RUTH ZABALZA


Cuando hace doce años conocí a Ruth en un autobús recuerdo que pensé “tiene la mirada dulce”. Lo que no sabía era hasta qué punto. Lo de la fotografía era un secreto entre ella y sus modelos, quizás porque decidir que uno es artista es un acto pretencioso y Ruth de eso no peca. Cuando me lo contó fue una sorpresa y cuando vi su trabajo me quedé helada…

¿Desde cuándo te dedicas a la fotografía?
Gané mi primer concurso de fotografía a los 11 o 12 años. Pero ya antes cogía la cámara de mi padre. Él fue quien me metió el gusanillo de la imagen por vena. Recuerdo cómo me enseñó a amar la luz y a jugar a hacer encuadres de los paisajes con las manos. En primero de carrera conseguí mi primer trabajo como fotógrafa: hacía fotos para una ONG y ayudaba a los alumnos de mi universidad con las dudas de laboratorio. Ahí el gusanillo estaba definitivamente metido en mi cuerpo y mente.

Formación… ¿Reglada o autodidacta?
Primero, autodidacta. Después necesité formarme. Yo creo que a los fotógrafos nunca se nos acaban la curiosidad y las ganas de aprender, y cuanto más aprendes, más quieres. Es un círculo vicioso.

¿Qué te sirve de inspiración?
Cualquier cosa que entre por el ojo: exposiciones —no necesariamente de fotografía — la arqui-tectura, los paisajes… pero sobre todo la gente. Las personas son una fuente inagotable de gestos, emociones, movimientos, miradas… Cada uno de nosotros tiene algo que enseñar y a mí me gusta estar ahí para retratar todo eso.

Artista de oficio… ¿sale a cuenta?
Ufff… ¡qué difícil! Por desgracia el círculo es muy cerrado. A menudo nos vemos obligados a recurrir a encargos concretos y dejamos de lado nuestros proyectos personales y más queridos. En mi caso, compagino la fotografía con la televisión, mucho más rentable.

Deseos, ambiciones, proyectos…
Quisiera conocer cada país del mundo y cada arruga de la gente que me rodea para plasmarlo en fotografías. Tengo dos proyectos entre manos pero permitidme que no cuente nada… soy un poco supersticiosa.

¿Cómo es tu trabajo?
Aparte de mis proyectos personales, hago muchas bodas y sesiones familiares. Parece que es un trabajo de segunda categoría y sin embargo creo que, si se sabe hacer, condensa toda la belleza y todas las dificultades de la buena fotografía. Mis reportajes se basan en el fotoperiodismo pero con una base creativa. Son como películas donde priman los gestos irrepetibles. Me encanta que las parejas que me llaman para fotografiar el día de su boda o el embarazo o los primeros pasos de su bebé disfruten al ver el álbum con el paso del tiempo. Me parece todo un honor que mi mirada se convierta en el recuerdo de sus hijos y sus nietos.

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