Buitrago del Lozoya está situado en el kilómetro 75 de la autovía de Burgos, en el corazón de la Sierra Norte y a 975 metros de altitud. Rodeado por el río Lozoya, conserva las características de los ecosistemas tradicionales del Guadarrama y Somosierra.
Del ruido al silencio. De la histeria a la calma. Llegamos a Buitrago del Lozoya y el tiempo se congela. El reloj de la Plaza de la Constitución sabio. Eternamente las siete menos veinte. Nos rendimos en una terraza, sol, con el inmutable sonido de la fuente, que se convierte en banda sonora de un día distinto. Buitrago tiene mucho que enseñar, y nosotros mucho que aprender de Buitrago, de su gente, pasada y presente, de los moros y los cristianos, de los rostros en paz. Con razón se queja Rocío García, técnico de Turismo de la localidad «aunque nuestro pueblo es importante, la gente no lo conoce».
No sólo se para el tiempo. Parece que retrocede a épocas remotas en las que las villas precisaban de defensas para no ser invadidas. Buitrago cuenta con dos, el río, que lo rodea casi por completo convirtiéndose en foso natural y la muralla, nacida de la mano del hombre «se dice que la construyeron los árabes, y que fue restaurada en varias ocasiones hasta el siglo XV» – señala Rocío, a lo que añade – «Buitrago es el único pueblo de la Comunidad de Madrid que conserva casi íntegro su antiguo recinto amurallado. Éste cumple las características propias de las fortalezas musulmanas.». También impresiona el alcázar, en el que, como soldados gigantes, vigilan cinco torres de piedra deforme. La más cercana al río tiene planta pentagonal, «se construyó sobre el antiguo muro árabe y es la que tiene más rasgos arábicos, como sus ventanales de herradura». Caminamos pegados a la muralla, y el murmullo del agua siempre está presente. Vemos los tres puentes, uno tras otro, como una metáfora de los tiempos «en las visitas ofrecemos un conocimiento de Buitrago a través de los puentes – comenta Rocío – el más antiguo es del siglo XIV, el siguiente es la antigua carretera y el nuevo es la nacional». Se acaba la muralla y subimos una escalera imposible. A través de un pequeño arco accedemos a la plaza donde se asienta la Iglesia de Santa María del Castillo, la única que queda en Buitrago. Y otro arco, abierto en la piedra formando un recodo, nos lleva de nuevo a la plaza de la Constitución, donde nos dejaremos engañar por el tiempo y el reloj de la torre, que impertérrito marca las siete menos veinte.
MUSEO PICASSO
Sólo hay en España cuatro museos dedicados a Picasso y extraña descubrir que uno de ellos está en Buitrago del Lozoya. «Es pequeño, pero muy interesante, porque todo lo que tenemos son originales que el pintor regaló a su peluquero y gran amigo Eugenio Arias, natural de Buitrago» nos cuenta el encargado de la sala, Julián Hilario Alonso. Con un tono de voz envolvente y una modestia que denota su pasión por la colección, nos explica cada una de las obras, «este es el único pirograbado que se conoce de Picasso» dice señalando un plumier de madera «Arias iba a su casa a cortarle el pelo y llevaba sus utensilios en él. Un día Picasso se lo quedó y se lo grabó al fuego con escenas taurinas». Se ve que ambos amaban la fiesta y que mientras hablaban de una corrida el malagueño pintaba las escenas en trozos de cartón, en papeles de envolver, en ladrillos… y se los dedicaba a su amigo. Así, en una curiosa lámina leemos «Te mando querido Eugenio, un plato de toritos fritos para que se los coma Currito en el día de su santo». Hombres barbudos, mosqueteros, retratos de Jacqueline, y hasta un autorretrato, llenan las vitrinas de este museo que como dice su encargado «a pesar de ser pequeño es muy variado».