CRASH. UN CRUCE DE HISTORIAS, DONDE NADA ES LO QUE PARECE


Texto de Anna Savelli

En una ciudad cargada de violencia, los personajes se debaten entre el rechazo que sufren por su identidad al tiempo que expelen todo su racismo. Así retrata Paul Haggis la ciudad de Los Angeles en Crash, una cinta rodada con más de cinco millones de euros.

Crash es una colección de historias entrecruzadas. Una idea que nos trae a la mente títulos como Magnolia, Gran Cañón, Pulp Fiction y, sobre todo, Short cuts y The player. «No he inventado nada -dice Haggis con honestidad-. He robado a manos llenas a Robert Altman pero supongo que he atado bien las historias».

Haggis, autoconsiderado, un «cuenta-cuentos», nos relata, sin tapujos, una historia de estereotipos raciales, donde un hispano se ríe del acento en inglés de un coreano, un iraní tiene que aguantar que le llamen Osama y un negro se traga los comentarios raciales de sus jefes blancos que creen saber más que él de su propia raza.

La película arranca con el robo de un vehículo a mano armada, hecho autobiográfico que arrastró a Haggis a escribir la historia. «Nunca pillaron a los asaltantes ni apareció el coche, pero eso me hizo pensar en quiénes serían los que me atracaron. ¿Serán amigos entre ellos? ¿Se tendrán por criminales? Hasta que un día me levanté a las dos de la madrugada obsesionado con estas preguntas y empecé a escribir, y una historia me fue llevando a otra».

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