UNAX UGALDE
Para muchos, Rosario Tijeras es una mujer fatal; para otros, es la respuesta a aquella pregunta que planteaba Griffith en los orígenes del cine en el siglo XX para elegir una estrella de Hollywood: ¿Emana de ella la imagen sugestiva de una heroína idealizada de la vida? Rosario Tijeras es la muchacha-sicario que llega a la gran pantalla de la mano de Emilio Maillé en un escenario de violencia en pleno Medellín en los años 80, donde no se cumple precisamente el triángulo de sexo, drogas y rock&roll, sino el triángulo amoroso entre Rosario, Antonio y Emilio. La relación que estos tres mantendrán tendrá un desenlace que se intuye desde el principio: un final trágico.
Rosario se relaciona con estos dos individuos pero sólo le entrega su amor a uno: Antonio. Él será el que se preocupe por el destino de esta mujer de armas tomar, que fue abusada, a la que le fue negado todo y que ahora se quiere tomar la venganza, pero que no acaba como desearía.
El largometraje cuenta con el apoyo del público colombiano, que acudió entusiasmado a las salas de cine para ver una buena historia contada por gente de allí. Y por lo visto, hasta el autor de la novela salió satisfecho de la proyección. Rosario Tijeras consigue mantener al espectador atento, que siente en su propia piel esta historia de una mujer que bebe los vientos y que se venga de todo lo que le fue arrebatado.