DUBLÍN


Fotografía de féilacán www.flickr.com/photos/pamilne/

Lo que quizás no te imaginas, es que Dublín es una ciudad pequeña. Con apenas medio millón de habitantes, es una ciudad hecha a escala del hombre, hecha para recorrerla a pie o en autobús (no hay metro): no existen las grandes distancias. Esto permite que Dublín, más que visitarse, se viva… aunque muchas veces el tiempo no acompañe: las verdes praderas lo son porque no para de llover.

Para patearse la ciudad hay numerosas opciones: la Ruta de los Escritores, la Ruta Ulysses, la Ruta de la Música, la Ruta de los U2, la Ruta de 1916, que recorre los lugares del levantamiento de los dublineses contra los ingleses… Vamos, que hay opciones para todos los gustos. Lo primero que debes hacer es orientarte y nada como tomar como referencia el Liffey, el río que parte en dos a la ciudad. Dicen que la parte norte es la de la clase obrera y la sur la de los ricos. Al menos, si no es así, lo que sí es verdad es que los mejores y más representativos monumentos están en esta zona. También está en ella el barrio bohemio de Temple Bar. Allí se concentra la vida nocturna, y auque en un principio es el barrio más representativo de la ciudad, también es donde más turistas hay.

Al otro lado del río se encuentra O’Connell Street, que lleva el nombre del padre del nacionalismo inglés. Es la calle más concurrida de Dublín, donde están la mayoría de las tiendas. Eso sí, aunque puedes ver edificios típicamente irlandeses, lo que más abundan son las tiendas de souvenirs y los sitios de comida rápida: ¡es la demanda del turismo!. Esta calle desemboca en el Puente O’Connell. El otro puente importante que une las dos zonas es el Half Penny, y los dos tienen su lado anecdótico. El primero de ellos tiene la peculiaridad de ser más ancho que largo. Mientras que el segundo lleva ese nombre porque hasta primeros del siglo XX había que pagar medio penique para pasarlo. Si cruzamos cualquiera de ellos, podemos visitar los edificios más representativos de la ciudad: la fábrica de cerveza Guinness (que se ha convertido en un museo en el que también se puede degustar su rico producto), la catedral de San Patricio, el Trinity College… Dublín tiene tres catedrales, pero sin duda, la más representativa es la de San Patricio, patrón de Irlanda. Se trata de un imponente edificio gótico, dedicado al culto católico. Muy cerca se encuentra el Castillo de Dublín, aunque fue muy restaurado en el siglo XVIII y tiene una apariencia más palaciega. De ahí, llegamos al Temple Bar, donde podemos pararnos antes de ir al Trinity College, el otro gran edificio de Dublín. En el Temple Bar se encuentra el pub del mismo nombre, ese que se ha tomado como el típico pub irlandés (de hecho es el más antiguo de la ciudad) y que todo aquel que va le saca una fotografía. No podemos dejar pasar la ocasión de entrar a tomar una cerveza y comenzar así con una de las costumbres más comunes de los dublineses: tomar una pinta de Guinness. Dicen que esta cerveza (que allí llaman stout) nació para aprovechar la cebada calcinada por el incendio de la cosecha en el siglo XVIII. Si es sábado, una buena opción es visitar el More Street Market, el mercadillo de la zona y el mejor de comida orgánica. Además, si te gusta el cine, puedes entrar en Irish Film Institute. Y si lo que quieres es conocer otra de las grandes pasiones de los dublineses (junto al fútbol gaélico y el hurling, los deportes nacionales) puedes entrar en una casa de apuestas: les encanta apostar, siendo lo más habitual hacerlo a las carreras de caballos y, sobre todo, a las de galgos, con dos canódromos en la ciudad.

Dejando de lado lo mundano (y sin llegar a lo divino) podemos visitar el Trinity College. Es la universidad de Dublín, y donde la mayoría de extranjeros (sobre todo españoles) acuden a clases de inglés. Además, es un centro turístico por sí mismo, no sólo por el magnífico edificio y el entorno de jardines: acoge el Libro de Kells, un libro miniado, con miniaturas de influencia celta y que es uno de los más bellos de la Edad Media. Eso sí, si quieres verlo tienes que estar dispuesto a soportar estoicamente grandes colas. Muy cerca está Merrion Square, que merece la pena visitar por dos razones: primera, por ser la plaza de estilo georgiano más bonita de la ciudad. Y segunda, porque en ella se encuentra la casa de Oscar Wilde, con museo y escultura del susodicho (¡no te la puedes perder!).

Esto nos lleva a la pasión de los dublineses por la literatura. En la zona norte está el Museo de los Escritores y el de James Joyce. Este último es protagonista de una ruta específica por la ciudad, la del Ulysses, su obra maestra. Es considerada una de las grandes obras literarias del siglo XX, si no la mayor y transcurre en un día en Dublín, desde las ocho de la mañana de un 16 de junio a las dos de la tarde del día siguiente. Esta fecha tan concreta hace que ese día se celebre a lo grande por miles de personas que acuden a la ciudad. No existe rincón de Dublín que no lo mencione: placas que recuerdan pasajes de la novela, escultura de James Joyce, escaparates de librerías dedicados casi en exclusiva… Si te animas a realizar la ruta guiada, decirte que un buen aliciente es que también se visitan varios pubs… Aunque otra opción de conocer los pubs de Dublín es a través de un Pub Crawl, una suerte de visita guiada con actores o músicos por varios pubs en las que además te van explicando la historia de la ciudad.

Para conocer la ciudad, también puedes escoger la Ruta de la Música, llamada Rock’n Sholl, que sigue los pasos de Chieftains, Thin Lizz, Sinea O’Connor, y cómo no, U2, que además son protagonistas de su propia ruta. En ella se visita el Point Depot Theatre, que se ha convertido en un auditorio con música en directo, el Hotel Clarence (de la propiedad de Bono y The Edge) o el Windmill Lane Studios, donde se editaron sus primeros álbumes y en cuyos muros exteriores han dejado su aportación en forma de pintada todos los que han pasado por allí en todos estos años.

También están los edificios representativos de la sublevación irlandesa contra los ingleses: The Post Office, con restos del tiroteo producido en la revuelta de 1916 y Kilmanhaim Gaol, la cárcel donde fueron a parar los que se levantaron contra las tropas inglesas.

Pero si hay algo que caracteriza no sólo a Dublín, sino a toda Irlanda, es su vegetación. En este sentido, destaca Phoenix Park, uno de los parques urbanos más grandes del mundo (su tamaño duplica a Central Park, en Nueva York, una ciudad con varios millones de habitantes). En él pastan tranquilamente más de 300 ciervos y también acoge la residencia oficial de la Presidenta de la República de Irlanda.

Si quieres acabar tu viaje haciéndote fotos típicas, no puedes dejar de lado un Fish & Chips, donde no comerás muy bien (Irlanda no destaca por su excelente gastronomía), pero las patatas fritas merecen ser probadas. Además, si sales por la noche es de los pocos sitios que te darán de cenar a una hora en la que el apetito arrecia. La otra foto típica es junto a Molly Malone. Antes de ir sólo te sonará porque conocerás algún pub que lleve su nombre. En Dublín es muy popular: vendía berberechos y mejillones por la calle, aunque debía hacerlo con mucha gracia y su muerte repentina en plena calle la hizo merecedora de una escultura.

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