Texto de Anna Savelli
Veinticinco años de cambios políticos que implican un drama muy profundo, silenciado por sus víctimas y victimarios. Pero el tiempo no espera a nadie, y el ruido del pasado atormenta a Aïcha, quien refleja las consecuencias de la islamización en Pakistán.
El silencio del agua es una co-producción franco-germana-pakistaní, dirigida por Sabiha Sumar. Relata la historia de una mujer que pierde su mundo al ser raptada y obligada a permanecer en un lugar que no es el suyo y que, ahora, de nuevo tiene que asumir la posibilidad de volver a perder la vida que se ha creado. Oculta un pasado que la busca, que la presiona en su propio espacio a través de las reacciones fundamen-talistas musulmanas de su propio hijo.
Pakistán e India, y entre ellos la historia de seres humanos, de mujeres que afrontan humillaciones. La directora busca centrar la historia en esta confrontación religiosa-política, que violentó a las mujeres durante la división de estos países.
Aïcha es la mujer valiente, que vive en un pueblo, que está atrapada en un conflicto y, como mujer, encarna una situación universal. La de la mujer en Bosnia, en Sri Lanka, en Afganistán, en Irak… Un personaje con una dualidad que trata de ocultar en su pasado, pero no lo logra.
Como explica su directora, esta película no es una crítica del fundamen-talismo. «Los fundamentalistas también tienen el derecho de hablar libremente y nada debe prohibirles ocupar su propio lugar en la sociedad. Una gran mayoría de la gente, así como sus dirigentes políticos, ha abdicado todo poder frente a las fuerzas religiosas minoritarias. En mi película, quiero más bien insistir en las consecuencias de este fenómeno».
El silencio del agua es el relato universal de la violencia de género, donde la religión y la política, tratando de ser grandes, se quedan pequeños ante el sufrimiento de las mujeres raptadas.