«World of Madame X». Nuno Xico.


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Texto de Reyes Muñoz

Madonna: World of Madame X
Año 2019 Estados Unidos
Dirección: Nuno Xico

Dos opciones: aceptar que me hago mayor y cascarrabias o echarles la culpa a ellos, a los estúpidos e indocumentados. Y esto viene a cuenta de los comentarios que leo sobre Madonna —sin cejas— cada vez que cuelga una foto. Queridos: «she’s Madonna», cantaba Robbie Williams. Madonna no da puntada sin hilo. El tiempo —y no solo la música—, se podría marcar con un a.M. y un d.M. Sus cejas, sus entrevistas, sus actuaciones y discursos, sus videoclips o sus conciertos son la base del hoy, del ahora, en tantas materias, con tantos matices, que se podría escribir un sesudo estudio.

«Soy una mala feminista»

En 2016 Madonna recibía el premio a la mujer del año de la Billboard. Subía al escenario, y colocaba el trofeo en el primer espacio libre que veía, como si tuviera veneno. Abría las piernas, en una postura sólida y se acercaba el pie del micro. Comenzaba su disertación diciendo: «Siempre me siento mejor cuando tengo algo duro entre las piernas». Los invitados reían nerviosos. No esperaban que en su siguiente argumento utilizara su propia experiencia vital para resumir medio siglo de historia del discurso machista —muchas veces disfrazado de teoría feminista— en una entrega de premios de señoros. «Soy una mala feminista», concluía. Sus palabras corrieron como la pólvora en redes. Y el titular ridículo fue: «El discurso más emotivo de Madonna». Es que, se ve que, cuando las mujeres hablamos de política, somos emotivas.

Inciso: Ahora pienso en «Papa don´t preach», en el videoclip del 86 y en la entrevista que le hizo un bellísimo Miguel Bosé para TVE en el 98, en el que la diva respondía a una pregunta sobre el aborto. Cito de memoria. «Cada mujer debe decidir lo que quiere hacer, a veces está bien», y Miguel Bosé responde algo así cómo, «hay demasiados hombres opinando sobre cosas en las que no deberían meterse». Ella lo hiela con la mirada, como diciendo: «¿Y ahora qué, chato, quieres mi aprobación?» y repite la primera frase—. También pienso en el uso que ha hecho del pop Madonna y en cómo, lo que en cada momento estallaba como un súper escándalo, hoy es «lo normal». ¡Mi camiseta de «Express yourself», canción de 1989, ya no tiene un mensaje reivindicativo, sino obvio!

I’m going to tell you a secret y la de Truth or dare

No hay que elegir entre la Madonna del I’m going to tell you a secret y la de Truth or dare. En cada uno de ellos, que lo que hacen es contar la intrahistoria de dos giras, encontramos dos momentos vitales muy distintos. A mí me encanta la Madonna de 1991 —en la que se ríe del que era su novio, Warren Beatty (¡los medios decían que había cazado al soltero de oro!), se burla de Kevin Costner y trata de ligarse a Antonio Banderas empujada por Pedro Almodóvar— y me aburre un poco la del 2005, porque la etapa Guy Ritchie, con las criaturas pequeñas, en plan espiritual y madura, me parece la más privada, la que no me incumbe. Aunque cantara a la hipocresía americana en el calificado como su «álbum más polémico», o por más que en el documental le eche la bronca a su maquillador porque no vota. Ojo, de esa época nace Confessions on a dance floor, el mejor disco pop de la historia, y copio aquí un matiz que leí en el Mondo Sonoro: si no hubiera existido Ray of light. Uno de los momentos estelares de este documental es cuando antes del primer concierto de la gira dice a cámara: «me estoy cagando».

El uso de la polémica

A mí, personalmente, la Madonna que me inspira es esa, la que se ríe hasta de su sombra. Por tanto, la Madonna actual, Madame X, la que publica una sesión de fotos sórdida en Instagram, la que se aplica filtros y cuelga videos de madrugada, me chifla. Ella es su mensaje.

