Seattle y las segundas oportunidades


Texto de BiPaul
Fotografías CC. (Jimi Hendrix de Takuya Oikawa, EMP Museum de Richard Hopkins, Panorámica de Wonderlane, Pioneer Square de Anne Petersen)

Si puedes viajar en vacaciones a los Estados Unidos, lo más seguro es que no pienses en Seattle como destino. Tiene la batalla perdida ante otras ciudades como San Francisco, Nueva York, Los Ángeles, Boston, Las Vegas… Sin embargo, cuando uno se plantea comenzar de cero, aprender un idioma, quizás encontrar un trabajo, cubrir una beca, Seattle escala varios puestos en la lista de destinos vitales.

Antes de empezar, vamos a situar Seattle en el mapa. Está en el Estado de Washington, muy lejos de la capital de los Estados Unidos, en la costa oeste haciendo frontera con Canadá. Como es lógico, el dato anterior es decisivo para explicar su clima. Tiene la fama de ciudad lluviosa. Más que trombas de agua, lo que allí cae es chirimiri. Aparte de esto, las temperaturas están suavizadas por el océano y las montañas protegen a la ciudad del viento. En invierno hace frío y en verano, la temperatura tope no sobrepasa los 30 grados. Por tanto, habrá quien diga que es un clima agradable y quien se queje de la humedad.

La historia de la ciudad es corta. Según la wikipedia, el primer asentamiento de colonos se produjo a mediados del siglo XIX. Es decir, muchas casas europeas allí serían consideradas monumentos. No obstante, aunque breve, su trayectoria es intensa. En el estado hay reservas de indios –es el oeste de los Estados Unidos. Algunas construcciones, sobre todo en Pioneer Square, nos pueden hacer pensar en los saloons y hoteles de las películas de vaqueros. De hecho, en esta zona podemos encontrar varios tótems. En Seattle, en 1962 tuvo lugar una Exposición Universal para la que se construyó la Space Needle, quizás el símbolo más reconocible de la ciudad. El área es conocido como el Seattle Center, y además del «pirulí» allí encontramos la ópera, teatros, museos… el más espectacular es el Experience Music Project, cuyo edificio fue diseñado por Frank O. Gehry, el mismo arquitecto que imaginó el Guggenheim de Bilbao.

La música
Que una ciudad haya financiado algo como el EMP es muestra de lo que significa la música para sus gentes. En el interior del museo hay partes interactivas para inculcar el gusanillo a los más jóvenes y una explicación de los movimientos musicales que han ido surgiendo en Seattle. Además de exposiciones, allí son habituales los conciertos.

Lo cierto es que como ciudad olvidada por los cineastas –a pesar de tener uno de los skylines más «retro-futuristas» del mundo– Seattle tuvo la gran oportunidad de mostrarse al universo gracias al grunge. Sub Pop, una pequeña discográfica, ahora fagocitada por uno de los tiburones del sector, fue la que tuvo el ojo para descubrir a Green River, Soundgarden o Nirvana. Pero antes de esta explosión que algunos definen como estilo de vida, en la ciudad nacieron, crecieron o se reprodujeron otros grandes mitos. Quizás el más legendario sea Jimi Hendrix, no obstante es imposible olvidarse de Quincy Jones o Ray Charles. Por tanto, si nos ponemos petulantes, podríamos decir que Seattle es la cuna o la semilla de gran parte de la música que tenemos en nuestra colección de discos.

Y la música es lo que nos puede llevar a hacer un recorrido muy interesante. A falta de pan buenas son tortas y allí las tortas son los bares por los que se pasearon bandas como Pearl Jam, Alice in Chains, Soundgarden, Nirvana… The Comet Tavern, por ejemplo, ofreció conciertos de los «cuatro grandes», The Crocodile Café, reabierto no hace mucho, ha tratado de mantener el espíritu de los 90 y exhibe una colección de instantáneas de Charles Peterson, el fotógrafo de la «movida». Otro lugar emblemático es El Corazón, antes Mookie Blaylock, local que hizo de trampolín de los Pearl Jam. También en esta peculiar ruta, podemos acercarnos a ver la casa en la que encontraron a Kurt Cobain y estampar nuestra firma en un banco de las inmediaciones… Hay más puntos emblemáticos, la música lo envuelve todo, incluida la calle.

La vida en Seattle
Lo que describiré ahora tiene más que ver con sensaciones que con realidades. No he vivido en Seattle. No obstante algo me dice que si cogiera el petate y me plantara en esa ciudad, mi vida cambiaría para bien. Lo primero que debemos hacer es romper con el mito de que los norteamericanos son incultos. Seattle es una de las ciudades del mundo más alfabetizadas. Cuando en España se habla de recortar en educación e investigación nos encontramos con que una ciudad que sí que ha invertido en esas nimiedades, cuenta con algunas de las empresas más importantes del planeta. Starbucks, la cafetería que con una sonrisa ha conseguido que paguemos un café a precio de azafrán, tiene allí su sede. También Amazon.com, una de las pocas librerías que no solo no está de los nervios con internet sino que ha hecho de la red su enorme local comercial. Hay empresas más grandes y más pequeñas, pero sin duda la madre del cordero es Microsoft, situada en un complejo gigante a las afueras de Seattle.

Además de alfabetizada, Seattle presume de ser una de las ciudades con más calidad de vida del planeta. A ello contribuyen los sueldos medios –no pongo cifras porque me exaspero– pero sobre todo las filosofías de vida. Los extranjeros hablábamos de su música, quizás porque el teatro nos resulta más complejo, sin embargo esta ciudad viene a ser como el Broadway de la escena alternativa, con una agenda impresionante. A la calidad de vida contribuyen las zonas verdes, que demuestran que el molesto calabobos sirve de algo. El enorme lago es quizás el ejemplo más exagerado de parque, pero no el único. Y para salir de copas tenemos Capitol Hill, que en muchas guías simplifican con la etiqueta de barrio gay.

Para cerrar el artículo en el que voluntariamente me he saltado lo que suele venir en las guías –como el Pike Place Market, el metro antiguo o Ballard Locks entre otros muchos lugares– vuelvo a la hipótesis del principio. Si no eres un buscador de mitos, Seattle no es una ciudad a la que ir en pleno mono de turismo frenético. Sin embargo, es la ciudad perfecta para marcar el punto de partida a una nueva vida. No resulta tan sencillo hablar castellano como en Los Ángeles o Nueva York, por tanto, si vas a invertir un año de tu vida en estudiar inglés, es uno de los lugares más recomendables del planeta. A ello se suma el ambiente vivo, cultural, económicamente inquieto y esperanzador. Si surge la mínima posibilidad de ir allí por una beca de estudios o laboral, no mires atrás y vete.


El reportaje ha sido publicado gracias a EF Education First

El reportaje sobre Seattle apareció publicado en el ExPERPENTO de verano de 2012:

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