Cuando Madonna fue a Eurovisión, salieron solemnes intelectuales a criticar que fuera a Israel a blanquear al régimen. Madonna cobró un millón de euros por tocar dos canciones, lo cobró por adelantado y pidió que la esperara un avión a la puerta para largarse nada más cantar. En medio de «Future», sus bailarines aparecieron con banderas de Palestina en la espalda, las únicas que se pudieron ver en la gala, junto a las que mostraron los representantes de Islandia (sin avión a la puerta). Las cámaras se alejaron del espectáculo nada más detectar las banderas. Al día siguiente, los solemnes intelectuales permanecieron callados y los medios de comunicación criticaron los gallos en la interpretación. El titular fue: «Madonna decepciona». Mi pensamiento fue: «Será a ti, periodista gris». Ella subió la actuación con el sonido retocado y con las banderas en primer plano. Lo dicho, Madonna cuenta la historia como le da la gana.

Y volvemos a las películas. En los documentales, lo que ocurre entre concierto y concierto, se retrata en blanco y negro, y se supone, dan pinceladas de la mujer, mientras que las actuaciones aparecen en color y reflejan a la artista. En I’m going to tell you a secret, en los créditos, cuando sale la palabra «productores» en su puño y letra podemos leer: «yo misma», así que no engaña a nadie: es ella quien paga, por tanto, quien decide lo que sale y lo que se censura. Lo privado que enseña es público. Las primeras imágenes después de una intro alucinante, retratan eso, que ella decide lo que va en el montaje y lo que no.

The world of Madame X

La pandemia, y quizás su espíritu experimental, y que a Madonna la época de los «me gusta» también la debe tener un poco descolocada, se llevó por delante el súper disco y su gira. The world of Madame X es una campaña de promoción a coste cero. Se rodeó de músicos en lo que parece el saloncito de una casa okupa y responde a preguntas que nadie le hace. Se establece el patrón de blanco y negro y color de los otros documentales. Cuenta como las canciones de Madame X nacen del puro aburrimiento en Portugal y como buscando la música local conoce a Dino D’Santiago, su particular Virgilio en tierras lusas. Explica el sentido y nombre del disco a través de una anécdota.

La anécdota: Martha Graham amenazó con echarla de la escuela de interpretación si no cumplía las reglas. Ella le dijo algo así como: «¿Me dices eso tú que estás ahí por haber roto todas las reglas?», a lo que la bailarina respondió: «tienes razón, pero si todos hicieran lo mismo que nosotras, no existiría el orden». Martha Graham comenzó a llamarla Madame X porque consideraba a Madonna una incógnita. Y de ahí el nombre del álbum. Lo contaba en 2017. Si a mí me pone un mote Martha Graham, me cambio el nombre en el DNI.

«No sé por qué, pero en cuanto alguien me dice que hay una regla, debo romperla». «Me empecé a meter en problemas con la profesora y me gustaba mucho». «Puedes reprimir a las personas, puedes mantenerlas oprimidas. Puedes ponerles grilletes e imponerles restricciones. Pero no puedes arrebatarles el alma».

Las citas son de este último documental, corto, adaptado a los nuevos tiempos, en el que cada frase es una declaración de principios. Algunas suenan muy manidas, pero posiblemente porque ya las dijo hace treinta o cuarenta años. Madame X, el disco y el documental, resume la filosofía de la mujer más relevante en la historia de la música —y en otras historias—. Es un producto para fanáticos y de nuevo, es lo que ella quiere dejar reflejado para la posteridad.

El presente no existe

He revisitado los tres documentales y no me resultan anticuados: ni el montaje, ni los mensajes, ni las bandas sonoras. En Truth or dare hay alguna escena que no se entendió ni en su día. Pero mi conclusión es la misma: cuidado con hacer chascarrillos sobre lo vieja que está o sobre si se le ha ido la pinza… que probablemente es lo que ella quiere que hagas (Vuelvo a pegar: «Me empecé a meter en problemas con la profesora y me gustaba mucho»). Eso sí, ten por seguro que si dices cualquier tontería, te espera una pedorreta del futuro, porque algo que tenemos claro los de la generación X, algunos boomers y muchos millennials, es que Madonna tiende a tener la razón a dos décadas vista.

Y aquí un copia y pega de lo que dijo tras ser criticada por su aspecto físico en la gala de los Grammy: «Una vez más, me veo atrapada en el resplandor del edadismo y la misoginia que impregna el mundo en que vivimos» (…) «Nunca me he disculpado por ninguna de las decisiones creativas que he tomado, ni por mi aspecto o mi forma de vestir, y no voy a empezar a hacerlo ahora. He sido degradada por los medios de comunicación desde el principio de mi carrera, pero entiendo que todo esto es una prueba y estoy feliz de hacer de pionera para que todas las mujeres que vienen detrás de mí puedan tenerlo más fácil en los años venideros».

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